Integración de actores para la ecorestauración


Por
Narciso Aguilera Marín*
y Lubia María Guedes García**


Acciones del Comité de Investigación Agrícola Local (CIAL)
y el Círculo de Interés Amigos de la Naturaleza (CIAN), hacia la creación de Comunidades Pro-Naturaleza

 

Las históricas sabanas de Peralejo, ubicadas en la provincia de Granma, región suroriental de Cuba, hace unos cuarenta años atrás alternaban con vistosos bosques de marañón (Anacardium occidentale L.). Más de veinte especies forestales y frutales no madereras compartían el hábitat con ese frutal arbustivo, dentro de ellas el peralejo (Byrsonima coriacea) —que dio nombre a esta región—, y otras plantas de porte arbustivo y herbáceo; además de aves y otros animales que allí tenían su sitio apropiado para vivir y reproducirse.

A partir de los años 70 del siglo pasado se intensificó un proceso de reducción de esos espacios boscosos, para transformarlos en áreas dedicadas a la ganadería extensiva.
El bosque fue diezmado con potentes máquinas buldózer, que arrasaron también una considerable capa arable, destruyéndose al mismo tiempo los horizontes superficiales, ricos en materia orgánica acumulada por siglos. Tal evento destructivo en esos suelos, por naturaleza poco profundos, y que se mantuvieron conservados gracias a las plantas arbóreas, los expuso a una creciente erosión.

En 1998 ya no crecía ni el pasto más rústico que abunda en esa zona —jiribilla (Dicantthium caricosum)— en grandes áreas dedicadas a la actividad ganadera, y en otras lo hacía con mucha dificultad. Los productores habían caído en la trampa del modelo agrícola que adoptaron (Revolución Verde). Las grandes áreas estatales no conservaron el marañón; sin embargo, los campesinos mantuvieron en sus predios cierta cantidad de plantas. Hasta ese momento, el marañón no había sido importante para ellos desde el punto de vista alimenticio ni económico; incluso durante la crisis energética de 1990 a 1997, muchos de los pocos ejemplares sobrevivientes fueron talados como leña para cocinar los alimentos.


De manera colectiva y creativa se concibieron
programas de enseñanza-aprendizaje
específicos para el CIAL y para el CIAN.

Las finanzas de las familias campesinas se deprimieron notablemente y comenzó a notarse un progresivo éxodo hacia otros sitios, en busca de condiciones que les ofrecieran mayor estabilidad económica. Algunos campesinos manifestaron la necesidad de apoyo, y la comunidad recibió respuesta inmediata de la Escuela de Capacitación de la Agricultura Antonio Maceo y del Instituto de Investigaciones Agropecuarias Jorge Dimitrov. Primeramente, decidieron organizarse: los adultos constituyeron un Comité de Investigación Agrícola Local (CIAL) y los niños y niñas junto a sus educadores un Círculo de Interés Amigos de la Naturaleza (CIAN). Ambas organizaciones se enfocaron hacia un proceso autogestionario. De conjunto, familias e instituciones acompañantes realizaron un diagnóstico y análisis de los actores y de la realidad a través de talleres participativos, en los que decidieron las formas de integración y medidas para revertir la situación comunitaria. Las acciones se enfocaron hacia cuatro vertientes fundamentales: 1) ecoalfabetización, 2) conservación in situ, 3) reforestación y 4) mini-industria rural.


Ecoalfabetización y mini-industria rural

De manera colectiva y creativa se concibieron programas de enseñanza-aprendizaje específicos para el CIAL y para el CIAN. Estos últimos asumieron un papel hiperactivo desde sus inicios. Las niñas y niños de la zona involucrada asisten a la Escuela Primaria José Tey Blancard, que se ubica en las inmediaciones de la comunidad, donde junto a sus maestras y maestros desarrollaron numerosas iniciativas. Se vincularon contenidos de las materias, sobre todo la denominada «El mundo en que vivimos», al programa de ecoalfabetización. Éste, de manera general, consistió en: a) comprender y fomentar los principios básicos de la naturaleza y vivir en consecuencia, b) comprender los principios de organización y la dinámica que tienen los agroecosistemas donde se ubica la comunidad, c) interiorizar que la salud de los comunitarios y de todos depende de la salud de la naturaleza, y d) entender que es necesario transitar de la ética antropocéntrica a la ecocéntrica.

