¿Sueño, dioses?

 

Por
Alexander Machado Tineo*

Alguna vez intenté regalarnos una enciclopedia popular, con el título Las aguas del Sol. Después de tantos años sin añadir verbo y gracia a aquel empeño, comparto dos de sus viñetas acuosas.

 

Eolo se revuelve. Sueña un monstruo de múltiples cabezas circundadas por extrañas y metálicas alas. Plateadas, destellantes, giran circulares alrededor de tantos cuellos que no se pueden contar. El Dios retira el rostro; teme ser lacerado por una de estas formas cuyo fin se esconde a su ahora quebrada omnisciencia. Tras un tirón, una de las nubes de su lecho desprende polvo y lo hace estornudar. Inconsciente, Eolo impulsa un navío fenicio. Los tripulantes, aterrados por el soplo divino, prometen navegar pacientemente, sin detener la nave hasta que la deidad les reitere un aviso. Comienza el viaje.

El viejo Helio despierta. ¡Qué sueño raro! ¡Él, un Dios, y que sueña, ¿a quién se le ocurre?! Se levanta. En la cocina lo espera su mujer, la buena Caridad, que le sirve un humeante café. Helio no dice nada de su sueño. Adivina las bromas que se harán a su cuenta y prefiere callar. Se asea, desayuna y sale a trabajar como todos los días.

En el surco lo esperan sus dos hijos, que desde bien temprano adelantan el riego. Helio revisa, comprueba con placer que se han seguido al pie de la letra sus instrucciones. Levanta la vista. Lo deleita el rotar de unas aspas que se le antojan galopantes y que, a pesar del gasto matutino, mantienen el tanque del agua casi por la mitad. En su interior se vanagloria de no haber pensado nunca en desmontar su molino, ni siquiera cuando hace años todos compraron sus turbinas eléctricas y se pavonearon de confort y modernidad.
Helio aprendió muy bien, cuando era niño, que aprovechar el viento no le costaba nada a su familia; que el molino era casi como un juguete grande que no sólo podía bombear agua, también moler granos y, aunque ellos nunca lo habían visto en ese entonces, generar electricidad.

Los tiempos cambiaron, pero Helio siempre supo que el molino lo acompañaría a lo largo de su vida. Piensa ahora cómo actualmente se promueve su uso, y se estudia la forma de hacerlos más eficientes.

II
Eolo, figura de la mitología griega, gobierna los vientos por orden de Zeus, padre y soberano de los Dioses. Con el tiempo, la energía que procede del viento toma su nombre y se denomina comúnmente energía eólica. Su primera aplicación conocida fue en las embarcaciones de vela, cuyos primeros indicios datan de unos 3 000 años a.n.e.

Mucho más tarde, en la Edad Media, aparecieron los primeros molinos de viento, su otra forma de explotación más extendida. Los primeros se implementaron en Persia, alrededor del año 600 d.n.e. El eje de rotación de aquellos primeros artefactos era vertical, y las aspas, por supuesto, rotaban en un plano horizontal. Su eficiencia era más bien limitada, aunque constituyó un importante adelanto.

Salvo excepciones con fines turístico-deportivos, o como símbolos en algunas academias navales, el uso de barcos de vela ha caído en desuso debido a los avances en el transporte marítimo. A los molinos les tocó una suerte parecida durante muchos años.
A partir del uso extendido de los motores de combustión interna y después de la electricidad, los molinos se convirtieron prácticamente en objetos museables, y aunque siempre hubo regiones donde se mantuvo su explotación, esto se debía más a precariedad económica que a una elección consciente como «fuente alternativa de energía».

Es a partir de los años setenta del siglo pasado cuando, ante una de las cíclicas crisis petroleras, se plantea la necesidad de acudir a fuentes de energía que no se basaran en el consumo de este hidrocarburo y sus derivados. Las energías eólica, hidráulica y solar constituyen, junto a la energía nuclear, los nuevos objetivos. Sin embargo, este interés deberá esperar hasta los noventa, cuando una seria preocupación por procesos como el calentamiento global y su efecto invernadero, el reservado pronóstico sobre las reservas petrolíferas y la excesiva contaminación atmosférica, hacen que comunidades científicas, grupos ecológicos y organizaciones internacionales se den a la tarea de promover una nueva conducta hacia el planeta para revertir, o al menos detener, esa situación.

Europa, con su tradición secular de molinos, se mantiene hoy por hoy en el liderazgo de explotación de la energía eólica. Países como Alemania, España, Holanda, Dinamarca y Gran Bretaña, y acá en América los Estados Unidos, han diseñado parques eólicos con notables capacidades de generación. No obstante, existen proyectos a mediano plazo en la República Popular China que en opinión de algunos especialistas harían de este país el líder absoluto de generación eléctrica a partir de energía eólica para el 2020.

En Cuba existe un parque eólico en la isla de Turiguanó, Ciego de Ávila. Fundado en 1999, su uso ha permitido ahorrar al país más de 500 toneladas de petróleo hasta el año pasado, y ha brindado un servicio sostenido a más de 2 200 personas. Recientemente se inauguró otro parque, esta vez en la Isla de la Juventud, con más de tres veces la capacidad del primero.

La costa norte de la provincia de Holguín es otra zona donde se prevé la instalación de aerogeneradores, dado el potencial eólico que allí se manifiesta. Un total de once estaciones experimentales analizan a diario el comportamiento de los vientos en esa región. Mástiles de unos 50 m de altura se elevan para medir velocidad, dirección y presión, y definir de ese modo las principales características de esas corrientes de aire.

Los resultados han permitido establecer por los especialistas un potencial eólico-eléctrico total superior a los 500 MW. Para tener una idea, este potencial es equivalente a la capacidad generadora de la planta de Felton, ubicada en esa provincia, y no sólo resolvería la demanda de ese territorio (alrededor de 180 MW diarios), sino que tributaría la diferencia al Sistema Electroenergético Nacional.

Pero no sólo son Ciego de Ávila y Holguín los territorios con posibilidades para una estrategia energética de este tipo. A lo largo de casi toda la costa norte cubana, desde Villa Clara hasta las provincias orientales, existen zonas donde la ocurrencia relativamente sostenida de los vientos permitiría proyectos similares.

En un momento como este, marcado en el plano energético por la progresiva crisis de los hidrocarburos, buscar a tiempo soluciones que no son sólo más baratas, que ya es importante, sino también naturales, limpias, es un camino que, bien visto, merece toda atención y prioridad. En esa dirección la energía eólica es una alternativa muy interesante para nuestro país, como también lo es la energía solar fotovoltaica. Negarlo sería, simplemente, una necedad.

* Licenciado en Educación Plástica. e-mail: nerom@infomed.sld.cu