Martí y los nuevos traidores a la naturaleza
Discurso pronunciado
por el Dr. Raúl Valdés Vivó,
martiano confeso,
en la conferencia
Por una cultura
de la naturaleza. |
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José Martí, gran pensador universal, considera que el hombre alcanza su plenitud sólo en íntima relación con la naturaleza. Que la naturaleza es el brazo de la idea. Que no se es hombre, se es fuerza, se es naturaleza. Que la religión y la vida están en la naturaleza.
La palabra de Dios es la naturaleza.
Al abogar por la creación de maestros ambulantes que vayan a enseñar al campo, proclama que la naturaleza no tiene celos, ni odios, ni miedos, como los hombres, y la felicidad máxima de los pueblos está en el conocimiento de la naturaleza. Predica que contra ella nada es perdurable, como tampoco contra la verdad. Lo vemos en Iraq, donde se han revelado como falacias los pretextos de los invasores, que llegaron a ser tenidos por veraces.
Dos ideas de Martí guían la denuncia que presento en esta reunión que junta voluntades de quienes, con él, piensan que la naturaleza es más bella cuando la luz del mundo crece con la luz de la libertad, y se empaña y enturbia sin el Sol elocuente de la tierra redimida, allí donde cada mañana los hombres inclinan la frente ante el yugo, lo mismo que los bueyes.
La primera idea martiana que acompaña mi denuncia es que el mundo sangra sin cesar de los crímenes que se cometen en él contra la naturaleza. La segunda idea es que existen traidores a la naturaleza. Los señaló Martí en los jóvenes que no hacen cuanto la naturaleza espera de ellos para ser creadores y triunfadores. Estigmatizó como reos de traición a la naturaleza los que impiden la aplicación directa y espontánea de las facultades magníficas del hombre.
Hoy se impone denunciar a los nuevos traidores. La traición que cometen consiste en causar daños mortales a la naturaleza en su expresión de medio ambiente como hogar del hombre, y a la naturaleza en su manifestación de ser humano. Esa traición es de tal peligrosidad que ha puesto al borde del abismo la existencia misma del género humano. Estamos obligados a tomar conciencia y combatir una amenaza que no existió en tiempos de Martí. Fidel Castro, que lo llevó de autor intelectual al asalto del cuartel Moncada, llama a derrotarla sin perder un solo instante.
A escala de todo el planeta, a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI, se desarrolla una guerra contra la naturaleza, una destrucción permanente del medio ambiente, siendo todos culpables. Pero a ello se suman peligros en que la culpabilidad se acrecienta sobre unos pocos, precisamente los ya reos de traición por poner trabas a las facultades magníficas del hombre. Están agazapados entre esas 250 personas que tienen el ingreso de dos mil quinientos millones de seres golpeados por la miseria, la incultura y la desesperación. La lista de los peligros es inmensa.
La encabezan los conflictos de alta intensidad con el uso de las armas de destrucción masiva, como las temibles armas nucleares, cuyo zarpazo todavía hace de Hiroshima el símbolo que conmovió al mundo.
En la paz los trágicos accidentes en las centrales atómicas de Chernóbil, en Ucrania,
y Three Miles, en Estados Unidos, debieron haber sido la clarinada de alerta que, desgraciadamente, no fue escuchada. Washington reniega del Acuerdo de Kyoto.
Se agotan las fuentes de energía no renovables, se agota el agua, prosigue el envenenamiento del aire, cambian los climas. ¿Cómo no comprender el daño que ello ocasiona a la naturaleza humana? Martí considera que la naturaleza humana es mala por accidente; y por esencia, noble; pero se cuida de idealizarla y en ocasiones hay que admitir lo que él dice, que el hombre no es más, cuando más es, que una fiera educada.
A nombre de Martí es deber primordial condenar el empleo de la educación para hacer imperar la fiereza sobre la tierra y sin que la fiera revele su presencia.
Son fieras que no rugen, que en silencio matan, salidas de una educación con grandes recursos y al servicio de aspirantes a la hegemonía universal. Universidades, laboratorios y centros de investigación sirven a la muerte, la mentira y la esclavización y, sobre todo, están los que lucran con esos negocios antinaturales y los gobiernos que son sus cómplices. Jamás olvidar que el imperio acusa a sus víctimas de sus propios crímenes.
También apreciamos con orgullo el reverso de los traidores y las traiciones. Con nosotros, aquí, intelectuales y académicos, y otros muchos como ellos que, bloqueados, no han podido llegar, que merecen el calificativo superior que Martí buscaba alcanzar para sí, el de «hombre natural». Che Guevara hablaba del «hombre nuevo».
