Biomasa cañera
y Revolución Energética

 

Por
Julio Torres Martínez*


Continuidad del Programa
de Desarrollo de las Fuentes Nacionales de Energía en la Revolución Energética.

 

Como culminación del proceso promovido en 1992 por el Segundo Secretario del PCC, General de Ejército Raúl Castro Ruz, y bajo la coordinación de la Comisión Nacional de Energía entonces existente, en mayo de 1993 el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros aprobó el Programa de Desarrollo de las Fuentes Nacionales de Energía, debatido y aprobado después por la Asamblea Nacional del Poder Popular en junio del mismo año.

En el Programa se distinguieron y ordenaron, según su importancia, las principales fuentes nacionales de energía y se propusieron las medidas más urgentes para resolver la difícil situación que confrontaba el país ante el doble bloqueo impuesto a Cuba y la fuerte dependencia del petróleo que caracteriza la economía cubana, bastante mayor que la del promedio de los países latinoamericanos —aun cuando algunos de ellos son exportadores tradicionales de hidrocarburos—, a fin de preservar las conquistas de la Revolución Socialista.

El Programa de 1993 constituye un documento avanzado que propuso la eficiencia como la primera fuente nacional de energía y el petróleo crudo nacional como la segunda, las que hacían posible entonces que se mantuviera funcionando el Sistema Electroenergético Nacional cubano (SEN), una de las conquistas de la Revolución.

El Programa también distinguió la agroindustria azucarera como la tercera fuente nacional de energía y durante su discusión se planteó que, cuando se requirieran nuevas capacidades en el Sistema, sería necesario analizar detenidamente la conveniencia y factibilidad de introducir cambios tecnológicos en el sector para aprovechar de manera eficiente la biomasa cañera.

La reducción continua de las producciones cañera y azucarera después de 1993 incidió de forma negativa en la posibilidad de introducir esos cambios tecnológicos en la agroindustria, a pesar de numerosos estudios de oportunidad y factibilidad exitosos que confirmaron las ventajas de la biomasa cañera para sustituir petróleo en la generación de electricidad.

Algunos de esos estudios llegaron a alcanzar la etapa de proyectos de inversión, que solo dependían de completar el financiamiento requerido para su implantación (por ejemplo, el Proyecto del central Héctor Molina, en la provincia de La Habana, donde se propuso instalar una central termoeléctrica con unos 40 MWe de capacidad), aunque la mayoría de ellos se caracterizó por considerar casos aislados que se analizaban de forma coyuntural, según los intereses de los inversionistas externos.

Por otra parte, el Equipo Nacional para la Mitigación del Cambio Climático también realizó estudios en los que se propuso emplear de manera intensiva la biomasa cañera y se analizaron sus ventajas con un enfoque más integral desde los puntos de vista ambiental, económico, financiero, tecnológico y otros, que ilustran los beneficios obtenidos al sustituir con biomasa cañera el petróleo crudo cubano, utilizado entonces para generar casi 100% de la energía eléctrica que consumía el país.

Algunas oportunidades
Entre los estudios ya mencionados que realizó el Equipo Nacional para la Mitigación del Cambio Climático, se destaca uno que se analizará en ciertos aspectos por su repercusión en cuanto a la participación de la biomasa cañera en el inicio del tránsito hacia una energética sustentable en Cuba.

Como resulta ampliamente conocido, después de 1990 se produjo una reducción creciente de la producción cañera en Cuba, cuya involución puso en riesgo la existencia misma de toda la actividad económica relacionada con ese cultivo, sostén principal de la economía durante más de cuatro siglos caracterizados, no obstante, por la extrema pobreza de los trabajadores cañeros y azucareros, el atraso tecnológico, la ínfima eficiencia general del desempeño, el bajo aprovechamiento del factor de escala y otras limitantes que impidieron reducir los costos de producción, lo que se unió al doble bloqueo impuesto a la nación cuando desapareció la Unión Soviética y la Comunidad Socialista, lo que conllevó la pérdida de ciertos mercados tradicionales.

