El calentador solar
Por
Luis Bérriz Pérez*
Crónicas
de un círculo
de interés
sobre el desarrollo energético sostenible (parte IV)
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En la noche del viernes 18 de junio, después de haber visto el programa «A tiempo», del Canal Educativo, de la Televisión Cubana, me dediqué a preparar los materiales que llevaría al círculo de interés del día siguiente.
Conseguí varias fotos y dibujos de calentadores solares, e hice algunas pancartas con datos útiles. Los materiales que había preparado servían como cultura general, pero no me satisfacían por completo: no enseñaban lo más importante, que era «cómo hacer un calentador solar».
En una pancarta hice referencia sobre el consumo de energía. Me estaba acordando que ya en el encuentro anterior les había dicho a los muchachos que el gasto de combustible que el país hacía para que dispusiéramos de agua caliente para el baño, era mucho más grande de lo que podíamos imaginarnos: «Tendrían que estar funcionando varias de nuestras grandes termoeléctricas (con una potencia total de más de cuatrocientos megawatt), solamente para calentar agua para el baño».
En otra pancarta mostraba que un calentador solar se pagaba en un año solamente con el ahorro de combustible, si el costo del kilowatt-hora fuese superior a quince centavos, como sucede ahora.
En otra tercera pancarta exponía los datos sobre el impresionante crecimiento del uso de calentadores solares en diferentes países, durante los últimos diez años.
Los dibujos ayudarían en algo; por lo menos sabrían de qué se trata, aunque ya algunos integrantes del círculo habían visto los calentadores solares que habíamos instalado en la Escuela Especial Aracelio Iglesias, del municipio habanero Diez de Octubre.
En ese momento, a pesar de que ya era la medianoche, decidí cambiar por completo el contenido del círculo. Era más importante enseñarles a los muchachos los conocimientos básicos necesarios para hacer un calentador, principalmente algunas de las propiedades físicas de los materiales relacionados con la radiación solar.
Me dirigí a un cuarto que tengo como taller, donde guardo todo lo que pueda necesitar en algún momento. Efectivamente, encontré lo que quería: unas plaquitas de vidrio plano transparente, unos pedazos de plancha de poliespuma de tres centímetros de ancho y unas latas de refresco vacías.
¡Manos a la obra! Con una cuchilla piqué la poliespuma en cinco pequeños bloques del mismo tamaño que las placas de vidrio, o sea, unos cuadrados de diez centímetros de lado. Después, con unas tijeras corté las latas y preparé cinco plaquitas cuadradas de nueve centímetros de lado, un poquito más pequeñas que los vidrios. Pinté dos de las plaquitas de color blanco, y las otras tres de negro, con unos residuos de pintura de esmalte que tenía.
Eran las dos de la madrugada y me fui a dormir. Me levanté por la mañana a las siete. Me aseé y me fui rápido a terminar la instalación experimental con la que impartiría el círculo de interés. Armé las cinco cajitas: sobre cada bloquecito de poliespuma coloqué una plaquita metálica en el centro. Después le puse a cada una un marquito hecho también con poliespuma. Tapé dos de las que tenían la chapa negra, con una plaquita de vidrio. Hice lo mismo con otra, pero que tenía la chapa blanca. A una de las que había tapado con vidrio y tenía chapa negra, le puse otra placa de vidrio. Quedaron dos sin tapar: una con chapa blanca y otra con chapa negra. Ya estaba preparado para ir al círculo. A estas cajitas las llamé: «medidores de captación solar», pues en realidad, aunque sencillas, sirven para medir la captación de los rayos solares.
A las diez en punto llegué al lugar donde estaban reunidos los muchachos del círculo. Llevaba las pancartas, los cinco medidores de captación solar, un termómetro digital con cinco termopares y un solarímetro. Los termopares sirven para medir, junto con el termómetro digital, la temperatura de las placas metálicas de las cajitas o medidores de captación solar, y el solarímetro mide la cantidad de radiación solar que llega del Sol en un momento determinado. Llevé también, por si acaso, una plaquita de vidrio aparte.
—¡Buenos días!— dije al llegar.
—¡Buenos días!— contestaron todos.
—¡Ayúdenme aquí!
