Al analizar
el potencial de los combustibles sólidos de baja densidad con
que cuenta el país, el colega Emir Madruga valoró, en
dos artículos publicados en los números 12 y 13 de la
revista Energía y tú, la posibilidad de utilizar la
biomasa de los residuos agrícolas, cultivos energéticos,
desechos de la industria maderera, bagazo de caña y de los
residuos urbanos. Para continuar reflexionando al respecto es necesario
considerar lo que pudieran aportar algunas especies vegetales que
por determinadas razones abundan en el territorio nacional, entre
las que sobresale la conocida comúnmente como marabú.
Ninguna otra planta se ha propagado tanto espontáneamente en
Cuba durante los últimos ciento cincuenta años. En muchos
lugares ha llegado a desplazar a las formaciones vegetales nativas
e impuesto un predominio poblacional casi absoluto. Resulta entonces
hasta cierto punto contraproducente que a pesar de su abundancia-dominancia,
no se explote a gran escala como recurso natural.
El presente artículo pretende llamar la atención sobre
la necesidad de que junto al análisis de las consecuencias
ambientales que ha traído la invasión de esta especie
en todo el país, tema que ha sido ampliamente abordado por
la literatura científica contemporánea en el ámbito
nacional, se reflexione también acerca de su posible explotación
con fines energéticos y los requerimientos que ello exigiría.
Alien
El término inglés alien, o sea, extranjero, ha servido
para identificar, aún en español, especies de plantas
y animales con alto potencial invasor, semejante al del marabú.
Sobre ello existe abundante información en la literatura
especializada y en realidad por su comportamiento tienen mucho que
ver con el monstruo del conocido filme hollywoodense que puso de
moda este vocablo en años recientes.
Se trata, en la mayoría de los casos, de organismos transportados
por el hombre y que se establecen con éxito en nuevos lugares,
aumentan considerablemente el número de individuos, perturban
el funcionamiento de los ecosistemas nativos y desplazan a las especies
autóctonas. El orden de las leguminosas, al que pertenece
el marabú, se encuentra entre los grupos taxonómicos
de mayor cantidad de especies registradas con tales características.

Fruto del marabú.
Existen en
Cuba, específicamente dentro de la familia de las Mimosáceas,
varias especies vegetales con marcado potencial invasor que son
además, desde el punto de vista morfológico, semejantes
al marabú. Esto ha motivado que dicho nombre vernáculo
se halla utilizado para identificar diferentes elementos de la flora
y que en algunas obras científicas se aprecie cierta ambigüedad
con relación al taxón asociado a él.
El que nos ocupa se conoce científicamente como Dychrostachys
cinera (L.) Wight & Arn., especie nativa de África, la
India, Sur de Tailandia y Malasia, así como de algunos territorios
situados al Norte de Australia (aún se discute si en este
último lugar fue introducida por el hombre). Son plantas
de morfología sumamente variable, lo que ha motivado que
se distingan nueve subespecies y trece variedades, de las cuales,
sólo D. cinera (L.) Wight & Arn. ssp. africana Brenan
& Brummitt var africana está representada en Cuba.
La variedad habita en tres continentes, pero quizá lo más
significativo resulte ser el hecho de que en ningún otro
lugar constituye una plaga vegetal como lo es en el archipiélago
cubano. Su más amplia distribución geográfica
se aprecia en África, al reportarse en países con
costas al Atlántico (Angola, Cabo Verde, Camerún,
Congo, Gambia, Ghana, Senegal, Sierra Leona, Togo, Nigeria), del
centro del continente (Burundi, Rwanda, Uganda), del Centro-Este
(Sudán, Eritrea, Etiopía, Kenia), del Norte (Egipto),
del Sureste (Islas Comores, Mozambique, Tanzania, Zambia), y del
Sur (Sudáfrica, Swazilandia, Zimbabwe). Crece también
en Asia (Pakistán), y fue introducida por la actividad humana
en América (Estados Unidos y Cuba).
Su llegada a Cuba se produjo probablemente a mediados del siglo
XIX, pero la vía aún no ha sido precisada, aunque
se manejan las hipótesis de que se trajo con fines ornamentales
o de que fuera trasladada en el tracto digestivo del ganado importado.
Al parecer comenzó a expandirse por la antigua provincia
de Camagüey y fue conquistando progresivamente nuevos territorios,
hasta alcanzar, según estimados de la época, unas
33 000 caballerías en la década de los treinta del
pasado siglo. Entre 1960 y 1990, el área invadida por la
planta se calculaba en unas 50 000 caballerías y hoy se estima
que ha aumentado a 85 000, lo que compromete 56 % de las áreas
ganaderas, por sólo valorar la afectación en uno de
los renglones productivos del país.