Si para Martí la mujer es la nobleza del mundo, la que da la llave de la vida, una mujer extraordinaria, voz genuina de África, que honra al Premio Nobel de la Paz al recibirlo este año, advierte que el virus causante del SIDA es un agente biológico creado por un científico para la guerra biológica. No dijo en los laboratorios de qué país, pero el gobierno de Estados Unidos se ha sentido justamente aludido, insultando a la negra valiente.
Con la autoridad moral de tener como único fanatismo la defensa de los árboles africanos y la recuperación de bosques que son pulmones de la humanidad, Wangari Maatha refuta la hipótesis de que el SIDA vino de los monos. Llevamos viviendo con ellos desde tiempos inmemoriales. Otros dicen que es una maldición de Dios, pero yo digo que no es posible. Y comparó la eliminación masiva de la gente, empleando el SIDA, con la invasión de Iraq.
Cuando esa genuina científica, a la que propongo enviar un mensaje a nombre de esta conferencia digna de Martí, dice que de los 38 millones de portadores del SIDA en el mundo, África cuenta con unos 25 millones, ¿cómo olvidar a los ideólogos que justifican el exterminio de las ricas civilizaciones de pueblos pobres negros, amarillos, musulmanes, latinos, en fin, pueblos del Tercer Mundo?. Quedan interrogantes sobre el ébola, el SARS, que golpeó a China, Vietnam, Laos, cuyos éxitos son admirables, y otras regiones asiáticas, la enfermedad del legionario, muchas nuevas plagas. Quedan, infundiendo espanto, esos formidables arsenales de las grandes potencias imperialistas para hacer guerras bacteriológicas y químicas, como Estados Unidos contra el pueblo coreano usurpando la bandera de la ONU. Pyongyang exhibió pruebas de que aviones yanquis lanzaron plumas de tinta infectadas con ántrax, pulgas
y otros artrópodos portadores de la peste, y regaron mosquitos transmisores de la fiebre amarilla.
A confesión de parte, relevo de pruebas, dice un dogma jurídico. En mayo de 1979 un Subcomité Especial del Senado de Estados Unidos, en documento oficial, establece que las armas biológicas son extremadamente adecuadas para sabotajes encubiertos, difíciles de detectar y relativamente baratos, por necesitarse sólo una pequeña cantidad para efectos muy nocivos. Aduce que ellos son comparables con los efectos de las armas nucleares, de emplearse contra poblaciones no protegidas y cosechas.
En Vietnam y Laos miles de personas y miles de hectáreas de suelo, que todavía hoy no pueden cultivarse, fueron víctimas mortales del famoso agente naranja, empleado por Estados Unidos durante su agresión a Indochina. El autor de este trabajo estuvo temporalmente, junto a la periodista cubana Marta Rojas, entre los que sufrieron el Agente Naranja, con afecciones en la vista. Fue testigo de los genocidios imperialistas en esa guerra durante los nueve años en que fungió de representante de Cuba ante los patriotas vietnamitas, laosianos y cambodianos, a cargo también de la Embajada cubana en la selva del sur del heroico país.
Para los cubanos la denuncia de la valiente científica africana es la suya propia, y no media en esto solamente el amor que Cuba siente por una parte de sus antepasados, lo que explica ese Ayacucho que fue Cuito Cuanavale, sino también su propia experiencia de más de cuatro décadas.
A la par del bloqueo genocida y la invasión mercenaria, están los incontables atentados contra nuestro Comandante en Jefe, algunos concebidos con medios biológicos, como el empleo de microorganismos letales y agentes biológicos para contaminar tabacos que le privaran de su barba y fueran luego mortales, y un traje de buzo infectado con bacilos de la tuberculosis.
La tarea número 33 de la célebre Operación Mangoose, a cargo de la tenebrosa CIA, con la cual el gobierno de Estados Unidos quiso aplastar la Revolución Cubana al fracasar la invasión mercenaria de 1961, ordenaba usar agentes biológicos y químicos para incapacitar a trabajadores azucareros.
Un año después Cuba sufrió el virus patógeno New Castle, cepa velogénica, y debió sacrificar casi todas sus aves. En los años sucesivos padecimos otros ataques norteamericanos y en 1971 la monstruosa epizootia de la fiebre porcina africana provocó el sacrificio de más de setecientos cuarenta mil cerdos. En 1978 fue el turno de la introducción de la epifitia de la roya de la caña, obligándonos a exterminar la variedad Barbados 4326, entonces conveniente por sus altos rendimientos agrícolas e industriales.
