El reloj solar ecuatorial

Por
Luis Bérriz Pérez*



 


Experiencias de un círculo
de interés sobre el desarrollo energético sostenible (III).

 

Era el día 8 de mayo, sábado, y tenía en mi plan asistir al círculo de interés de la cuadra sobre el desarrollo energético sostenible. Ya este círculo llevaba trabajando varios meses y se había terminado el ciclo de los relojes solares. En ese día debía empezar el ciclo del aprovechamiento térmico de la energía solar.

Como de costumbre, llegué a la hora. Ni antes, ni después.

—Buenos días —les dije.
—Buenos días —respondieron a coro.


A mí no me gusta llegar tarde a ninguna actividad. Pienso que es una falta de respeto a los otros participantes. Y mucho menos a aquellas actividades donde deben esperar por mí para empezar. Si valoro mucho el tiempo mío, pues considero que es una de las cosas más valiosas que tengo, y el que pierdo no lo puedo recuperar, también valoro mucho el tiempo de los demás. Sólo me permito llegar tarde cuando me invitan a un cumpleaños o a otras actividades festivas, porque sé, por experiencia, que en estos casos, llegar antes es ser un estorbo, porque nosotros los cubanos lo dejamos todo para el final.

—Vamos a ver —hice un pase de lista—: Miguelito, Yubi, Maritza, Marianita, Raúl, Ernesto, Camila. Están todos. Bueno, hay uno más.
Efectivamente, al lado de Marianita estaba un chiquitín de unos 4 ó 5 años, y les dije:
—Ya estamos garantizando el futuro del círculo.
Y acto seguido pregunté:
—¡Miguelito! ¿Dónde está el abuelo Paco?
Está en una actividad del CDR, pero me prometió que venía —dijo Miguelito.

El lugar del círculo había cambiado. Al principio se desarrollaba en la cuadra, en la acera o en el local del CDR. Hace varios meses que los mismos muchachos decidieron darlo en el parque de la Loma del Mazo. Este es un parque singular, porque está en el nivel geográfico más alto de La Habana y porque también sus límites son casas, además de las calles Saco y Patrocinio. Es un lugar agradable y nos sentamos a la sombra de un álamo, en unos bancos del parque.

 
Todos en el círculo de interés aportaron algo para construir el reloj.
 

Cuando llegué al parque, lo primero que observé fue un pequeño reloj solar ecuatorial, hermosamente confeccionado, pero no hice en el momento ningún comentario y simulé como si no lo hubiera visto. Les dije:

—Ya hace varios meses que no vengo al círculo, pero me he mantenido al tanto de sus progresos. Todos los profesores, Andrés, Julio y Manuel, me hablan muy bien de ustedes y eso me hace sentir muy bien. Sé por ellos que han aprendido a hacer relojes circulares, ecuatoriales, polares, piramidales y esféricos. Ya hoy nos corresponde pasar al tema de los calentadores solares, pero veo que han traído un reloj solar ecuatorial —señalé para el mismo que estaba al sol a unos cuantos metros de distancia.

—Me gustaría que me dijeran ustedes cuáles son sus ideas. Me han dicho sus profesores que me tenían una sorpresa, además de planes interesantes.
Quien respondió fue Maritza:
—En el círculo del mes pasado, el Delegado participó y nos preguntó si nosotros seríamos capaces de diseñar un reloj solar para este parque. Además, nos prometió que si le presentamos una idea bonita, él iba a conseguir los materiales.
—Estábamos con los «profes» Julio y Andrés aprendiendo el reloj solar ecuatorial—interrumpió Raúl.
—Exacto —continuó Maritza—. Como este tipo de reloj nos gustó, decidimos hacer uno igual en el parque.
—Lo primero que hicimos fue buscar el lugar en el que lo íbamos a poner —quien interrumpió esta vez fue Miguelito—. Recorrimos el parque entero y nos gustó aquel —señaló para una pequeña lomita que está en el centro del parque—. Esa loma está inclinada y orientada al Sur —concluyó.