Empecé a colocar las cajitas orientadas al Sureste para que les diera bien el Sol. Coloqué en cada cajita un termopar de tal forma que hiciera contacto con la chapa de aluminio que había pintado de blanco o de negro.
—Vamos a sentarnos. Hoy nos toca el tema de los calentadores solares. Muy importante, así que tienen que poner mucha atención— les dije mientras me sentaba en un banco debajo del álamo que está en la esquina del parque.
—Hoy es 19 de junio. Estamos a sólo dos días del solsticio de verano— les recordé.
—A ver, ¿quién me puede decir algo sobre el solsticio de verano?— les pregunté. En ese momento me di cuenta de que faltaban Yubi y Maritza.
—El solsticio de verano es el 21 de junio, y es el día más largo del año— contestó Miguelito.

Calentador solar de plato plano.

Calentador solar de tubos al vacío.
—En La Habana el Sol sale antes de las siete de la mañana y se pone después de las ocho de la noche, porque tenemos trece horas con veinticuatro minutos con el Sol por encima del horizonte— responde Marianita.
—Al mediodía el Sol está en el cenit y no hay sombras— dice Ernesto.
—Bien, se ve que han aprovechado el tiempo. Vamos a empezar con los calentadores solares. ¡Miren aquí!— les muestro una pancarta con fotos de tres tipos de calentadores solares diferentes.
—¡Fíjense! Estos son tres modelos de calentadores solares diferentes. Los tres que más se comercializan en el mundo. ¡Fíjense en éste! Se le conoce como «calentador solar de plato plano», porque tiene un plato que absorbe o capta la radiación solar, la convierte en calor y calienta el agua que circula por estas tuberías. El agua caliente sube a este tanque que está arriba. El tanque está bien aislado como un termo para que no se le vaya el calor. ¿Entendieron?— hubo un asentimiento con la cabeza.
—Bueno. Repetimos. La radiación solar llega a este plato plano de absorción que es metálico y pintado de negro; es captada y convertida en calor. El calor calienta el agua que fluye por estas tuberías. El agua caliente sube a este tanque termo, y se almacena. Así, el agua caliente se utiliza cuando haga falta, no importa que sea de noche y no haya Sol. Sencillo, ¿no?— volvieron a asentir con la cabeza. Yo no sé si lo entendían todo, o si entendían algo.

Calentador solar compacto.
—Vamos a ver este otro— señalé la foto que estaba al lado.
—A éste le llamamos «calentador solar de tubos al vacío». Fíjense que tiene el tanque termo, pero no tiene un plato plano, sino que la radiación solar es absorbida por unos tubos de vidrio. Dentro de cada tubo hay un segundo tubo negro que absorbe la radiación solar y calienta el agua que tiene dentro. El agua caliente sube al tanque termo. Entre el tubo de afuera y el tubo de adentro hay vacío, o sea, se le elimina el aire para que las pérdidas de calor sean menos— todos permanecían callados y muy atentos.
—Fíjense ahora en este tercer modelo. A éste le llamamos «calentador solar compacto». Vean qué sencillo es. Es un tanque cilíndrico de diez o doce pulgadas (25 ó 30 cm) de diámetro por dos metros de largo, hecho con una chapa de acero de un milímetro de espesor. Este tanque está pintado de negro y recibe directamente la radiación solar, la absorbe y calienta el agua que tiene dentro. El tanque está metido en un recipiente hecho con algún material aislante y tapado con un vidrio. Esto es para que no pierda calor y el agua se mantenga caliente— noto inquieto a Miguelito, y de pronto se para y dice:
—Ese es el que voy a hacer yo, con la ayuda de mi abuelo.
Ya yo había estado hablando con Paco y me decía que Miguelito estaba ansioso por aprender a construir calentadores solares para hacer uno para la casa. Decía que así no tendría que pelearse tanto con la mamá. Efectivamente, como la mamá le calentaba agua para el baño, tenía que bañarse cuando la mamá quería y no cuando él quería. Si tuviera un calentador solar, podía bañarse a cualquier hora.