En los predios de la citada escuela los miembros del CIAN establecieron un vivero de marañón que luego se empleó para reforestar las áreas destinadas a dicha actividad. Se crearon patrullas de vigilancia ecológica por el vecindario, para identificar talas o quemas furtivas. Un evento ejemplarizante se produjo cuando una niña de diez años se percató de que un vecino estaba quemando basura cerca de los árboles de marañón en sus propios predios; ella se presentó como miembro del CIAN y le explicó que no podía realizar quemas y mucho menos afectar los árboles, y le expuso los efectos para el medio ambiente. El campesino le contestó que en su finca hacía lo que estimara conveniente. Ella le dijo que había compromisos colectivos y que él podía hacer lo que deseaba, siempre que no afectara el patrimonio de la comunidad y de la naturaleza. El campesino apagó el fuego y fue a la escuela a informar la vigilante actitud de la niña. Esto fue reconocido públicamente por el CIAN y el CIAL, e ilustra el carácter ecológico que ya se crea progresivamente en el pensamiento y actuación de los comunitarios.


Los niños y niñas, junto a familiares y maestros,
comenzaron a realizar talleres para la recuperación
de recetas ancestrales a base de marañón.


Los niños y niñas, junto a sus familiares y maestros, comenzaron a realizar talleres para la recuperación de recetas ancestrales que se elaboran a base de marañón, lo que generó que se innovara hacia la creación de otras nuevas, que combinan formas de preparación, sabores y maneras de consumir productos locales. Tales actividades propiciaron que el CIAN junto al CIAL y las organizaciones acompañantes, se enfrascaran en celebrar dos veces al año las llamadas «Ferias locales del gusto», las que siguen los preceptos de Slow Food. Allí se presenta y se comparte todo lo que se crea gracias a los esfuerzos propios de los involucrados. Pudieran mencionarse más de 25 nuevos platos que antes no se consumían, la producción de un exquisito vino de marañón, las semillas seleccionadas de plantas élites para la propagación, las almendras tostadas, las posturas listas para reforestar y la confección de refrescos.

En el marco de las ferias locales se celebra el concurso comunitario «Cómo veo mi entorno», en el que el CIAN y el CIAL representan gráficamente mediante dibujos, canciones y obras de teatro, su percepción acerca del entorno comunitario. Las ferias se convierten en una amplia expresión cultural de la comunidad. El CIAN se ha presentado consecutivamente en los concursos municipales y provinciales de círculos de interés, desde el 2000 hasta el presente. Durante ese período, en todas las ediciones ha sido calificado como relevante, e invitado por las autoridades gubernamentales a presentar sus resultados en ferias provinciales. Como resultado de ello se integró a este trabajo la ONG Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF) y se obtuvo financiamiento con el proyecto CUB/05/006: «Apoyo a la conservación de la agrobiodiversidad y al desarrollo rural de la comunidad de Peralejo», financiado por el Programa de Pequeñas Donaciones (PPD), del Fondo para el Medio Ambiente Mundial de las Naciones Unidas. Este proyecto, producto del accionar colectivo de comunitarios, instituciones y organizaciones acompañantes, sirvió para obtener recursos no asequibles por otra vía, para apoyar las cuatro vertientes en las que se trabaja; sobre todo, ayudó a potenciar el fortalecimiento de la mini-industria.

La ecoalfabetización, cuyos aprendizajes se basan en la demostración de métodos y construcción de conocimientos de manera colectiva, es la piedra angular de toda la transformación que allí se lleva a cabo desde hace un poco más de una década. Es un proceso enriquecedor que no tiene un momento en específico, sino como plataforma sobre la que descansan todas las acciones que se desarrollan. Hoy el CIAN ha superado los límites para los que fue concebido, pues sus experiencias han avanzado hacia otras comunidades.

El activismo ambientalista que inspira la iniciativa la ha hecho evolucionar hacia el movimiento VIDA (Visión Infantil para el Desarrollo Autogestionario). Este ha sido, a su vez, precursor de otra iniciativa que lo asume como su núcleo expansivo, denominada «Comunidades Pro-Naturaleza», la cual ya actúa en carácter de proyecto autogestionario, que tiene como uno de sus principios tender puentes de intercambios e integración entre las comunidades que se van involucrando. Aparte de la comunidad que fuera la cuna del presente acontecimiento, otra ha sido declarada Comunidad Pro-Naturaleza. Aunque ambas tienen situaciones ambientales distintas, son muchos los aspectos comunes desde el punto de vista social, alimentario y económico, los cuales se van revirtiendo gracias a la organización de los actores locales, junto a las instituciones y organizaciones que los acompañan en los procesos de autoayuda.

Regularmente, en cada cosecha se incrementan las producciones de frutos, nueces y pulpa de marañón. Mientras que de una manera muy rudimentaria produjeron 3 000 litros de pulpa en el 2002, la cosecha del 2009 fue de 10 000 litros, debido a la respuesta de los árboles originales y de los que ya producen en las áreas reforestadas.