Ese descalabro técnico-económico no culminó en una verdadera tragedia social gracias a la existencia de la Revolución Cubana, que «inventó» el estudio como trabajo y orientó la realización de dos redimensionamientos sucesivos entre los años 2002 y 2005 sin despedir un solo trabajador agrícola ni industrial, reduciendo los 156 ingenios que poseía Cuba en 1990 hasta alrededor de 60, mientras la fabricación de azúcar disminuyó desde las más de siete millones de toneladas métricas (t) obtenidas hace quince años, hasta cerca de un millón de tonelada en la zafra que terminó a principios de 2005 —y, al mismo tiempo, la producción de caña también se redujo desde más de setenta millones de toneladas hasta menos de veinte millones en igual período.


El Programa también distinguió la agroindustria
azucarera como la tercera fuente nacional de energía.


Debe aclararse que el enfoque general de este epígrafe parte de una visión de la caña como cultivo energético, basado en el carácter excepcional que ella posee por su condición de vegetal C4, en cuanto a la eficiencia con que acumula la energía solar: en el cañaveral se almacena en promedio una tonelada equivalente a petróleo por cada tonelada de azúcar que se fabrica, contando sólo la energía contenida en el bagazo y los residuos agrícolas de la cosecha (RAC) o paja de caña, incluyendo el cogollo.

Si todo ese «petróleo verde» se acopia y aprovecha de manera eficiente con tecnologías adecuadas, pudiera servir para generar entre 100 y 300 kWh de energía eléctrica por tonelada de caña molida, con costos inferiores a los que resultan cuando se genera dicha energía con petróleo y otros combustibles fósiles que, además, contaminan el ambiente y no son renovables, como la biomasa cañera.

Además, actualmente se perfeccionan tecnologías avanzadas que permitirán gasificar la biomasa cañera para alimentar con ella turbinas de gas en ciclo directo y combinado (o celdas de combustible más adelante) y en ambos casos se elevará de manera notable la eficiencia, incrementándose así la generación de electricidad con dicho portador renovable hasta cifras estimadas entre 600 y 800 kWh por tonelada de caña molida, o más.

El escenario escogido para este análisis propone emplear de forma intensiva la biomasa cañera para sustituir petróleo mediante la generación de electricidad, más la fabricación de etanol para el transporte y una industria alcoquímica. Con ese fin se estudiaron algunas variantes para instalar termoeléctricas con 270 MWe de capacidad de generación mediante distintas combinaciones de potencias y combustibles, más un cierto número de destilerías, así como diferentes precios para la biomasa y los valores de inversión en las nuevas tecnologías requeridas, junto a ciertas consideraciones sobre los cambios de dichos valores cuando se incrementa la participación de la industria nacional, más

los beneficios adicionales que pudieran obtenerse al aprovechar el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL, o CDM en inglés) mediante la venta de Certificados de Emisión, para contribuir a financiar el proceso inversionista correspondiente.
Entre otras ventajas y beneficios —aún no cuantificados en su totalidad— que tendría este escenario, están las referidas a:

• La ganancia ambiental obtenida al generar electricidad, así como nuevos servicios de transporte automotor, masas plásticas y otros productos valiosos de la industria química, bienes y servicios producidos a partir de la biomasa cañera, una materia prima nacional que es renovable y no contamina el ambiente.
• El incremento en la competitividad de la caña y el azúcar, cuyos costos de producción se reducirían proporcionalmente al aumento del valor de sus residuos, ahora «convertidos» en petróleo, así como a los mayores volúmenes en la producción de ambos renglones, que se desvinculan de los precios internacionales del azúcar y hacen desaparecer las restricciones que ahora existen para su aumento sostenido.
• La mayor independencia del país, que no solo generará la electricidad que necesita con fuentes nacionales renovables, sino además con tecnologías fabricadas en Cuba y, por tanto, de acceso seguro y estable, con ganancias financieras y un desarrollo industrial propio no despreciables.
• Los ingresos adicionales provenientes del petróleo dejado de consumir, tanto por su posible exportación directa como por su refinación y la venta de sus productos más valiosos, al evitar su combustión para generar electricidad.
• La eventual exportación de los equipos y tecnologías fabricados nacionalmente para las termoeléctricas bagaceras y las destilerías de nueva construcción, una vez establecidos sus parámetros de calidad según las normas internacionales vigentes o las que pudieran surgir al perfeccionarse la experiencia cubana en este campo.
• La posible «exportación» de la experiencia cubana en este campo, unida al know how correspondiente, como mínimo para los ochenta países subdesarrollados que cosechan caña de azúcar, lo que incrementaría los efectos beneficiosos para el medio ambiente hasta lograr quizás cierto impacto sensible en el orden global, sobre todo por el efecto multiplicador de esa experiencia en otros países subdesarrollados.
• El valor de comenzar la implantación consciente de una energética sustentable a principios del siglo xxi, que introduciría desde ahora una reducción en el incremento de la concentración atmosférica de los gases de efecto invernadero (GEIs) y aumentarían las posibilidades de controlar o disminuir los efectos perniciosos del cambio climático, a pesar del aumento esperado de la población y de la demanda de servicios energéticos debido a dicho aumento, sobre todo en los países subdesarrollados.