—Bien. Pueden hacer el que ustedes quieran, pero primero vamos a estudiar algunas cosas que tienen que ver con el funcionamiento de cualquier calentador solar. Parece sencillo, pero no lo es tanto. Conozco a profesionales, graduados universitarios, que no han hecho lo correcto porque han querido violar las leyes físicas, y los resultados hansido catastróficos. Si queremos hacer las cosas bien, y no botar materiales y tiempo por gusto, debemos conocer los diferentes factores que influyen en el funcionamiento de un calentador solar— recalqué estas palabras para que se grabaran en sus mentes.
Lo que estaba pidiendo no era nada fácil, pues la mitad de los miembros del círculo eran estudiantes de Secundaria Básica, y no tenían porqué disponer de los conocimientos que hacían falta.

El solarímetro mide la cantidad de radiación solar
que llega del Sol en un momento determinado.
Entre los factores a tener en cuenta en el diseño de calentadores solares, están las propiedades físicas de los materiales empleados, especialmente sus propiedades ópticas y térmicas, ya que precisamente en éstas se basa el funcionamiento de dichas instalaciones. Influyen también las propiedades mecánicas y químicas, éstas últimas principalmente en la durabilidad de los equipos.
Como es conocido, la luz solar está compuesta por radiaciones electromagnéticas de diferentes longitudes de onda o frecuencias (la frecuencia es inversamente proporcional a la longitud de onda), las cuales forman el espectro solar. Estas radiaciones están formadas por pequeñísimos corpúsculos llamados fotones, que se trasladan a una velocidad de trescientos mil kilómetros por segundo con un movimiento ondulatorio, portando consigo la llamada energía solar, la cual al llegar desde el Sol a la Tierra puede transformarse en otros tipos de energía, como eléctrica, térmica, química, mecánica, hidráulica, eólica, etc. Bien, ¿cómo hacer para que me comprendan mejor?
Me levanté y me dirigí hacia donde estaban las cajitas. Las volví a orientar hacia el Sol y me volví a sentar. Tomé el solarímetro y me incliné un poco para que le diera el Sol.
—¡Fíjense! Según este solarímetro, en este momento la radiación solar tiene un valor de ochocientos watt por metro cuadrado— les dije, enseñándoles la escala del solarímetro.
—Todos ustedes saben lo que es la radiación solar, o como le decimos comúnmente: «luz solar». Si van a la playa y están mucho tiempo al Sol, se queman. Si tienen una lupa, pueden quemar un papel. Y todos conocen lo que es un arcoiris. Ustedes aprendieron que un arcoiris se forma por la descomposición de la luz solar al pasar por diminutas gotas de agua suspendidas en la atmósfera. La luz solar pasa por diferentes colores que van desde el rojo hasta el violeta. Todos esos colores que vemos, forman el «espectro solar» de la luz visible— hice una pausa.
—Vamos a repetir. La radiación solar está formada por rayos de diferentes colores. Todos estos rayos de colores que podemos ver forman un espectro que va desde el rojo hasta el violeta. Cada rayo de estos vibra a una frecuencia diferente, o sea, unos vibran más rápido, y otros más despacio. El rojo es el que vibra más despacio, y el violeta el que lo hace más rápido. Ahora, si un rayo vibra más lento que el rojo, o más rápido que el violeta, ya no podemos verlo. Son rayos «no visibles» de la radiación solar. Si la frecuencia de vibración es menor que el rojo, lo llamamos «infrarrojo», porque infra significa «debajo de». Y si la frecuencia de vibración es mayor que el violeta, lo llamamos «ultravioleta», donde ultra significa «por encima de»— hice una segunda pausa.
—Creo que todo está claro. Ahora sabemos que la radiación solar está compuesta de rayos infrarrojos, rayos visibles y rayos ultravioletas.
Cuando dije esto, vi en todos una cara de satisfacción, como diciendo: ¡menos mal que se acabó!, y continué:
—Voy a decirles algo más. Cada una de estas radiaciones tiene un valor energético determinado, pero el de la radiación ultravioleta es insignificante, menor de 1%. Los valores energéticos de las radiaciones visible e infrarroja son casi iguales a 50% cada una. Sin embargo, aunque la ultravioleta sea tan poca, es imprescindible para la vida por su valor antiséptico, o sea, por acabar con los microbios perjudiciales que producen enfermedades— miré a la cara de todos y pienso que hasta ese momento me estaban entendiendo.