El marabú en Cuba ha sido visto frecuentemente, por algunos,
como un discípulo de Satán, una maldición y
hasta una respuesta de la naturaleza a la intensa deforestación
sufrida por el país durante siglos. Otros, en número
más reducido, ponderan más los beneficios que puede
aportar y llegan a calificarlo como una bendición. Verlo
desde la óptica dualista de la filosofía persa, que
opone metafísicamente los poderes del mal (Arriman) a los
del bien (Ormuz) y viceversa, no conduce a un análisis objetivo
de la realidad.
¿Arriman?
El alto potencial invasor de que hace gala en Cuba esta especie
se debe, entre otras razones, a que por haber evolucionado originalmente
en ambientes continentales, tiene un patrimonio genético
más estable y en consecuencia una mayor competitividad que
los elementos autóctonos, en su mayor parte provenientes
de territorios insulares. Tampoco encuentra en el país plagas
y enfermedades que limitan su desarrollo en los lugares de origen.
Esta planta, que acepta variedad de suelos, es capaz de germinar
en lugares abiertos y soleados (heliófila por excelencia),
por lo que encuentra condiciones propicias de desarrollo donde ha
sido destruida la vegetación natural. Produce gran cantidad
de semillas altamente viables, que son dispersadas con facilidad
por las deyecciones del ganado mayor, corrientes de agua y la propia
actividad humana, entre otros factores. Los numerosos retoños
o vástagos que brotan de sus raíces aceleran significativamente
la compactación de las poblaciones, llegando a sobrepasar
en 90 % la cantidad de individuos que se obtienen directamente de
semillas.
El sistema radicular desarrollado y profundo garantiza al marabú
resistencia a sequías prolongadas, subsistencia al corte
o a la quema y capacidad para retoñar profusamente pasadas
esas adversidades. Otros atributos anátomo-morfológicos
tanparticulares
como el significativo endurecimiento de los tallos, las abundantes
espinas y la emisión de numerosos pies de plantas por unidad
de área, entorpecen considerablemente las labores de control.
Dentro de las malas prácticas de manejo que han facilitado
la dispersión por todo el país y permitido que la
plaga se afiance y fortalezca, merecen mencionarse: la insuficiente
aplicación de medidas cuarentenarias con sistematicidad y
suficiente rigor, especialmente para el traslado del ganado vacuno
desde zonas infestadas a lugares aún libres; la destrucción
de la vegetación natural sin garantizar un control posterior
de la sucesión vegetal, la realización de acciones
aisladas que afectan más a las especies nativas que a la
invasora, y no iniciar el combate al aparecer los primeros brotes
de infestación.
Las múltiples afectaciones provocadas por el marabú
pueden ser resumidas así:
–Ocupa terrenos que dejan de estar aptos para
la producción, los cuales sólo poden ser reincorporados
a tales fines después de grandes inversiones y considerables
esfuerzos.
–Desplaza la flora y vegetación autóctona. Tratándose
de una isla como el caso de Cuba, que cuenta con abundantes especies
endémicas y que muchas de ellas tienen área de distribución
significativamente restringida, ello puede convertirse en un factor
que conduce a la extinción de valiosos elementos florísticos
nativos.
–Altera el funcionamiento de los ecosistemas que invade, lo
cual afecta todos sus componentes, bien sean bióticos o abióticos,
así como las relaciones que entre ellos se establecen, al
crear su propio nicho ecológico.
–Altera y homogeniza el paisaje, y reduce atractivos naturales
que afectan incluso la actividad turística.
A todo esto hay que agregar que los métodos
ordinarios de control no siempre pueden ser aplicados masivamente,
pues por lo general son costosos, implican un considerable esfuerzo
humano o pueden provocar grandes daños ambientales colaterales.
Veamos algunos de ellos:
–Métodos químicos. Se conocen
herbicidas capaces de garantizar un control efectivo de esta especie,
pero aspirar a erradicarla totalmente de todas las áreas
que ha conquistado, utilizando sólo estos productos, implicaría
un costo económico y ambiental insalvable.
–Métodos mecánicos. La chapea manual es realmente
efectiva cuando va destinada a controlar los primeros brotes de
infestación, pero pasado este momento resulta prácticamente
inviable. De igual forma, el uso de chapeadoras mecánicas
se dificulta cuando las plantas han crecido y sus tallos han engrosado.
El desbroce produce afectaciones al suelo que pueden comprometer
su uso posterior.