Esta última ventaja tiene un importante significado, porque la replicación exitosa de esa experiencia permitiría que la porción mayoritaria de la humanidad —que vive en los países pobres— se desarrolle según sus necesidades y haga valer su derecho a ello, aunque sin repetir los errores de los países industrializados, ya que la satisfacción de su demanda de servicios energéticos se resolvería a partir de conductas más racionales y de fuentes renovables de energía, sin aumentar la contaminación de la biosfera con los desechos de los portadores fósiles y sin destruir valiosas materias primas irremplazables mediante su combustión innecesaria.

Debe agregarse a lo anterior que la Revolución Energética concebida y liderada por nuestro Comandante en Jefe, además de rediseñar el Sistema Electroenergético Nacional y aumentar su eficiencia general mediante la descentralización de la generación eléctrica, ha dado nuevo impulso a los trabajos en dirección a la sustentabilidad mediante los Grupos de Expertos creados a principios de 2007, entre los que sobresalen el de la Eficiencia y el dedicado a la Biomasa Cañera y Forestal, así como los de las energía eólica, hidráulica, oceánica, solar térmica, solar fotovoltaica y biogás, entre otras.
El Grupo de la Biomasa Cañera y Forestal incluyó entre sus objetivos de trabajo hasta el 2020 la realización de estudios de factibilidad para introducir en la agroindustria azucarera el cambio tecnológico requerido para generar grandes cantidades de electricidad con el bagazo y las hojas de las cañas molidas en los centrales que funcionan actualmente, así como la proyección de los estudios necesarios para generalizar después los resultados alcanzados con costos inferiores, gracias a una mayor participación de la industria nacional y del capital humano calificado que atesoró la Revolución.

En particular, las inversiones aprobadas para el período hasta el 2010 contemplan el estudio de factibilidad para un proyecto demostrativo que permita comprobar en la práctica la operación en Cuba de esquemas tecnológicos exitosos desde hace decenios en varios lugares del mundo con el objetivo de generar electricidad mediante el empleo eficiente de la biomasa cañera, logrando índices superiores a los 100 kWh por tonelada de caña molida, comunes ahora en Hawai, la Isla de la Reunión, Isla Mauricio, Isla Guadalupe en las Antillas Menores y en ingenios seleccionados de la India, Australia, etcétera.
La tabla 1 muestra los parámetros fundamentales de un conjunto seleccionado de termoeléctricas bagaceras existentes en varios lugares desde los años ochenta.

• Beaufonds arrancó en 1983 y la inversión (con apoyo financiero de la Unión Europea) se recuperó en aproximadamente cuatro años.
• Bois Rouge arrancó en 1992 y Le Gol en 1995; Gardel, en junio de 1998.
• Belle-Vue arrancó en agosto de 2000.

Las termoeléctricas referidas funcionan durante todo el año utilizando bagazo con alta eficiencia durante la zafra y carbón mineral el resto del tiempo, a partir del concepto elaborado por Charbonnages de France (CdF) y la Empresa Electricité de France (EdF), conjuntamente con las empresas azucareras de la Isla de la Reunión durante los años ochenta; sin embargo, los índices de generación incluidos en la tabla 1 se calcularon teniendo en cuenta solo el bagazo utilizado para ella.

* Especialista del Observatorio Cubano de Ciencia y Tecnología, La Habana.
e-mail: julio.torres@occyt.cu