Toda la radiación solar (infrarroja, visible o ultravioleta),
puede ser absorbida por un cuerpo y convertirse en calor.
—Ahora lo más importante, y es lo que tienen que recordar bien: toda la radiación solar, ya sea infrarroja, visible o ultravioleta, puede ser absorbida por un cuerpo y convertirse en calor. ¡Ese es el principio básico del calentador solar!— les dije eso, respiré profundo y me senté. Se oyó un murmullo grande, pero nadie habló en voz alta.
—¡Vamos a seguir! Hoy tenemos que adelantar bastante en los conceptos. Verán qué cosas más interesantes van a aprender. ¡Fíjense en estos dos cuadrados!— les señalé para los dos que no tenían vidrio; uno con la chapa blanca, y el otro con la negra. Les instalé el termómetro digital para que vieran la temperatura que tenían.
—Vean, esta chapita blanca tiene 35 grados; y la chapita negra, 65 grados. Las dos están al Sol recibiendo la misma cantidad de radiación. Ninguna de las dos está cubierta con vidrio, o sea, que les da directamente el aire del ambiente. Y sin embargo, una tiene 65 grados; y la otra, sólo 35. ¿Quién me puede explicar por qué?— tiré la pregunta al aire.
—Porque el negro se calienta más que el blanco— respondió rápidamente Camila.
—Efectivamente, y el negro se calienta más que el blanco porque absorbe más radiación solar— concluí.
—Vamos a analizar este fenómeno. La radiación solar llega a la chapita metálica. Parte de esa radiación se absorbe, y la otra parte se refleja. En la chapita negra, la mayor parte de la radiación se absorbe, y muy poca se refleja. Al revés, en la chapita blanca la mayor parte de la radiación se refleja, y solamente una pequeña parte se absorbe. Por eso, la chapita negra absorbe más energía y se calienta más que la blanca— ahora sí parece que todo el mundo entiende lo que dije.
—Esta es una conclusión muy, pero muy importante, y no solamente para los calentadores solares. Podemos enunciarla así: la absorción de la radiación solar por un cuerpo depende de su color. Mientras más oscura sea una superficie, más absorbe la luz y menos la refleja; y mientras más clara, menos la absorbe y más la refleja— miré a todos.
—Si yo quiero que mi calentador solar absorba toda la radiación solar y caliente bien, tengo que pintar la superficie captadora de negro, ¿está claro?— y todos respondieron a coro: —¡Sííí!
—Pero si yo quiero que mi casa sea fresca —continúo—, tengo que pintarla por afuera de blanco o de un color claro, ¿no es así?— y todos volvieron a asentir.
—Por eso mi casa es tan caliente. Desde que la pintaron del «azul de los Industriales», no hay quien pueda dormir bien— comentó Marianita.
Parecía que estaban entendiendo y les gustaba, pues mostraban gran interés.
—Veamos ahora qué pasa en las otras tres cajitas— y puse el termómetro en ellas.
—¡Huy! ¡110 grados!— murmuró en voz alta Miguelito, sorprendido al mirar la última cajita.
—Sí, 110, pero vamos a empezar con estas dos— y señalé para las dos que tienen un vidrio.
—¡Fíjense bien! Ésta que tiene la chapita blanca y un vidrio, tiene 50 grados; y ésta que tiene la chapita negra y también un vidrio, alcanza la temperatura de 105 grados. Vamos a ir llenando esta tablita:

—Vamos ahora a analizar bien este fenómeno— les dije, pero en ese momento llegaba «un ejército»: Paco, Yubi, Maritza, Adela, Rosa y un militar del Ministerio del Interior que no había visto antes. Adela y Rosa traían la merienda: galletas con mayonesa y un exquisito refresco de maracuyá. Yubi y Maritza se incorporaban al círculo, después de haber terminado un repaso en la escuela, y Paco traía a su hijo, el cual, según me fijé por el uniforme, era capitán del MININT.