En ese momento me dirigí a donde estaba el reloj solar y me agaché. Los demás hicieron lo mismo y nos pusimos todos alrededor del reloj. Realmente estaba hermoso. Simulaba un bloque rectangular de mármol o granito que salía de la loma de piedras. Habían hecho un trabajo excelente.
—Bueno, vamos a ver: ¿quién hizo el reloj? —les pregunté.
—Todos —contestaron dos o tres, pero Yubi continuó: Cada cual hizo algo. La caja la consiguió Miguelito…

Y vuelve a interrumpir Miguelito: —Se la pedí a mi abuelo y no me la quería dar porque estaba llena de clavos, tornillos y no sé qué más, de lo que se encuentra y recoge, pero cuando le dije para lo que era, vació lo que tenía en una caja de zapatos y me la dio.
Y continuó Yubi: —La tabla la trajo Raúl. La poliespuma con que hicimos las lomas, las conseguimos entre todos, un poco cada uno. El aserrín nos lo dio el «Profe» Manuel. La pintura verde la trajo Cami y bueno… —se quedó pensando— El reloj lo hicimos entre todos —concluyó.

—Bueno, mi pregunta es cómo hicieron el reloj —les dije a los muchachos.
Ahí salió de nuevo Yubi: —Lo primero que hicimos fue fijar a la tabla la caja al revés, con el fondo para arriba, inclinada 23 grados, que es la latitud de La Habana. Después empezamos a pegar los pedazos de poliespuma en la tabla para hacer la loma. Esto nos costó mucho trabajo y no nos estaba saliendo bien hasta que los «profes» Andrés y Julio nos enseñaron a diluir la poliespuma con un poco de gasolina que nos consiguieron.

Continuamente yo estaba mirando, además del reloj, los ojos de todos los participantes. Me di cuenta del gran interés que todos estaban demostrando, pero además su inquietud por tener la oportunidad de decir algo. En ese mismo momento me doy cuenta de que los que están a mi izquierda suben la cabeza y veo en ellos una expresión de satisfacción, entre ellos, Miguelito. Miro a la derecha y supe el motivo: había llegado Abuelo Paco. Me paré y todos se pararon.

Observé que Paco venía muy cansado por subir las escaleras y no esperé a que llegara, sino que fui a su encuentro. Le di un abrazo y les dije a los muchachos: —Vamos a sentarnos a la sombra.

Nos sentamos de nuevo bajo la sombra del álamo, Abuelo Paco se sentó a mi lado y continuamos.
Yubi, continúa —le dije:
—Teñimos al aserrín con la pintura diluida con gasolina y lo regamos todavía sin secar sobre la poliespuma. Después le incrustamos unas piedras y les pusimos las maticas.
Lo último que hicimos fue grabar las líneas horarias sobre la tabla porque no queríamos equivocarnos y esperamos que estuvieran con nosotros los «profes» Andrés y Julio, aunque ya nos habían enseñado cómo hacerlo y nos habían dejado esta tabla.
En ese momento Yubi enseña la tabla 1.

Tabla 1. Distancias para el trazado
de las líneas horarias



El Profesor Andrés les había dejado una tabla, teniendo en cuenta el tamaño de la maqueta, donde la altura del gnomon era de tres centímetros y tenían que marcar las líneas horarias con base a esta medida. Ya todos habían aprendido que el valor de la X tenían que ponerlo tanto a la izquierda (horas de la mañana) como a la derecha (horas de la tarde), y que tanto la mañana como la tarde eran simétricas.

—Bueno —les dije—, independientemente de la ayuda que recibieron, el trabajo realizado por todos los integrantes del círculo de interés fue formidable, y lo principal fue que vencieron todas las dificultades que se encontraron. Y por eso, los felicito.

