La vaca se acerca más a la cocina



Ramón
Brizuela Roque
Periodista del periódico Guerrillero, de Pinar del Río. Miembro de CUBASOLAR.

 

El perro no es ya el mejor amigo del hombre!: una visita al Instituto Politécnico Agropecuario Marian Nguabi, en el municipio pinareño de Sandino, demuestra por qué ha sido destronado. Este instituto, con 19 cursos y más de dos mil técnicos medio graduados en veterinaria, no se ha conformado con desarrollar sus habituales programas de estudio.

Con la ayuda solidaria de la ONG española SODEPAZ y CUBASOLAR, el esfuerzo de los profesores y alumnos del instituto, y la contribución de más de ochocientas cincuenta vacas se concretó un proyecto singular: una planta de biogás con el doble propósito de resolver los problemas de la cocina y como medio de enseñanza.

Inicialmente debía construirse in situ una gran campana metálica. Se modificó el proyecto y felizmente en la escuela ya fue inaugurado su biogás, con una eficiencia probada en dos meses de funcionamiento: un fogón de dos hornillas garantiza la cocción de 30 % de los alimentos, y próximamente se adicionarán dos hornillas para duplicar la capacidad.

Esta planta tiene muchos protagonistas, entre los que se destacan el metodólogo Francisco Castillo Salgado, que como a una hija la ha visto nacer y crecer, y Luis Ramos Ramos, verdadero centinela que la «alimenta» y protege.

El sistema se compone de dos digestores de hormigón, de 48 m2 cada uno, que reciben una mezcla de 1 m3 de excreta animal y 3 m3 de agua cada 24 horas, que forma el lodo que luego fermenta en condiciones anaerobias para ofrecer un flujo estable de gas metano, con un componente menor de dióxido de carbono. Cada digestor almacena 10 m3 del gas y tiene una eficiencia de 1 m3/h, que se incrementa en los días soleados.

Y he aquí la controversia perro vs. vaca. En el Marian Nguabi los vacunos –atendidos en tres vaquerías de la Empresa Pecuaria José Martí, que produce 280 000 litros de leche
(77 % de la producción del municipio Sandino)–, aportan su carne, huesos, grasa y cuernos, y ahora donan generosos sus deposiciones para el normal funcionamiento del biogás.

Los cocineros están de pláceme, y más aún los profesores, como lo demostraron en el sui géneris acto inaugural: una reunión de intercambio para hablar de proyecciones y donde lo principal, se ratificó, es despertar el interés de los alumnos, que después de graduados se diseminan por los catorce municipios pinareños y pueden erigirse en promotores de esta forma de obtención de energía renovable y respetuosa con el medio ambiente.

El principio ambientalista se conjuga con el económico, porque, además, la masa residual de los digestores constituye un biofertilizante útil y de obtención gratuita.

La obra tiene una garantía de veinte años, soluciona los problemas de la cocina, añade una nueva base material de estudio a los 549 alumnos de la matrícula actual y a los miles del futuro, consolida los propósitos medioambientales de Pinar del Río y sirve de ejemplo a otros centros educacionales que pueden imitar su espíritu.