—Te presento a Juan, el tío de Miguelito— me dice Paco después de los saludos, y continúa—. Le dije que Miguelito estaba en un círculo de interés aprendiendo a hacer un calentador solar y quiso venir porque también quiere hacer uno para su casa— terminó sonriendo.
—Muy importante— manifesté con satisfacción.
—¡Yubi y Maritza! ¡Vengan un momento!— y junto con abuelo Paco y el tío Juan, hice un recuento de todo lo que habíamos hecho. Les enseñé las fotos de los diferentes tipos de calentadores solares, y les expliqué los experimentos con las dos cajitas.
—Bueno, vamos a continuar— hice un llamado a todos, que ya habían terminado de merendar y proseguí—. Nos habíamos quedado en analizar lo que pasa cuando tapo las superficies captadoras con una lámina de vidrio transparente. ¡Fíjense bien! La superficie blanca sin vidrio alcanzó 35 grados, y con la cubierta de vidrio alcanzó 50 grados. La superficie negra sin vidrio alcanzó 65 grados; y con vidrio, 105 grados. Pueden ver que el vidrio hace un efecto considerable. ¿Quién me puede explicar por qué?
—Porque no les da el aire y no se enfrían— vuelve a contestar Camila.
—Correcto. Esa es una de las causas, pero no la única. Vamos a profundizar más en este fenómeno porque es muy importante y va a influir mucho en que si el calentador que ustedes hagan sirva o no sirva. Vamos a volver a sentarnos todos a la sombra— les dije y me fui a sentar al mismo banco donde estaba, pues se mantenía a la sombra.
Paco y Juan aún nos acompañaban. Sólo se habían ido Adela y Rosa, pues tenían tareas que hacer en la casa. Esa era mi oportunidad para que entendieran bien lo que era el efecto invernadero, sus aspectos positivos y negativos. Tan positivos que son imprescindibles para la vida, y tan negativos que pueden llegar a ser catastróficos y acabar con la vida en el planeta.
—Ya habíamos visto en el experimento anterior el efecto del color— y continué despacio: La superficie blanca tiene 50 grados; y la negra, 105. Las dos están cubiertas con un vidrio y reciben la misma radiación. Por lo tanto, la diferencia entre 50 y 105 grados se debe al color de la superficie. Ya eso lo sabemos. Camila nos dijo que la diferencia de temperatura entre las dos superficies de un mismo color, pero con vidrio y sin vidrio se debía a que el vidrio no permitía que el aire exterior enfriara la superficie. Efectivamente, el aire aquí debe tener entre 30 y 33 grados. ¡Miguelito! ¡Trae el termómetro digital y dime qué temperatura tiene el aire!— me dirigí a Miguelito, pues era el que estaba más cerca del termómetro, y aproveché para moverme un poco, pues ya me estaba dando un poco el Sol.
—Acomódense en la sombra, pues todavía nos queda un poco, y ya ustedes saben lo que es la radiación solar— hice el comentario.
—32,6— dice Miguelito.
—Casi 33 grados —repetí yo, y continué—. 105 grados tiene esta superficie negra cubierta con el vidrio; y 65 grados la misma superficie negra, pero sin vidrio. Es evidente el efecto del vidrio. También se aprecia lo mismo con la superficie blanca. Sin vidrio tiene 35 grados y con vidrio 50. Camila ya se refería a que el vidrio no permitía que el aire externo enfriara la chapita. Pero hay otro factor que estudiaremos ahora.
Tomé el solarímetro y una plaquita de vidrio que tenía aparte. Dirigí el solarímetro hacia el Sol y dije:
—Vean, en este momento tenemos una radiación de novecientos watt por metro cuadrado. Ahora, si le pongo esta placa de vidrio delante, la radiación disminuye a ochocientos treinta watt, ¿lo ven?— y esperé a que todos miraran la escala del solarímetro.
—Esto significa que el vidrio no es totalmente transparente. Una parte de la radiación solar no la deja pasar. En la práctica, de la radiación solar que llega al vidrio, sólo pasa 92%; el resto, o sea, 8%, es principalmente reflejado y sólo una parte insignificante es absorbida— concluí.
Cuando llegué a este punto me di cuenta de que, para proseguir, tenía que volver a hablarles de la radiación infrarroja, cosa que no me agradaba mucho porque creo que no me entendieron muy bien lo que dije anteriormente. Pero bueno, veremos cómo sale todo.
