Plantas
en La Habana Vieja
Todo debe
ser objeto de análisis
en la conservación de los inmuebles
del Centro Histórico de La Habana Vieja.
Por
Alina Cuza Pérez
y Roberto Rodríguez Roque
El Centro Histórico
de La Habana Vieja, declarado Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO, comprende numerosos inmuebles que atesoran valores arquitectónicos,
históricos y culturales.
La restauración de estos inmuebles incluye la realización
de investigaciones previas, entre las que se encuentra el diagnóstico
de las lesiones y patologías presentes en sus elementos constructivos.
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Fig. 1. Ficus sp. creciendo en
grietas
de la contraescarpa del Castillo de la Fuerza.
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Una de las lesiones
más frecuentes, debido al deterioro causado por organismos vivos
(biodeterioro), lo es sin duda la presencia de grietas sobre muros, techos
y balcones en las que crecen plantas superiores (Fig. 1).
En la mayoría de los casos estas plantas se desarrollan en fisuras
o grietas existentes en los elementos constructivos, y a medida que la
planta crece en longitud y grosor el sistema radical va ganando en extensión
y profundidad. Es por eso que se plantea la existencia de un efecto de
cuña, en el que las raíces van ensanchando las grietas en
que se originaron y que a su vez crean otras nuevas en aquellas zonas
en las que la piedra, el relleno o el mortero ofrezca menor resistencia.
En algunos inmuebles dentro del Centro Histórico y fuera de él,
las grietas originadas por las raíces de las plantas ocasionan
notables daños (Figs. 2 y 3), que comprometen la estabilidad de
los muros en que aparecen y pueden provocar la pérdida de elementos
de valor arquitectónico y patrimonial.

Fig. 2. Raíces de Ficus sp.
que agrietan los muros
del Museo Máximo Gómez, en la Quinta de los Molinos.
Las plantas,
además de deteriorar mecánicamente el sustrato, contribuyen
a retener localmente la humedad en la superficie sobre la que crecen y
excretan ácidos resultantes del metabolismo celular, así
como sustancias quelantes que forman sales con los minerales de los elementos
pétreos.
La
identificación de las especies de plantas que crecen sobre
elementos constructivos permite determinar aquellas que pueden alcanzar
porte arbóreo o arbustivo, las cuales presentan un sistema
radicular más desarrollado que las herbáceas y, por
lo tanto, ejercen mayor daño mecánico sobre el sustrato.
Es importante destacar que la identificación temprana de estas
plantas contribuye a su eliminación antes de que el daño
que pueden ocasionar sea irreversible. Los
estudios de identificación de plantas superiores sobre inmuebles
patrimoniales en el Centro Histórico de La Habana Vieja se
vienen realizando desde hace algunos años. González
Torres y colaboradores refirieron en 2001 los resultados obtenidos
en inmuebles de gran valor patrimonial, como la Catedral de La Habana,
el Convento de San Francisco de Asís y el Castillo de La Fuerza,
también estudiado por otros investigadores en 1995. |
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Fig. 3. Daños mecánicos
causados por el crecimiento incontrolado de Ficus sp. en el Convento
de Santa Clara de Asís. |
En el
2003 se realizó un tercer muestreo en el Castillo de La Fuerza
y otros estudios de identificación de plantas deteriorantes en
inmuebles del Centro Histórico, a partir de los cuales se obtuvo
mayor número de especies que en los trabajos precedentes.
Se han identificado 36 especies diferentes, pertenecientes a 24 familias
botánicas. Análogamente, con los resultados de Caneva y
Salvadori en 1988 y González Torres y colaboradores en 2002, las
especies más frecuentes pertenecen al género Ficus, aunque
son muy frecuentes Pteris vitatta, Pilea microphylla, Bidens pilosa y
Bryophyllum pinnatum (Figs. 4 y 5).

Fig. 4. Pteris vitatta en muros de
la fachada de la casa Prat Puig.

Fig. 5. Bryophyllum pinnatum muy abundante en
techos y aleros
de las edificaciones del Centro Histórico.
A continuación
se refieren, por su posible utilidad, los nombres científicos y
vulgares de las 36 especies reportadas: Lochnera rosea var blanca
(vicaria blanca), Lochnera rosea var púrpura (vicaria
morada), Turnera ulmifolia (marilope), Bidens pilosa
(romerillo blanco), Tridax procumbens (romerillo), Morinda
royoc (piñi piñi), Pilea microphylla (frescura),
Solanum erianthum (pendejera macho), Stigmaphyllum sagreanum
(bejuco San Pedro de flor amarilla), Rhytidophyllum crenulatum
(boca de león), Nephrolepis biserrata (helecho espada),
Nephrolepis multiflora (helecho), Pteris vitatta (helecho
muro), Ficus americana (laurel), Ficus havanensis (jagüey),
Ficus sp. (jagüey), Ficus religiosa (álamo),
Portulaca sp. (verdolaga), Gramínea (yerba mala), Leucaena
leucocephala (ipil ipil), Cenchrus echinatus (guisazo de
caballo), Chamesyce sp.1 (hierba de la niña), Chamesyce
sp. 2 (hierba de la niña), Sonchus oleraceus (cerraja),
Passiflora suberosa (huevo de gallo, meloncito), Cheilanthes
microphylla (helecho), Muntingia calabura (capulí),
Boerhaavia difusa (mata pavo, tostón), Bryophyllum
pinnatum (siempre viva), Cucurbita sp. (calabaza), Opuntia
ficus indica (tuna), Lepidium virginicum (mastuerzo), Petiveria
alliacea (anamú), Pluchea carolinensis (salvia),
Waltheria indica (malva), Cecropia peltata (yagruma).
En general, la mayor dificultad que se presenta con este tipo de agente
deteriorante radica en la poca importancia que se le atribuye a las plantas
en etapas tempranas, aún cuando es evidente que la mejor forma
de controlar el deterioro de los inmuebles por plantas superiores es mediante
la conservación preventiva.
La eliminación de estas plantas en algunos casos se realiza por
métodos manuales, lo que garantiza la remoción total de
las raíces para evitar una posible regeneración. No obstante,
con frecuencia este método es insuficiente y se requiere de la
combinación de métodos manuales y químicos para erradicarlas.
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