El carbono nuestro
de cada día


Por
Alejandro Montesinos Larrosa*



—¿Bonos de carbono?
—Sí, y con alto valor de cambio.
Seamos directos:
1. El Sistema periódico (o Tabla periódica, o de Mendeléiev) impulsó la Química.
2. El Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) ha puesto en venta uno de sus elementos: el carbono.

 

Veamos el asunto desde la propiedad (individual, o colectiva): Hasta donde sabemos, nadie tiene la posesión intransferible de ningún elemento químico. Algunos mortales aportaron sus investigaciones al Sistema de marras (como confirma la historiografía): el hidrógeno lo «descubrió» Henry Cavendish; el calcio y el potasio no se resistieron ante Humphry Davy (quien, también, demostró que el diamante estaba compuesto de carbono —tengámoslo en cuenta—); el vanadio tuvo su conquistador en Andrés Manuel del Río; a Jöns Jakob Berzelius se debe el descubrimiento de otros tres elementos (cerio, selenio y torio), además de ser el primero en aislar el silicio, el circonio y el titanio…; sin embargo, nadie ha reclamado derecho de «conquista» —o de «corso»— sobre el hierro, cobre, cinc, azufre, arsénico, plata, estaño, mercurio, plomo, bismuto, oro… y carbono (los historiadores sí recuerdan el tráfico de especias, plata, oro… y personas).

Y ahora el carbono está dando dolores de cabeza a nuestra humanidad civilizada:
Con su sobreabundancia nos conduce al ya mítico «cambio climático».

Indaguemos en la cuestión desde su linde desarrollista (léase, primermundista): Como hay mucho carbono «malo» por ahí, aparecen los financistas con una tarea «científica» bien clara: Inventemos tecnologías y aparatos para «secuestrar» al elemento insumiso; encerrémoslo en «cualquier oscuro rincón», preferiblemente, y a largo plazo, en antiguos depósitos de gas y petróleo, en minas de carbón ya expoliadas, en acuíferos salinos proscritos…

Otro resquicio desarrollista (léa-se, hacia el Sur): Como hay oportunidades de dinero y transferencia tecnológica, no seamos obstinados y vayamos, con cautela y ropa nueva, al festín.

[Pongamos entre corchetes una definición del MDL, bastante cercana a la común tendencia: Acuerdo suscrito en el Protocolo de Kyoto establecido en su artículo 12,
que permite a los gobiernos de los países industrializados y a las empresas suscribir acuerdos para cumplir con metas de reducción de gases de efecto invernadero en el primer periodo de compromiso comprendido entre los años 2008-2012, invirtiendo en proyectos de reducción de emisiones en países en vías de desarrollo como una alternativa para adquirir reducciones certificadas de emisiones a menores costos que
en sus mercados].

He aquí el meollo, o el pollo del arroz: «a menores costos que en sus mercados».
Miremos el costado receloso: ¿Se trata de tecnologías —¿limpias?— y dinero —¿limpio?— para el desarrollo de los del Sur? No leemos, en el supuesto omnisciente Internet, ni una sola transacción MDL entre ricos (y los detectores de capital, hasta donde sabemos, no dejan escapar ni una migaja de plusvalía).

Un vistazo gubernamental: ¿Serán irresponsables los gobiernos que no acceden al MDL?: ¿Son imprudentes los que ya forman parte de él? Cada país, y gobierno, decide su vector, con la historia y decisiones que le fomenten sus hijos. No obstante, ¿por qué sólo los gobiernos tienen derecho a los «bonos de carbono»? Algún ciudadano pudiera reclamar jurisdicción para vender el carbono alojado en su fémur izquierdo, o en el lado zurdo del corazón, o en el envés de una flor, o en el siniestro de sus harapos. [Ya alguien (Fito Páez, le dicen), vino a entregar su corazón]. Los ciudadanos, zurdos y derechos (y ambidiestros), deberíamos participar, es decir, tomar parte en las decisiones de los «mecanismos» y realizaciones de cualquier «desarrollo», preferiblemente «limpio» y compartido.

Seamos francos: ¿cuánto gastamos en verificar (cuantificar) los «bonos de carbono»?
En habla popular, buena parte de la plata por ahí se va, en los mecanismos de verificación de los «bonos», sin que llegue la «sustancia al caldero»; y, sin embargo, nos vienen a visitar algunas personas «importantes» a las que, como buenos anfitriones, les ofrecemos los mejores colchones y los más añejos caldos.

Acudamos a la poesía (a Martí, siempre imprescindible en asuntos nuevos, o un poco olvidados):

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

¿Qué quieren los traficantes de bonos de carbono? Desde la cornucopia del refranero asoma una de las posibles respuestas: «Desvestir a un muerto para vestir a otro».
¿Debemos enarbolar a Maquiavelo con su tesis de que «el fin justifica los medios»?
Hace pocos días —en el mismo escenario donde un mestizo (Hugo Chávez) calificó a Barac Obama como «Premio Nobel de la Guerra»—, un indio (Evo Morales) nos lanzó su aliento redentor: «¿por qué no someternos a los pueblos? Es lo más democrático».

* Escritor, editor e Ingeniero Mecánico. Máster en Periodismo.
Director de la Editorial CUBASOLAR y de la revista Energía y tú.
tel.: (537) 6407024.
e-mail: amonte@cubasolar.cu