Uso de la energía nuclear:
Por
Enrico Turrini*
Además de los riesgos de contaminación, persiste la conexión nuclear civil-militar,
en un mundo que necesita,
como solución verdaderamente socialista, la opción de las fuentes renovables de energía. |
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Debido a los graves problemas medioambientales que provoca el uso de las fuentes fósiles de energía (carbón, petróleo y gas), se intenta demostrar las ventajas de un fuerte desarrollo de las fuentes nucleares de energía. Hoy en día en el mundo hay alrededor de veinte países con minas de uranio, como Canadá, Australia, Rusia, Estados Unidos y países africanos como Nigeria y Namibia, entre otros. No es gratuito, por ello, que varias transnacionales interesadas en la energía nuclear estén mirando a África, donde parece se encuentra alrededor de 20% de las reservas mundiales de uranio.
Examinemos, ahora, los graves peligros que ocasiona la elección nuclear, los que pude constatar directamente por haber trabajado varios años en este campo.
Los reactores nucleares activos y en construcción son reactores térmicos que utilizan uranio 238, enriquecido con 3-4% de uranio 235 fisionable. En una central electronuclear se produce la fisión nuclear a través de una reacción en cadena, de manera tal que pequeñas partículas llamadas neutrones rompen los átomos de uranio 235 y producen un fuerte calor que, como en una central térmica que utiliza combustibles fósiles, pone en movimiento una turbina a vapor y enseguida un alternador para la producción de electricidad. En esta reacción se generan grandes cantidades de desechos radioactivos.
En funcionamiento normal una central electronuclear emite radioactividad en pequeñas cantidades; sin embargo, pueden producir graves enfermedades, es decir, leucemia y cáncer, si los seres vivos permanecen bajo la radiación durante un largo período.
Además, este tipo de contaminación no produce sus efectos negativos únicamente alrededor del reactor, pues los elementos radioactivos emitidos al aire pueden ser trasladados por los vientos muy lejos, para después bajar a tierra a través de la lluvia. Los elementos radioactivos emitidos en el agua también pueden difundirse con facilidad mediante los ríos.
Un peligro extremadamente grave e inevitable es el causado por los desechos que mantienen elevados grados de radioactividad durante decenas de miles de años y, por lo tanto, deberían estar aislados totalmente del ambiente externo. Además, si se almacenan en contenedores ra-diactivamente aislados bajo tierra, no se obtiene ninguna seguridad por la posibilidad de ocurrencia de terremotos y otras catástrofes naturales, o por atentados terroristas, etc., de esta manera pueden perder la vida millones de personas.
Existen, también, estaciones de reprocesamiento de los desechos que liberan grandes cantidades de radioactividad y se registra una fuerte subida de la leucemia en personas que viven en lugares cercanos, aunque esta realidad se esconde de la opinión pública mundial. En esas estaciones hay la posibilidad de extraer plutonio, que se puede utilizar en la construcción de bombas atómicas. Esto evidencia la relación peligrosa existente entre la nuclear civil y la nuclear militar, y por eso varios países ya tienen su propio arsenal de armas atómicas.
No se puede, por supuesto, olvidar el hecho que los trabajadores que extraen el uranio de las minas se enferman a menudo de cáncer de los pulmones.
También algo muy grave es la posibilidad de accidentes térmicos (sobre todo debidos a roturas de válvulas o tuberías por donde pasa el líquido refrigerante), o accidentes debidos a actos terroristas y guerras, que pueden tener consecuencias catastróficas.
Pensemos, ahora, en el accidente de Chernóbil, ocurrido en1986, por el cual se calcula que en un período de setenta años, desde su acontecimiento, se pueda llegar a alrededor de un millón de personas con enfermedades tu-morales. Si el número de reactores se multiplicara por diez en las próximas décadas, estarían funcionando miles de reactores con alta probabilidad de un grave accidente cada 3-4 años, según un estudio muy profundo del científico estadounidense Rasmussen.
Puede ser importante hacer una pequeña alusión a los reactores rápidos, fuertemente enriquecidos con uranio 235 hasta 60%, o en plutonio 239: son tan peligrosos que en 1998 se decretó el cierre del único reactor rápido en función, el Superfenix francés.
Al fin, se pueden brevemente tomar en consideración los reactores a fusión nuclear, que por el momento están en fase de estudio, donde la fusión acontece por la colisión de elementos con bajo número atómico, como el deuterio derivado del hidrógeno. Se puede realizar una fusión caliente sólo a temperaturas de decenas de millones de grados, para lo cual se necesitan instalaciones de dimensiones increíblemente grandes y se producen fuertes contaminaciones térmicas y nucleares. Además, en la fusión permanece la conexión entre la nuclear civil y la nuclear militar.
Vista aérea de una central electronuclear.
Se habla también de fusión fría, que por el momento no es realidad y de todas maneras no estarían resueltos los problemas debido a la emisión de radioactividad y a la conexión nuclear civil-militar. Se busca defender la fusión diciendo que esta se genera en el Sol, que así nos envía una energía maravillosa. Es verdad, pero en el Sol no hay seres vivos y entonces no existe el peligro debido a la radioactividad, y los rayos del Sol cuando llegan a nuestro planeta están totalmente limpios, sin ninguna emanación radioactiva.
Se puede afirmar, al final, que la elección energética nuclear es todavía más peligrosa que la elección de los combustibles fósiles.
Llega ahora el momento de preguntarse: ¿Es compatible con el derecho a la vida y a la paz la utilización de tecnologías tan contaminantes, aunque sea en condiciones normales de funcionamiento, y que se convierten en catastróficas si no hay condiciones medioambientales perfectas y si no hay una sociedad perfecta donde no existan rivalidades entre los países, actos de terrorismos, etc.? Pienso que se puede contestar a esta pregunta con un claro ¡No!
Por suerte, tenemos una clara posibilidad de disminuir paulatinamente el uso de fuentes energéticas fósiles y nucleares. Tenemos la suerte de contar con un padre maravilloso, el Sol, que nos brinda energía de vida con sus fuentes renovables de energía, fuentes directas (fotoeléctrica y térmica) e indirectas (viento, agua, biomasa), totalmente limpias y sobre-abundantes en todos los lugares del planeta, es decir, descentralizadas, de manera que facilitan una vida digna y saludable, verdadera independencia y seguridad a todos los pueblos.
Por eso, los países del ALBA tienen la tarea, en este mundo dominado a menudo por la mentalidad neoliberal en dirección de la muerte, de hacerse promotores de un camino en dirección de la vida, y desterrar la idea de optar por la opción nuclear y tomar, con siempre más fuerza, el camino del Sol, para convertirse en ejemplo de un mundo nuevo, donde se desarrolle un socialismo que, para ser verdadero, debe ser solar.
* Científico y pensador humanista italo-cubano. Autor de los libros El camino del Sol,
Energía y democracia, Ideología solar: hacia la vida y
El camino del Sol para niños y jóvenes. Miembro de Honor de CUBASOLAR.
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