El bosque nuestro
de cada día
Por
Alejandro Montesinos Larrosa*
El sotobosque, dicen los diccionarios, es la vegetación formada por matas y arbustos que crece bajo los árboles de
un bosque. ¿Podríamos entonces definir al bosque
como la vegetación formada
por árboles que crece junto a matas y arbustos, en armonía con el raicerío, la hojarasca
y el deseable ajetreo fáunico?
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¿Qué nos importa más: lo grande, o lo pequeño? ¿Cómo reconocer la cantidad sin sopesar el brío de una semilla?
Un árbol esconde el bosque cuando el que observa permanece detrás de su tronco, de la misma forma que un dólar (o un peso cubano) frena el uso de las fuentes renovables de energía cuando su poseedor lo coloca en el presupuesto destinado a quemar petróleo, o a fomentar la tecnología energética nuclear.
Una sugerencia para los legisladores: Quien practica el monocultivo debería estar obligado a fomentar bosques (preferiblemente frutales); y a quienes queman petróleo o fisionan átomos deberíamos exigirles que paguen, ahora (hoy), por la feroz deuda ecológica que dejan a nuestros nietos y nietas.
Lo inmediatamente incuestionable es que tanto los leñadores transnacionales como los petroleros de cualquier corporación, pronto quedarán desempleados, si antes no talan o incineran nuestro futuro.
El petróleo no se acabará nunca, porque su combustión desenfrenada para producir electricidad eliminará antes las condiciones mínimas para la supervivencia de la actual civilización.
Los bosques tampoco se acabarán nunca, porque antes desapareceremos como sociedad humana si continúa la tala sádica para fomentar desiertos verdes, con la falaz insistencia de generar etanol para los más de 800 millones de autos que ruedan insaciables, en competencia con los más de 800 millones de estómagos famélicos que nos acusan desde hace décadas, habiendo, sin embargo, tantos alimentos para saciarlos.
No se trata de leyes de la selva (o del bosque); es una certeza histórica, independiente de nuestra conciencia.
Una falacia: la crisis energética. Nos intimidan con ella, y nos ocultan la evidencia científica de que desde el Sol nos llega energía suficiente hasta para satisfacer el consumismo primermundista (causa primera de las devastaciones).
Otro artificio: la mitigación del cambio climático con bio-combustibles. Ya tenemos las celdas de combustible, en variantes domésticas e industriales, a partir del hidrógeno producido con fuentes renovables; pero el afán de bio-plusvalías induce al saqueo de las pocas amazonías con que contamos para la respiración planetaria.
Lo concreto (lo objetivo, dirían los filósofos), lo que predomina en nuestras cotidianidades, son la tala incisiva de bosques y la combustión de los hidrocarburos, que conllevan a las lluvias ácidas y la contaminación ambiental. Y a algo más concreto: la crisis alimentaria, que ya nos toca a la puerta.
¿Alguien podría imaginar un mundo sin árboles, sin que los amantes puedan esculpir en sus troncos un corazón atravesado por una flecha, y con dos nombres en sus ventrículos, o aurículas? (sería aburrido, particularmente para los adolescentes). Pobres bisnietos nuestros que no podrían imaginar el cuento de Caperucita y el lobo (sin bosque resultaría anodino).
¿Nos quedan alternativas?
En todas las etapas de las luchas por la independencia, los patriotas cubanos asumieron la estrategia de arrebatar las armas al enemigo. Hoy las batallas son ideológicas, culturales y económicas. Habría que insistir en la ideología y cultura solares, y quitar de los presupuestos estatales los fondos destinados a comprar petróleo, que se quema en las centrales termoeléctricas de todo tipo (incluidos los grupos electrógenos).
Pasar los fondos financieros de los hidrocarburos hacia los presupuestos de las fuentes renovables de energía, es la primera batalla económica que debemos librar para alcanzar la independencia energética y el desarrollo sostenible.
¿Qué hacer?
1. Invertir en un nuevo parque eólico de 10 MW de potencia. Para ello se necesitan sólo diez de los tantos millones incluidos en el presupuesto del 2011 para comprar petróleo en Cuba. De ese modo, en el 2012 dejaríamos de gastar esa suma en la generación eléctrica, porque estaría garantizada por el generoso dios Eolo.
2. Invertir otros diez millones en construir pequeñas centrales hidroeléctricas, que ya están diseñadas y sólo esperan por financiamiento.
3. Invertir otros diez millones en paneles fotovoltaicos, conectados a la red eléctrica nacional, colocados sobre los techos de los abundantes almacenes del país.
¿Cómo hacerlo?
1. Convocar a un grupo de especialistas (ingenieros, economistas, científicos, et al.) y formular los proyectos.
2. Aprobar los cambios del presupuesto en las instancias correspondientes.
Parece sencillo, aunque no lo es en realidad, ya que no contamos con experiencias para esos cambios presupuestarios: tampoco resulta fácil ver el bosque detrás de un árbol robusto. Pensemos entonces en una fórmula evidente y útil: cambiemos de posición.
* Escritor, editor e Ingeniero Mecánico. Máster en Periodismo.
Director de la Editorial CUBASOLAR y de la revista Energía y tú.
Tel.: (537) 6407024.
e-mail: amonte@cubasolar.cu
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