–Métodos físicos. La quema es una de las vías
más utilizadas para combatirla, a pesar de que implica también
afectaciones al suelo al destruirse la materia orgánica acumulada
y la flora microbiana durante la combustión, sin contar los
nefastos efectos que tiene sobre la fauna y los riesgos de que los
incendios se escapen de control. La especie es susceptible a la
anegación, pero es prácticamente imposible inundar
muchas de las áreas en que habita, sobre todo en colinas
y montañas.
–Métodos biológicos. En diferentes momentos
se han ensayado cultivos de cobertura, especialmente árboles
capaces de competir con el marabú y de crear un dosel que
cierre la entrada de luz. Con ello se pretende que la sombra reduzca
su potencial invasor, dada su condición de especie heliófila;
pero por lo general, si bien el marabú puede ser superado
en el crecimiento vertical, aventaja a sus competidores en la ocupación
horizontal del terreno y no logran siempre los resultados esperados.
El control por medio de animales predadores se ha limitado fundamentalmente
al uso de mamíferos herbívoros, para los cuales los
arbustos deben mantenerse a baja altura mediante acciones complementarias.
Otros enemigos naturales (insectos, hongos, bacterias, etc.), prácticamente
no han sido utilizados en el país.
¿Ormuz?
A pesar de todas las adversidades anotadas anteriormente, la presencia
del marabú en Cuba tiene también beneficios que no
deben ser olvidados:
–Desempeña un importante papel en la
conservación y beneficio del terreno, pues su amplio sistema
radicular evita la erosión y como otras leguminosas fija
nitrógeno atmosférico al establecer simbiosis con
bacterias que capturan este elemento del aire. Estos factores, unidos
a su abundancia y propagación espontánea, hacen que
se le considere como la especie que desempeña el papel más
importante en la protección de las franjas hidrorreguladoras
de las cuencas fluviales del país. Si se tiene en cuenta
el significado que posee la agricultura en la economía cubana
y que la degradación de los suelos es el problema ambiental
más apremiante, se comprende mejor el alcance de este beneficio.
–En sus intrincadas poblaciones encuentra la fauna un excelente
refugio para esquivar la persecución de predadores naturales
y cazadores furtivos.
–Tiene cierta utilidad para la apicultura por su discreto
aporte de polen y néctar.
–Constituye una importante fuente de alimento proteico para
animales herbívoros. El inconveniente que representan las
espinas para su consumo directo, aunque es mejor tolerado por cabras
y ovejas, puede ser minimizado controlando el crecimiento de los
arbustos de manera tal que se garantice la
presencia permanente de retoños tiernos; esto se resuelve
definitivamente separando, por métodos mecánicos,
el follaje y los frutos de los tallos, para mezclarlos con otros
productos. Actualmente se estudia la toxicidad de los taninos presentes
en esta especie y el procesamiento más adecuado del forraje
para contrarrestar su posible efecto perjudicial.
–La madera, duradera y resistente, tiene amplia utilización
en postes de cercas, horcones de construcciones rústicas,
bastones y otros objetos de ebanistería. Clasificada como
muy pesada y de alta densidad (1,11 g/cm³ con 15 % de humedad),
es de textura fina y grano recto, por lo que se considera que, convertida
en virutas, puede constituir una materia prima adecuada para fabricar
tableros de madera prensada y diferentes tipos de hormigones ligeros.
Suministra también una excelente pulpa para papel.
–El tallo y la semilla se usan para la fabricación
de variados objetos decorativos y artesanales.
–Tiene atributos ornamentales, evidentes no sólo en
sus flores vistosas, sino también el follaje de color verde
intenso y frutos retorcidos, a lo que es necesario sumar particularidades
relacionadas con el fácil cultivo y amplias posibilidades
de manejo, incluida una adecuada respuesta a la poda.
–La corteza y los frutos poseen propiedades antisépticas
y astringentes, dado su alto contenido de taninos.
–Se explota con fines energéticos. La leña del
marabú es de fácil combustión, produce una
braza duradera y tiene un poder calórico de 4 654 kcal/kg,
semejante al de otras especies forestales utilizadas tradicionalmente
en el país para producir energía, como es el caso
de la yana (Conocarpus erectous L.) y de la casuarina (Casuarina
sp.). La difícil situación económica por la
que ha atravesado el país con posterioridad a la caída
del bloque socialista europeo ha obligado a utilizarla ampliamente
en múltiples renglones de la economía, y hace mucho
tiempo que el carbón obtenido de ella tiene gran aceptación
en las labores de cocina por la escasa producción de humo
y cenizas, por lo cual altera poco el olor y sabor de los alimentos.