—Pongan ahora de nuevo la máxima atención, pues lo que les voy a decir es muy importante— hice una pausa de unos segundos y proseguí—. Ya les hablé de la radiación infrarroja. Acuérdense que les dije que parte de la radiación o luz solar no se podía ver porque vibraba o muy rápido, o muy lento. En el caso de que vibrara más lento que la luz roja, se llama luz infrarroja o radiación infrarroja. Y ahora viene lo bueno: de la misma manera que el Sol emite radiación, todo objeto o cuerpo también emite radiación. ¿Qué les parece? Aunque ustedes no lo crean, yo estoy emitiendo radiación y todos ustedes están emitiendo radiación. Ese árbol está emitiendo radiación, el suelo está emitiendo radiación y repito, absolutamente todo objeto emite radiación. Y la cantidad de radiación que cada objeto emite, depende de la temperatura. Mientras un cuerpo está más caliente, más radiación emite.

De la misma manera que el Sol emite radiación,
todo objeto o cuerpo también emite radiación.
Me quedé pensando que en menos de dos horas les había hablado de los cuatro términos fundamentales de la óptica física: absorción, reflexión, transmisión y emisión. Les hablé indistintamente de «luz» y «radiación», para que se dieran cuenta de que la luz no es más que una radiación y, además, les hablé de radiación infrarroja, visible y ultravioleta. No les dije que la luz es una radiación «electromagnética»; tampoco les hablé de que las radiaciones se diferencian por sus longitudes de onda, sino sólo les dije que tienen frecuencias de vibración diferentes, que las radiaciones infrarrojas vibran más lentamente que las visibles, y que las radiaciones ultravioletas lo hacían más rápidamente.
Era demasiado para un solo día, pero había que continuar, pues estos conocimientos tenían que quedar hilvanados para que no se perdieran.
—Ya queda muy poco para que puedan hacer un buen calentador— traté de darles ánimo. Algo curioso y preocupante: primer círculo que doy que han estado tan callados.
—Ya ustedes conocen que la luz visible está formada por rayos de diferentes colores, y cada uno de estos rayos vibra con una frecuencia determinada. Pues la radiación infrarroja está formada también por rayos que vibran con diferentes frecuencias. Los rayos que vibran con una frecuencia cercana a la luz visible, se llaman «infrarrojos cercanos», y los rayos que vibran mucho más lentamente, se llaman «infrarrojos lejanos». Pues bien, para que todos lo sepan: la radiación que nosotros emitimos, así como la que emite la mayoría de los objetos o cuerpos, es infrarroja lejana.
—Y ahora, otra curiosidad—. Tomo la lámina de vidrio y les digo: —Este vidrio que es transparente a la luz solar, o sea, la deja pasar toda o casi toda, ya sea la visible como la ultravioleta o la infrarroja cercana, no deja pasar la radiación infrarroja lejana, esto es, se comporta como si fuera opaco.

El efecto invernadero puede aumentar si aumenta en la atmósfera
el contenido de gases como el dióxido de carbono.
—Ya empiezan a entender— dije en voz alta. Si a esta chapita metálica la cubro con un vidrio, entra la radiación solar, pero la radiación que emite la chapita, el vidrio no la deja salir, o sea, funciona como una trampa. ¡Por eso se calienta tanto la chapita! Ustedes ven, tenía 105 grados. Se puede freír un huevo. Vean si este efecto es importante que en esta última cajita, con dos vidrios, la temperatura que alcanzó la chapita fue de 110 grados, a pesar de que al poner el segundo vidrio, otro 8% de la radiación dejó de entrar.
—El agua hierve a 100 grados— comentó Maritza.
—Efectivamente, el agua hierve a 100 grados— repetí y continué: Por la importancia que tiene esto, lo voy a repetir: El vidrio en estas cajitas, así como en un calentador solar o en cualquier otra instalación, funciona como una trampa de calor: deja pasar la radiación solar, pero no deja salir la radiación que emiten los cuerpos que están dentro.