Una vez recuperado nuestro ganado porcino reapareció, en 1979 y 1980, la fiebre porcina africana, lo que costó otros trescientos mil animales; y vino el moho azul del tabaco, que llegó dentro de la tela de tapado de los cultivos importada de Estados Unidos, que al parecer había suavizado su férreo bloqueo. El moho azul destruyó más de 85 % de los cultivos. Nuestras exportaciones de tabaco se paralizaron y, por primera vez en siglos, debimos importarlo para el consumo nacional, que es muy alto pese a la incesante campaña oficial contra el hábito de fumar, en lo que Fidel ha dado el ejemplo.
Con la indignación que para el Apóstol es fuerza potente, hay que evocar el crimen de 1981 de introducir en Cuba la fiebre del dengue hemorrágico, organizado por la CIA, usando terroristas de origen cubano a su paga, residentes en Miami. El balance, del cual se enorgulleció el gobierno yanqui, fue la muerte de 158 cubanos, de ellos 61 niños.
Crimen comparable en maldad con la voladura en pleno vuelo, cinco años antes, de un avión cubano civil de pasajeros, que cometió ese mismo terrorista Luis Posada Carriles, detenido y condenado en Panamá cuando se disponía a efectuar una masacre en la universidad central de ese país con tal de asesinar a Fidel e indultado por la presidenta Moscoso. Un Posada Carriles libre, y presos injustamente los Cinco Héroes de la lucha contra el terrorismo. A ellos debemos enviar otro mensaje solidario.
En 1981 golpeó la conjuntivitis hemorrágica, endémica en el hemisferio occidental, salvo en Cuba gracias a nuestra salud pública, que asombra al mundo, y un poco más tarde padecimos la seudodermatosis nodular bovina, endémica en África, cuyo agente etiológico fue aislado en el laboratorio de Camp Terry de Nueva York. Y en 1984, en Guantánamo, una disentería originada en la base militar que allí instaló y mantiene a la fuerza Estados Unidos, ahora centro de tortura gemelo a los que sostiene en Iraq.
Cinco años más tarde nuestro ganado sufrió la epifitia exótica sigatoga negra, comenzando por el centro del país, y en 1994 la exótica hemorragia viral del conejo, común en México, siendo imposible que desde allí llegara a Cuba, como se demostró.
Para que nada faltara, las abejas fueron atacadas en 1996 con la varroasis, que introdujeron por Matanzas, en el centro del país, artificialmente, porque por vía natural debió haber sido por el occidente o el oriente. Ese mismo año el frijol, la papa, el pimiento y otros cultivos sufrieron el Thrips Palmi, un devorador polífago, otro «regalo» de ese Norte monstruoso y brutal al decir de Martí.
La Demanda del Pueblo de Cuba contra el Gobierno de Estados Unidos por los Daños Económicos ocasionados a Cuba prueba que prácticamente todos nuestros cultivos y producciones agropecuarias básicas han sufrido ataques antinaturales de los aspirantes al dominio mundial, que fundamentan una indemnización de al menos ciento veintiún mil millones de dólares por daños y perjuicios.
Podemos reunirnos en este hermoso y viejo hotel, a iniciativa del movimiento martiano
que conduce Armando Hart Dávalos, porque la Revolución Cubana ha sabido, como sabrá, hacer fracasar a los que, por traidores a la naturaleza, son exponentes exactos de la naturaleza social del imperialismo. El pueblo cubano, guiado por Fidel y su Partido, ejerce la política como el sacerdocio en que se convierte, para decirlo con Martí, cuando empujan a ella gran peligro patrio o alma grande. Igual ocurre en Venezuela con Bolívar
y el bolivariano Hugo Chávez y en todas partes de Nuestra América con líderes y fuerzas que responden a las particularidades de cada pueblo.
Si para el Apóstol hasta el exceso de arte es antiartístico y las grandes cualidades perecen por su exceso, ¿qué diría del consumismo burgués que inculcan los fanáticos del dinero, los que quieren reducir el hombre a una cosa que produce cosas y naufrague en el delirio de acumular, incluso sin necesidad de su consumo, cosas y cosas?
El consumismo es ajeno a nuestro socialismo y no puede caber en el mundo donde, como quiso Martí, reine la justicia, siempre hostil a la ambición e idéntica a la virtud.

Con él sabemos que ese otro mundo surgirá de la victoria de las masas ansiosas de justicia en todo el planeta y los creadores que las elevan a la lucha. Crear es pelear, crear es vencer, dijo el más natural de los hombres, que también predicó: «Este mundo es horrible: ¡créese otro mundo!».
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