El donativo de Naciones Unidas permitió crear capacidades en una nueva mini-industria para aprovechar eficientemente la cosecha de marañón y otros rubros locales. Así, se aseguró la comercialización de lo que se produce en la comunidad, se crearon nuevos modelos sustentables adaptados a las condiciones de sus agroecosistemas, se generaron nuevos empleos —con prioridad para mujeres solas con hijos y pocos recursos—, se mejoraron las finanzas familiares promedio en 35% hasta el momento, y ha disminuido el éxodo de los habitantes. El promedio de ingreso a nivel comunitario por estos conceptos a partir del 2003 asciende a 300 000 pesos, con un potencial incremento a partir del 2010 que puede superar 10% anual, debido a la capacidad productiva de las plantaciones y a la ampliación y diversificación de la mini-industria rural.


Conservación in situ y reforestación

El marañón encabeza la lista de especies frutales tropicales arbóreas amenazadas en Cuba desde hace más de veinte años, y justamente Peralejo es uno de los pocos refugios que tiene ese árbol en el país (y algunos lo consideran el más importante).
En la comunidad se contabilizaron 926 árboles de marañón, distribuidos entre 12 fincas familiares. Estos árboles estaban asediados por la creciente presión que le ejercían varias especies invasoras, algunas de ellas trepadoras.

La mayoría de los árboles tenía entre 60 a 80 años, por lo que algunos estaban en declive fisiológico (no producen flores y frutos), y a otros se le aceleraría la llegada a esa etapa, debido a la marginación a que habían sido sometidos.

El CIAL procedió a liberar de especies invasoras a todos los árboles y a realizar podas de saneamiento y de rehabilitación. También contribuyó a transformar en humus los restos vegetales y hojarascas a través de compostaje y de lombricultura para su posterior aplicación como abono orgánico. Esto ha constituido una tarea sistemática de las familias, en la que participan sus integrantes. Al mismo tiempo, se comenzó a gestar la motivación por la producción a pequeña escala de manera diversificada. Ya la ganadería prácticamente no es posible en los depauperados agroecosistemas. Entonces, la organización, integración e intercambio de saberes los llevó a establecer huertos en las periferias de los sitios arbolados; estos les ofrecen materia orgánica, protección contra los vientos, temperaturas más frescas y, de alguna manera, ayuda a la regulación de plagas y enfermedades.


En la comunidad se contabilizaron 926 árboles
de marañón, distribuidos entre 12 fincas familiares.

A partir de la cosecha del 2000 fue que se notaron los efectos de la conservación in situ. Muchos campesinos, incluso los más veteranos, quedaron asombrados de ver cómo habían respondido los viejos árboles. Se logró una floración y fructificación garantes de una producción sin precedentes hasta ese momento para la mayoría de las plantaciones que allí viven. Se estimó que de 85 a 90% de la floración logró fructificar, lo que evidencia la completa recuperación de los árboles, cuestión que ya se ha ilustrado anteriormente. Estas áreas armonizan con las dedicadas a la reforestación que se inició en mayo del 2006. Además del vivero escolar que atiende el CIAN, cada familia estableció su propio vivero para cubrir sus áreas comprometidas en el proceso de reforestación. En las condiciones de Peralejo, los árboles de marañón tienen su despunte productivo a los dos años de plantados. Fue por ello que ya en la pasada cosecha se obtuvieron producciones a partir de la incorporación de 1 200 nuevos árboles, de manera que paulatinamente la capacidad productiva y la diversificación se incrementarán cuantitativa y cualitativamente, en la medida en que el marañón contribuya a mejorar las condiciones del suelo.

De forma integral, las experiencias obtenidas, gracias a la integración de saberes y aportes de todos los involucrados, poco a poco revierten la situación ambiental y de los agroecosistemas, que parecía irreversible. Lo planteado es una muestra fehaciente del esfuerzo colectivo con sólidas bases en la autoayuda. Slow Food Internacional, a través de la Fundación Terra Madre, ha reconocido este relevante proceso de transformación, al invitar a la comunidad de Peralejo a participar en las ediciones del Encuentro Mundial entre Comunidades del Alimento en sus ediciones de 2004, 2006 y 2010, en Terra Madre, y ya como parte de la macroiniciativa Comunidades Pro-Naturaleza.

* Ingeniero Agrónomo y Máster en Biotecnología.
Escuela de Capacitación de la Agricultura Antonio Maceo, Cuba.
** Licenciada en Biología y Maestrante de Gestión Ambiental, Cuba.
e-mail: lubia.grm@infomed.sld.cu