Contra
la escalada fascista
La Sociedad Cubana para la Promoción de las Fuentes Renovables
de Energía y el Respeto Ambiental (CUBASOLAR) con plena conciencia
de que sólo los pueblos unidos podrán salvar a la
humanidad de un régimen dictatorial esclavista en manos de
enajenados mentales, se suma al llamado de los intelectuales y artistas
cubanos para la creación del Frente Antifascista Mundial
en la lucha contra la política genocida e irracional del
imperio más terrorista y brutal que jamás haya existido.
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Conscientes
también de que la principal causa de las guerras y del endeudamiento
del Tercer Mundo es el petróleo, gigantesca palanca del poder imperialista,
nos comprometemos a incrementar nuestros esfuerzos por contribuir a desarrollar
el uso de la energía solar para alcanzar, con mayor independencia,
el verdadero desarrollo sostenible y contribuir con ello a la creación
de un mundo de paz y felicidad para todos.
CUBASOLAR, abril de 2003.
Declaración del Consejo Nacional de la UNEAC
El
Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)
se reúne en momentos dramáticos y en extremo peligrosos
para la humanidad, cuando el fascismo resurge con la pretensión
de ejercer su brutal dominio sobre el planeta. La guerra de conquista
desatada contra el pueblo de Iraq, con absoluto desprecio de la opinión
pública mundial y de la comunidad de naciones, recuerda la intervención
fascista en España, en 1936, que constituyó el preludio
de la II Guerra Mundial.
En aquellos días infaustos, el fascismo probó sus armas
de exterminio en sitios como Guernica e inició una larga escalada
que culminaría en la invasión a Polonia y en una contienda
que costó cincuenta millones de vidas y la destrucción y
la ruina de continentes enteros. Estamos hoy ante un peligro mucho más
grave porque este retorno del fascismo a escala universal no tiene, como
entonces, opositores armados ni muro de contención alguno, y su
maquinaria bélica alcanza un poder devastador, capaz de destruir
cualquier país en cuestión de minutos.
Con la invasión a Iraq, el gobierno de Estados Unidos ha desconocido
abiertamente los principios de convivencia entre las naciones y la propia
Carta de San Francisco, que fundó la esperanza en un orden justo,
equilibrado y pacífico en el sistema de la Organización
de Naciones Unidas. Se impone un criterio intervencionista que viola todos
los acuerdos en materia de derecho internacional y pretende arrasar con
los principios irrenunciables de soberanía y autodeterminación.
También en su momento, con propósitos similares, la Alemania
nazi abandonó la Liga de las Naciones. Se trata, como se ha dicho
con razón, de la sustitución fatídica del imperio
de la ley por la ley del imperio.
En esta agresión vemos, perfectamente articuladas, las teorías
fascistas de la guerra preventiva y la guerra relámpago, a las
que se añade un poderoso sistema de propaganda y desinformación.
Sin duda, el legado de Goebbels también está presente en
el neofascismo.
Su maquinaria propagandística repite acusaciones de forma deliberada,
sin exhibir jamás ninguna prueba; presenta a las fuerzas del imperio
como «liberadoras» y como «coalición»;
anuncia el carácter «democrático» de la administración
colonial que se impondrá; utiliza de forma repugnante la llamada
«ayuda humanitaria» y se propone dejar sin rostro, sin cultura
o moral a las víctimas, mostrando una imagen aséptica de
la masacre con el bloqueo sistemático de la información,
de modo que la sangre, la muerte de miles de civiles, las propias bajas
de los atacantes y la resistencia a la invasión no sean visibles
ni juzgables por el pueblo norteamericano y la opinión pública
mundial.
La manipulación informativa se nutre de aberraciones teóricas
como la del supuesto choque de civilizaciones y el esquema de civilización
contra barbarie, máscaras del racismo que han acompañado
desde sus inicios a las guerras de conquista y colonización.
Esta maquinaria inunda el planeta cotidianamente con un reiterado mensaje
sobre la superioridad de los Estados Unidos y el papel mesiánico
de salvadores de la humanidad, que les atribuye, complementándolo
con una visión caricaturesca y xenófoba del Otro y en especial
del Tercer Mundo. Al propio tiempo insiste con énfasis particular
en la manipulación de la historia, evidente, por ejemplo, en los
intentos de borrar el llamado síndrome de Vietnam de la memoria
de los norteamericanos.
Sin embargo, a pesar de la enorme influencia de la guerra mediática,
crece hoy una nueva conciencia antibélica y antiimperialista en
la humanidad, que empezó a manifestarse desde el anuncio y la preparación
del genocidio contra el pueblo de Iraq, y tiene un digno antecedente en
el manifiesto «No en nuestro nombre», firmado por miles de
los más destacados artistas e intelectuales estadounidenses. Es
justo recordar que la UNEAC celebró el 4 de julio del pasado año
con la intención de subrayar que la cultura norteamericana y su
pueblo nada tienen que ver con las atrocidades del gobierno que padecen.
Saludamos también otros documentos que se han publicado en distintos
países con semejante intención, como «Contra la barbarie»
y «Manifiesto del Comité Internacional de Intelectuales contra
la Guerra», emitidos respectivamente por colegas europeos y latinoamericanos,
que expresan la rebeldía, lucidez y espíritu de justicia
de los hombres y mujeres de la cultura. Hoy como nunca antes los pueblos
han tomado las calles para condenar el monstruoso crimen. Esta conmoción
ha provocado que los intelectuales recuperen su lugar en la sociedad y
participen de esta reactivación de la conducta cívica y
humanista de sus pueblos. Se trata de uno de los hechos más notables
en estos días convulsos en los que se debaten problemas de vida
o muerte para la especie humana.
Los trágicos y repudiables sucesos del 11 de septiembre de 2001
han sido convertidos en pretexto para implantar una política preconcebida
de dominación y saqueo universales.
La presunta lucha contra el terrorismo ha facilitado un despliegue sin
precedentes en armas y recursos, un espléndido negocio que fue
siempre el sueño del complejo militar industrial.
La guerra en Iraq es un fenómeno a escala mundial, que ocurre hoy
allí y mañana en cualquier otro sitio. El programa expansionista
que fundamenta esta agresión fue elaborado por la ultraderecha
norteamericana, heredera del pensamiento de aquellos que en su época
denunció con asombrosa visión histórica José
Martí. Estamos ante un despojo de territorios y de la riqueza de
otros pueblos, aún peor que en la época del colonialismo,
con las armas más sofisticadas del siglo XXI, en manos de la mayor
potencia imperial que ha existido jamás. Asistimos al siniestro
propósito de imponer una tiranía mundial neofascista que
garantice a la superpotencia imperial el control de los mercados, materias
primas, fuentes energéticas, industrias y servicios fundamentales
del planeta.
Los escritores y artistas cubanos, como ya hicimos en el reciente taller
«No a la guerra» llamamos a los hombres y mujeres de buena
voluntad a sumarse a un frente antifascista, coincidiendo con antecedentes
tan nobles como el Congreso en Defensa de la Cultura que se celebró
bajo las bombas en la España de 1937.
Si a principios del siglo XIX Simón Bolívar reparó
en que los Estados Unidos parecían destinados por la Providencia
para plagar la América de miserias a nombre de la libertad, ahora
esa amenaza se cierne sobre todas las regiones del planeta. Combatirla
con todas nuestras fuerzas es un irrenunciable deber. Sembrar ideas, sembrar
conciencia, como fue proclamado en el 150 aniversario de José Martí,
debe ser nuestra tarea primordial.
La Habana, 12 de abril
de 2003.
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