Vi que el Sol estaba todavía con una inclinación cercana a los 45 grados hacia el Este, pero que ya el reloj marcaba las doce del día. Además, nadie nos había traído ni siquiera agua cuando en otros encuentros del círculo nunca faltó el refresco ni las galleticas con mayonesa. Cualquiera hubiera pensado que estamos en crisis, pero ese día era el «Día de la Defensa» y todos los cederistas estaban dedicados a esa actividad. Por eso, el Abuelo Paco llegó tan tarde. A pesar de la hora, quise hacer algunas preguntas:

—Imagínense que el reloj ya está construido en el parque: ¿quién me puede decir cuál va a ser su utilidad?
Los siete levantaron la mano.
—Uno a uno y que cada cual dé una sola respuesta. Vamos a empezar. ¡Miguelito! —le doy la palabra a Miguelito.
—Se puede conocer dónde está la Estrella Polar —responde Miguelito.
—Bien: ¡Ernesto! —continúo.
—Podemos determinar los puntos cardinales: Norte, Sur, Este y Oeste —dijo Ernesto.
—Bien. ¡Raúl! —sigo.
—Podemos determinar la hora solar y la hora oficial haciendo las correcciones —dijo Raúl.
—Muy bien. ¡Camila!
—Podemos determinar la latitud dónde nos encontramos —contesta Camila.
—Perfecto. ¡Marianita!
Marianita se queda pensando y por fin dice: —Si están señaladas las líneas de la trayectoria solar, podemos determinar la fecha del año.
—Excelente. ¡Maritza!
—Si las líneas de la trayectoria solar las hacemos siguiendo las fechas históricas, podemos hacer que el reloj solar nos indique y recuerde estas fechas —dice Maritza.
—Muy bien. ¡Yubi!
Y Yubi responde: —Ya no me han dejado nada. Sólo puedo decir que con un reloj solar se puede determinar la posición del Sol, inclusive por la noche y en cualquier día del año.
—Magnífico —respondí—. He comprobado que no han perdido el tiempo y que el ciclo de aprender a hacer relojes solares lo han aprovechado al máximo. Todos nos tenemos que sentir orgullosos.

Miré el reloj. Ya eran las doce y media y dije:
—Bueno, ustedes se darán cuenta de que aunque el día de hoy ha sido muy interesante, no hemos cumplido con nuestro objetivo, que era empezar las clases de calentadores solares. Sólo les quiero decir algo antes de que se vayan: En un estudio realizado recientemente donde contribuyeron significativamente los trabajadores sociales, se demostró que 80% de nuestra población calienta agua para bañarse. La gran mayoría lo hace en horario pico. Piensen cuántos de ustedes se bañan con agua fría y cuántos lo hacen con agua tibia. Esto significa que nuestro país tiene que dedicar una planta termoeléctrica de petróleo de 400 MW solamente para que nos bañemos con agua tibia. En el próximo círculo vamos a profundizar en esto para darnos cuenta de la gran importancia que tienen los calentadores solares.

 
Así quedó la maqueta del reloj solar ecuatorial.
 

Danielito, el niño de cinco años, hermanito de Marianita, aunque estuvo largo tiempo sentado y oyendo lo que todos decíamos, hacía un rato que se había levantado para jugar en el parque. En un momento de sus travesuras, cogió el reloj solar. En ese mismo momento, su hermana gritó: —¡Daniel! ¡Deja eso y ven para acá! Danielito obedeció y se sentó apenado al lado de su hermana.

Cuando vi la cara de Danielito, me sentí mal y tratando de utilizar todos mis conocimientos pedagógicos, le dije: —Danielito, yo te he entendido, pero explícale a los demás lo que querías hacer con el reloj solar.

Y Danielito nos respondió: —¡Sólo quería ponerlo al sol!
Efectivamente, ya le estaba dando sombra al reloj solar. Pero tengo que reconocer que me quedé sorprendido con su respuesta pues cuando llegué al círculo y lo vi, pensé que pudiera ser un estorbo. ¡Cuán equivocado estaba! Y digo que me sentí muy feliz con su respuesta porque aprendí que no se puede subestimar a nadie, ni siquiera a un niño de cinco años.

Uno aprende normalmente de los que saben más, y los que saben más son, frecuentemente, los más adultos. Pero, ¡qué importante es tener la capacidad de aprender de los niños! Como es natural, Danielito se ganó el derecho a ser miembro del círculo de interés.

* Doctor en Ciencias Técnicas. Presidente de CUBASOLAR. Autor del libro Secadores solares para productos agropecuarios e industriales y coautor del Manual para el cálculo y diseño de calentadores solares.
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