Bisturí, por favor,
que voy a cortar hierro

 

 

Por
Alexander Machado Tineo

Historia y aplicaciones de un acrónimo universal: el láser.

 

Entre los muchos adelantos de todo tipo que nos dejó el siglo xx, hubo uno que, por su amplio campo de aplicaciones, por los mitos relacionados con su poder y hasta por su nombre sonoro, quedó en el vocabulario de varias generaciones como sinónimo de una nueva era. Asociado con formas de energía desconocidas, con armas de elevado poder, con herramientas para trabajos e investigaciones de extraordinaria precisión, el láser fue durante muchos años una constante de la jerga y los efectos visuales utilizados en todas las formas posibles de ciencia ficción. Sin embargo, esas mismas personas que admirábamos la espectacularidad del «rayo láser» para abatir todo tipo de extraterrestres, no siempre dominábamos la verdadera utilidad que implicaba su uso en los más diversos campos de actividad humana.

Láser, historia de un acrónimo
Corre el año 1905. El joven Albert Einstein acaba de doctorarse por la Universidad de Zurich. Ese mismo año publica varios artículos donde expone ideas que luego serán utilizadas por él mismo y también por otros científicos para encaminar investigaciones que revolucionarían el mundo de la Física. Magnitudes como espacio, tiempo, masa y velocidad, modificadas por una nueva concepción de «relatividad», eran conducidas por un camino inédito que, aún hoy, plantea serias dificultades de comprensión a la mayoría de los seres humanos. Pero de todo ello, al menos para el tema que nos ocupa, podemos extraer un objeto de estudio puntual: la luz.

Einstein recupera para la comunidad científica de la época el carácter corpuscular de la luz, idea enunciada varios siglos atrás por Isaac Newton y según la cual la luz es una emisión de partículas. Fue este un paso muy importante, pues se reconsideraba la comprensión de fenómenos luminosos a partir de un criterio considerado obsoleto y que, sin embargo, era el único que podía dar respuesta a determinados problemas experimentales. De hecho, uno de los aportes del gran físico alemán es la concepción dual de la luz como un fenómeno al mismo tiempo corpuscular y ondulatorio. Pero eso no fue todo. Einstein también predijo el fenómeno de emisión luminosa por estimulación de los átomos, base teórica que permitiría en los años sesenta el desarrollo de equipos láser. Y, en definitiva, ¿qué es «un láser»?

Láser es una palabra española, aceptada por la Academia de la Lengua, para nombrar los dispositivos encargados de generar luz coherente y monocromática. Para decirlo de otra forma, y quizás comprenderlo mejor, acerquémonos a su origen: LASER es un acrónimo inglés formado por las primeras letras de Light Amplification Simulated Emission of Radiation (amplificación de luz por emisión estimulada de radiación). Se dice rápido, pero… ¿se entiende? Vayamos por partes.
Amplificación de luz: El láser es un dispositivo en el que se amplifica la luz que se recibe de una fuente dada.

Emisión estimulada: Estimulados artificialmente por algún tipo de radiación luminosa (una lámpara potente) o por una descarga eléctrica, los átomos de la sustancia elegida para construir el láser emiten una luz con determinadas propiedades.

Coherencia y monocromatismo: Son las propiedades fundamentales de la luz que debe generar un láser. La coherencia se refiere a la uniformidad, con respecto a un eje, de las ondas emitidas. El monocromatismo, como su nombre lo indica, se refiere a la pureza de su color. Estas características hacen que la «luz láser» se propague prácticamente sin ningún tipo de dispersión. De paso, la concentración de toda esa energía permite, de acuerdo a la potencia del dispositivo, desarrollar tareas como cortar, evaporar y fundir, con elevados niveles de precisión.

Existen varios tipos de láser y también varias formas de clasificarlos. Una de ellas tiene que ver con el estado de la sustancia escogida para ser estimulada, o sea, si esta sustancia es sólida, líquida o gaseosa. También se les puede clasificar por el medio de estimulación que se utiliza: óptico o eléctrico. Desde el punto de vista comercial suelen clasificarse, además, por el color, de modo que hay láseres rojos, azules, verdes. No obstante, este es un criterio importante para los científicos, pues indica la longitud de onda de la emisión.

Los láseres más comunes son los gaseosos, y esto tiene que ver con dos aspectos fundamentales. Uno, la eficiencia energética de la radiación resultante; y dos, el costo de producción. Sin embargo, el primer láser de que se tiene noticias fue construido por el físico norteamericano Theodore Maiman, en 1960, y fue un láser sólido: de rubí.

Láser en Cuba
Desde una época tan temprana para la historia del láser como la década de los setenta, nuestro país puso en práctica estrategias para la introducción y luego producción de estos equipos. Asimismo, han sido creados centros dedicados a la investigación de nuevos usos posibles. La salud, la industria química y farmacéutica, los estudios sobre el medio ambiente y el exigente universo de las mediciones son algunos de los campos donde más avance hemos tenido. La Agencia de Energía Nuclear y Tecnologías de Avanzada de Cuba (AENTA) y el Centro de Aplicaciones Tecnológicas y Desarrollo Nuclear (CEADEN) son instituciones cubanas dedicadas al estudio, producción y comercialización de láser cubano.

El trabajo sostenido de nuestros científicos durante varios años permite que Cuba sea hoy un productor de equipos médicos basados en tecnología láser de probados resultados terapéuticos. Lasermed es la marca cubana de estos productos, muchos de los cuales son distribuidos en hospitales y policlínicos de todo el país.

¿Al machete?
Las aplicaciones prácticas del láser son innumerables. Perfectamente podría escribirse todo un libro sobre esto, aunque para nadie es un secreto la extraordinaria importancia que ha alcanzado su uso en la medicina. Un bisturí láser, por ejemplo, no sólo corta, sino que al mismo tiempo cauteriza, y esto permite operaciones más rápidas y con menos pérdida de sangre, ideal para ciertos tipos de dolencias. La cirugía oftalmológica es otra rama médica que debe mucho al láser, pues el ojo es un órgano óptico y operarlo con láser permite corregir «errores» de algunas de sus partes, con la lógica alegría de los pacientes. Las herramientas de corte láser unen la elevada exactitud en las medidas con una mínima transmisión de calor a la pieza que pretende cortarse. Prácticamente todas las ramas de producción industrial aprovechan esta precisión y limpieza: las industrias aeronáutica, electrónica, automovilística, mobiliaria… Además, para quien subestime su potencia, téngase en cuenta que, por ejemplo, un láser de dióxido de carbono potente es capaz de cortar láminas de acero de hasta 20 mm de grosor, a una velocidad que en algunos modelos alcanza 8 m/s. La industria militar, por supuesto, explota también esta tecnología, pero con el macabro fin de crear armas cada vez más «infalibles» en el triste arte de matar.

Si decidiéramos seguir enumerando esferas de la actividad humana donde se utilicen estos dispositivos, llenaríamos muchas páginas de ejemplos: curiosos algunos, peligrosos otros, impresionantes todos. Pero hasta aquí hemos podido compartir una mirada ágil, y espero que grata, a una tecnología que, por suerte, no ha debido esperar por marcianos para servir al hombre. Y aunque los tiempos de la mítica espada láser de La guerra de las galaxias, están –por suerte– todavía distantes, lo que sí podemos hacer hoy es disfrutar la hermosa música de esa película en un lector de CD, láser por supuesto, imaginando quizás que el viejo Albert dirige la orquesta.

* Licenciado en Educación Plástica. e-mail: nerom@infomed.sld.cu