Y como un dato curioso, continué: —Este efecto del vidrio lo utilizaron ya hace cientos de años en varios países fríos. Hicieron casas de cristal y cuando afuera había nieve, dentro de la casa hacía calor. Estas casas las llamaron «invernaderos», pues podían cultivar en invierno plantas que necesitaban las temperaturas del verano. Inclusive, en estos invernaderos cultivaban y todavía cultivan plantas en países con inviernos muy fríos que se dan solamente en países tropicales. Por eso a este efecto se le conoce en el mundo como «efecto invernadero», sobre el cual seguro muchos de ustedes han oído hablar con estos fenómenos del cambio climático.
Miré el reloj. Ya eran las 12:20, y les dije: —Ya tienen que irse a almorzar, pero antes quiero agregarles algo que aunque no tiene que ver directamente con el calentador solar, tiene que ver con nuestra vida.
—La atmósfera se comporta en gran medida como el vidrio. Deja pasar casi toda la radiación que llega del Sol a la Tierra. Sólo una pequeña parte la refleja y otra pequeña parte la absorbe. Pero como ya saben, la Tierra también emite radiación infrarroja y la atmósfera trabaja como una trampa, claro, no tanto como el vidrio, ya que absorbe parte de esta radiación pero deja salir otra parte. Este fenómeno sucede porque en la atmósfera hay algunos gases, como por ejemplo el dióxido de carbono, que absorbe la radiación infrarroja lejana y no la deja salir.
—Gracias a este fenómeno, la Tierra tiene una temperatura que nos permite vivir. Si no fuera por este efecto invernadero, la Tierra fuera tan fría que todo estaría congelado y no hubiera vida. Esta es la parte positiva. Ahora bien, si este efecto se acentúa, o sea, si la atmósfera captura más radiación que la necesaria, la Tierra empezaría a calentarse con consecuencias catastróficas: subiría el nivel del agua de los mares cubriendo mucha tierra, principalmente pequeñas islas donde vive mucha gente; aumentaría la temperatura del aire. Aumentarían las corrientes de aire y los ciclones, de tal forma que podría haber ciclones durante todo el año y hacer inhabitables lugares como Cuba; muchos lugares húmedos se volverían secos y desérticos, y en otros abundarían las inundaciones. Las consecuencias dañinas del cambio climático son impredecibles.
Por último, agrego: —El efecto invernadero puede aumentar si aumenta en la atmósfera el contenido de gases como el dióxido de carbono. Esto es precisamente lo que está provocando el hombre, la especie que se dice ser inteligente— manifesté con cierta ironía.
—Las plantas absorben CO2 y liberan oxígeno— comentó Yubi.
—Efectivamente, las plantas absorben dióxido de carbono, o CO2, como también se le conoce. Por eso es tan importante proteger los bosques y los árboles, luchar contra la desertificación sembrando árboles.
—Y si son frutales, mejor— dice Ernesto—. Así, además de proteger el medio ambiente, nos comemos un rico mango o un zapote. (Se refería al mamey colorado, como le llamamos en La Habana).
—¿Y cómo el hombre está aumentando el efecto invernadero?— preguntó Ernesto.
—Principalmente por la quema indiscriminada del petróleo y el carbón— y añadí:
—La política energética que está llevando este mundo es absurda. Lleva al genocidio de la humanidad, pero ese tema no lo vamos a tocar ahora. El tema de hoy fue el de los calentadores solares— concluí.
—Bueno. Ya tenemos los principales conocimientos para hacer un calentador solar, pero nos faltan otros. En el próximo encuentro continuaremos. Vayan consiguiendo algunos materiales que ustedes consideren que sirvan para el calentador. ¡Nos veremos el sábado! ¡Ayúdenme a recoger y llevar para la casa estas cosas!
Estuvimos todavía un largo rato hablando con Paco y su hijo, el Capitán Pita, ya que el Ministerio del Interior está muy interesado en instalar calentadores solares en todas sus instalaciones. Yo, como es natural, me ofrecí a asesorarlos.
* Doctor en Ciencias Técnicas. Presidente de CUBASOLAR. Autor del libro Secadores solares para productos agropecuarios e industriales y coautor del Manual para el cálculo y diseño de calentadores solares.
e-mail: berriz@cubasolar.cu
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