Constituye
incluso un renglón exportable que ya se explota en
algunas regiones del país (véase la experiencia
de la provincia de Las Tunas, publicada en Granma, el 9 de
enero de 2004,
p. 3).
Los
cubanos debemos en definitiva aceptar que el marabú
es ya parte de nuestra flora, e incluso de la cultura nacional,
y que pretender librarnos de su presencia a cualquier precio,
aun cuando resultara materialmente posible, constituiría
un lamentable error desde el punto de vista ambiental. La
convivencia con el causante de tantos perjuicios sólo
puede ser aceptada si se ponderan también sus beneficios,
si se minimizan al máximo los efectos negativos y si
se logra un manejo sostenible que armonice todas estas aspiraciones
y asegure un tratamiento silvícola científicamente
planificado. |
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El marabú tiene atributos ornamentales,
evidentes no sólo en sus flores vistosas,
sino también en el follaje de color
verde intenso y frutos retorcidos.
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Las investigaciones referidas a la efectividad e integración
de diferentes métodos de control, la preparación cultural
del ciudadano común para promover actitudes y formas de comportamiento
consecuentes con la dimensión del problema y la implementación
de medidas de carácter legal que obliguen a los propietarios
de tierras a asumir sus responsabilidades con enfrentamiento adecuado
de una plaga que amenaza a todo el país, pueden contribuir
significativamente a alcanzar tales objetivos.
¿Cómo utilizar el marabú?
Existen razones para ser optimistas, a pesar de que todavía
son insuficientes los estudios al respecto y de la escasa divulgación
que han tenido los resultados parciales de investigaciones en curso.
Podría intentarse no sólo recuperar un mayor volumen
de madera en lugares que son liberados de la plaga para dedicar
el terreno a otros usos, sino también lograr una producción
sostenible de biomasa en zonas dedicadas permanentemente a dicha
tarea.
De ser posible, si se seleccionan áreas previamente infestadas
para ser manejadas con tales fines, se reducirían gastos
inherentes a prácticas forestales que resultan necesarias
para el cultivo de otras especies, como es el caso de la preparación
de suelos, la creación de semilleros y viveros, así
como siembra, resiembra, atenciones silviculturales y control de
especies competidoras.
Las principales limitaciones para su explotación a gran escala
están dadas por la baja densidad inherente a toda biomasa
y las dificultades que para su manipulación condicionan las
espinas y la dureza del tallo. Por tanto, los principales esfuerzos
se concentran actualmente en la mecanización de las labores
de corte y compactación, lo cual debe lograrse con prácticas
productivas que no reviertan la significativa contribución
que realiza esta especie al mejoramiento del suelo y logrando a
su vez aprovechar las partes no leñosas para otros fines.
La filial camagüeyana de la Asociación Cubana de Técnicos
Agrícolas y Forestales desarrolla actualmente un proyecto
destinado a investigar el control y aprovechamiento integral del
marabú, gracias a lo cual se cuenta ya con el prototipo de
máquina capaz de cortar plantas de hasta 2,5 m de altura,
de separar las hojas, frutos y especies herbáceas acompañantes
con destino a la alimentación animal, así como de
picar los tallos en fragmentos de 10 a 30 cm y colocarlos directamente
sobre remolques que permiten su traslado hasta generadores de electricidad
como los existentes en centrales azucareros.
El combustible consumido inicialmente en labores de corte y traslado
es ampliamente superado por el aporte energético de la biomasa
obtenida. Según datos suministrados por el ingeniero Omar
Betancourt Buil, coordinador del proyecto, la máquina consume
una tonelada de petróleo para limpiar una caballería,
con lo cual se procesan unas ochocientas toneladas de marabú
en aproximadamente un turno de trabajo.
Se calcula que la combustión de dos a tres toneladas de esta
biomasa puede producir una cantidad de energía equivalente
a la generada por una de petróleo, lo que presupone una ganancia
superior a las doscientas toneladas de este último por la
explotación de cada caballería.
Actualmente se intenta perfeccionar el prototipo de la máquina
y llevarla a escala productiva, pero aún queda mucho por
investigar en otras aristas del problema: ¿Qué requisitos
debe reunir un área infestada de marabú para dedicarla
a la producción sostenible de biomasa combustible? ¿De
qué atenciones debe ser objeto para garantizar la productividad
necesaria? ¿Qué tiempo demora en volver a producir
una cantidad de biomasa equivalente? ¿Cómo organizar
el proceso productivo con mayor eficiencia? ¿Cómo
cuantificar los impactos ambientales positivos y negativos que provocaría
la explotación a gran escala de este recurso? No obstante,
como se dijo anteriormente, existen suficientes razones para sentir
optimismo. Estemos atentos.
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