Hacia el compartimiento holístico
Alejandro Montecinos

La eterna humildad de la ola besa la costa, la luz agradece cualquier intersticio para danzar y la tierra aguarda los brotes como a dioses: todo es grandioso bajo el Sol. Todos claman ola, luz y brotes, porque late fuerte el deseo de amar.

"Todo es hermoso y constante", supo el maestro de los cubanos. Y dijo más: "todo, como el diamante, antes que luz es carbón".

 

El hombre descubrió el petróleo para sí, con un arrebato casi ingenuo, y en los dos siglos precedentes miramos demasiado hacia las entrañas de la tierra, en las grutas que ocultan el negro combustible de las industrias contemporáneas. Sin embargo, llega la hora de buscar respuestas en los ancestros, ocupados desde siempre en descubrir los designios de las estrellas.

Después del petróleo intentamos venerar el átomo como solución energética, pero nadie olvida los hongos de Hiroshima y Nagasaki o las radiaciones de Chernobil. Por suerte, la vida nos exige regresar a una consulta con el Sol, porque el átomo y los hidrocarburos comienzan a mostrar sus aristas indeseables.

Estrenamos un milenio que intenta discutir en los diarios y los televisores el flagelo del terrorismo. Tendríamos que añadir otros asuntos universales a la discusión, como los derechos elementales del hombre, que aspira a su definitiva dignidad en armonía con su contexto. Tantas voces no deben equivocarse si el diálogo justo y útil preside el coro. Importa acercarnos las manos para asumir un nuevo credo, con la brújula dispuesta hacia la totalidad del ser y el universo.

Del oscurantismo medieval saltamos a un reencuentro del hombre en el cosmos; y de ahí, a la necesidad del compartimiento holístico. A medio camino de cualquier equilibrio de la humanidad con la naturaleza, urge cuestionar si la cultura del ser sobre el tener será siempre una utopía sin llegar a la cotidianidad. Para bien, ya muchos levantan la voz e indican que un mundo mejor es posible.

En todos y en cada uno yace la energía vital, que puede fundar el acceso a otra humanidad gananciosa y feliz.
La humildad de la ola podría acusar cualquier intento de jerarquizar o perpetuar el antropocentrismo petulante de hoy, la velocidad de la luz debería recordarnos que nuestros autos nos conducen a una danza contaminante y la tierra exige brotes para una mejor siega.

La asunción del camino del Sol, el de la vida, propone una actitud revolucionaria en sus esencias, desde las connotaciones éticas hasta las pragmáticas, y constituye un salto histórico más trascendental que el renacimiento posterior a la Edad Media. La filosofía del camino del Sol, que aúna el pensamiento humanista y el uso de las fuentes renovables de energía, puede hacer renacer la esperanza en un mundo de hombres libres y solidarios.