Energía
para
el desarrollo sostenible
Mario Alberto Arrastía Ávila
Licenciado
en Educación, Especialidad de Física y Astronomía,
Jefe de la Cátedra de Educación Energética
y Medioambiental,
del Instituto Superior Pedagógico
Enrique José Varona (ISPEJV).
Tel. (537) 2092144.
E-mail:hcf@infomed.sld.cu
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La
elección de un paradigma energético sustentable
ha dejado de ser una opción alternativa,
para convertirse en la solución
de un problema fundamental de la humanidad.
Es
difícil concebir la sociedad contemporánea sin los beneficios
de la electricidad o el transporte automotor. Pero la contaminación
ambiental producida por la combustión de los combustibles fósiles,
fuente de energía mayoritariamente empleada hoy, amenaza la estabilidad
del sistema climático mundial.
El dióxido de carbono (CO2) es uno de
los llamados gases de efecto invernadero (GEI), pues atrapa la radiación
infrarroja emitida por la Tierra, una vez que esta es calentada por el
Sol. Al incrementarse su presencia en la atmósfera, aumenta la
temperatura media a escala de todo el planeta, fenómeno que se
conoce como calentamiento global. Los expertos del Panel Intergubernamental
de Cambio Climático vaticinan que durante el siglo xxi la temperatura
media global podría crecer entre 1,4 y 5,8 ºC.
Las consecuencias del cambio climático y del calentamiento global
podrían ser catastróficas, porque provocarían el
aumento del nivel del mar, con sus secuelas para las franjas costeras
y los pequeños países insulares, y destrucción de
los arrecifes coralinos (el más importante ecosistema después
de las selvas tropicales). Las sequías intensas en algunas regiones,
e inundaciones sin precedentes en otras, así como el incremento
de los incendios forestales, la expansión de plagas y enfermedades,
y el aumento en la frecuencia e intensidad de las tormentas tropicales,
pueden ser consecuencias que ya están a la vista.
   
Camino energético duro: combustibles fósiles y nucleares.
Más
de 40 % de la población mundial carece de acceso permanente
al servicio eléctrico. Para dos mil millones de personas de los
países subdesarrollados, la leña es la única fuente
de energía. En la India e Indonesia, el consumo de biomasa llega
a 56 y 65 %, respectivamente, mientras que en Tanzania alcanza
97 %. En muchos países africanos, hombres, mujeres e incluso
niños deben caminar diariamente largas distancias para recolectar
la leña que utilizan en la cocción de sus alimentos.
La falta de acceso a la energía eléctrica ocasiona que muchas
de estas personas carezcan de los más elementales servicios de
salud y educación, así como de agua potable, comunicaciones
e información. Muchos niños mueren antes de cumplir su primer
año de vida y no existen campañas de inmunización
por falta de refrigeración para las vacunas. Estos fenómenos
fueron calificados como «estado de sobriedad energética forzada»,
por Federico Mayor, cuando se desempeñaba como Director General
de la UNESCO.
Mientras el mundo económicamente desarrollado presiona cada vez
más a los países subdesarrollados para que implementen reformas
económicas y reduzcan sus gastos sociales, Japón y Canadá
incrementaron sus emisiones de CO2 durante la
pasada década en 10,7 y 12,8 %, respectivamente.
En ese mismo período, Estados Unidos y Australia expandieron sus
emisiones en 18,1 y 28,8 %. Estados Unidos, país que consume
más de la cuarta parte de la energía eléctrica que
se genera en el mundo y cuyas emisiones de GEI llegan a 30 % del
inventario global, entorpece sistemáticamente los debates sobre
la implementación de medidas encaminadas a sustituir los combustibles
fósiles y aumentar el empleo de las fuentes renovables de energía,
que permitirían revertir la adversa situación ambiental
actual y dirigirían a la humanidad por la senda del desarrollo
sostenible.
En la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, celebrada en 1992,
no se llegó a ningún consenso a favor de incluir el uso
sostenible de la energía en la Agenda 21.
La Cumbre Mundial de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible,
celebrada en Johannesburgo y conocida también como Río+10,
fue la oportunidad propicia para que la humanidad se replantease la viabilidad
del «camino energético duro» por el que viene transitando
desde hace más de un siglo. A dicha Cumbre se llegó con
algunas definiciones en cuanto a los patrones insostenibles de consumo
de los recursos energéticos no renovables (combustibles fósiles
y energía nuclear), sus diversos impactos sobre el medio ambiente
(lluvias ácidas, calentamiento global, contaminación del
aire y de las aguas, etc.) y la desigual distribución del acceso
a la energía en los diferentes países y regiones. Sin embargo,
la Cumbre de Johannesburgo no aportó los resultados esperados alrededor
del tema energético, debido, por una parte, a la oposición
de algunos países industrializados encabezados por Estados Unidos,
y por otra, al desinterés de los países exportadores de
petróleo con relación a esta sensible cuestión de
alcance mundial.
Estados Unidos no solo rechaza la firma del Protocolo de Kyoto, el cual
impone a los más desarrollados metas concretas sobre la reducción
de sus emisiones de GEI, basadas en el criterio de la responsabilidad
común pero diferenciada, sino que anuncia sus planes de explotación
de las reservas petroleras ubicadas en zonas protegidas de Alaska. Con
otra actitud, los países de nuestra región, tomando en cuenta
la importancia que reviste el problema energético para la supervivencia
de la especie humana, establecieron la denominada Iniciativa Latinoamericana
y Caribeña para el Desarrollo Sostenible, un documento acordado
durante la Primera Reunión Extraordinaria de Ministros de Medio
Ambiente de América Latina y el Caribe, llevada a cabo durante
la Cumbre de Johannesburgo. La iniciativa reconoce a la generación
sostenible de la energía y la ampliación de la participación
de las fuentes renovables, como una de las prioridades de nuestros países
y pueblos. En este sentido, se estableció el compromiso, del cual
Cuba es signataria, de implementar el uso de al menos 10 % de energía
renovable del porcentaje energético total de la región para
el 2010.
  
Camino energético suave: energía solar, ahorro y respeto
ambiental.
El
sistema energético contemporáneo es injusto, monopólico
y contaminante. Los combustibles fósiles y la energía nuclear
no pueden garantizar el desarrollo de la humanidad a largo plazo. Un suministro
de energía que proteja el clima y el medio ambiente deberá
estar necesariamente basado en las fuentes renovables de energía,
no en los combustibles fósiles o en la energía nuclear.
Solo si el mundo se coloca cuanto antes en el camino del Sol, habrá
un futuro sostenible para todos.
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