El conocimiento ambiental
y los agro-combustibles


Por
José Alberto Jaula Botet*

Reflexiones sobre la conversión
de alimentos en portadores energéticos


Como la mayoría de las políticas y acciones del capitalismo, la alternativa de producir agro-combustibles a partir de cultivos alimenticios es otra fórmula aplicada por las esferas del poder político y económico, para construir un nuevo capítulo de diversionismo científico y tecnológico, a la vez que edulcora una alternativa que cautiva por sus aparentes buenas intenciones de favorecer a los más humildes y al medio ambiente en su conjunto.

 

Tanto ese paradigma ambiental, como la ciencia y la tecnología subordinadas, responden al saber cartesiano, melístico, disciplinar, antropocéntrico, asistémico, reduccionista, sincrónico, digitalizado, positivista, económicamente neoliberal y socialmente injusto, que, entre otras características, las clases dominantes han conseguido imponer desde sus posiciones de poder político, económico y cultural sobre los pueblos.

Una vez más se pone de manifiesto la manipulación de la ciencia y la tecnología, nutridas de profesionales asalariados del propio capital, en función de falsear los fundamentos que sostienen la utilización de dichos agro-combustibles, así como de sus implicaciones reales para la población planetaria y el medio ambiente.

La teoría y la práctica que sostienen la propuesta de producir los agro-combustibles a partir de cultivos de alimentos para el ser humano y la ganadería, no han ofrecido otro resultado que aquel derivado de una interpretación sesgada ex profeso, del conocimiento ambiental pertinente a la sostenibilidad, a solicitud expresa del capital y como herramienta de poder y de dominio sobre los pueblos del mundo en desarrollo.

El discutido éxito que se le atribuye a los agro-combustibles, tampoco rebasa el umbral del conocimiento ambiental, y apenas alcanza la calificación de tecnología seudo-ambiental, por excluir en su concepción y alcance los atributos que se interpretan científicamente para avalar un futuro desarrollo sostenible.

Bajo el prisma de un sensato juicio ambiental, no cabe duda de que el concepto actual que prevalece sobre los agro-combustibles y sus efectos, se aparta de los más elementales principios que prevalecen respecto a la actuación humana dentro del sistema ambiental.

El aporte de los agro-combustibles no evidencia una correspondencia con los referentes que deben caracterizar al nuevo saber ambiental, en tanto se estima como una solución ineficiente con relación a la problemática actual que enfrenta la humanidad, y que a continuación es objeto de un somero análisis.

Ante todo, se reconoce el carácter sistémico que caracteriza los estudios sobre el medio ambiente; sin embargo, no se le ofrece semejante enfoque a los agro-combustibles (recurrentemente abordados de forma disciplinar) en su inexorable inserción en el sistema ambiental.

Lo anterior evidencia la necesidad de reconocer al sistema ambiental a escala general, conformado por la sinergia que se deriva de la interacción de los grandes sub-sistemas de la naturaleza, la sociedad y la economía, que a su vez se encuentran constituidos por innumerables sub-sistemas, sin que alguno de ellos funcione independiente de los demás que conforman el sistema ambiental.

El medio ambiente, como sistema, precisa abarcar la totalidad de los elementos y fenómenos que determinan toda la trama de la vida en el planeta, y para ello se debe estudiar en los múltiples sistemas a diferentes escalas y contextos, en los cuales se produce el perenne estado de equilibrio dinámico evolutivo, donde se realiza el recurrente intercambio de materia, energía e información, que sostiene el funcionamiento de los sistemas ambientales.

Por su basamento melístico, el concepto de agro-combustible se riñe con una solución ambiental eficaz a escala global, por cuanto con independencia del alcance de ciertos logros locales, el conjunto de los mismos en el proceso de producción, de transporte, en el mercado y el consumo de tales portadores energéticos, debe continuar aportando gases de efecto invernadero a la atmósfera planetaria y, por lo tanto, no contribuye significativamente a una reversión efectiva del cambio climático a escala global.

Todo ello tampoco contribuye a la disminución de los impactos ambientales negativos que se producen en los suelos, las aguas, el aire atmosférico, el paisaje, la sociedad y la economía local, además del ambientalmente nefasto monocultivo.

La visión disciplinar que pretende soportar la propuesta de los agro-combustibles, carece de la necesaria transdisciplinariedad que debe identificar al saber ambiental, con la inexorable concurrencia de áreas cognitivas, como aquellas referidas al respeto de la capacidad de sostenibilidad de cada tipología de agro-sistema, a la diversidad de cultivos, a la variedad de los paisajes, a la conservación de la biodiversidad agrícola, al control biológico, a la diversidad de alimentación y de satisfacción de otras necesidades por la población rural local, además del mantenimiento incólume del sistema económico predominante con la gran externalización de lo ambiental.

Muy distante del saber ambiental que se precisa para adecuar de forma pertinente la adopción de los agro-combustibles eficientemente dentro de los referentes hacia la sostenibilidad, se reconoce por este autor la insuficiente existencia de la formación ambiental universitaria correspondiente, dada la prevalencia de muchas carreras universitarias con denominaciones ambientales y con apariencia de estudios trans-disciplinares, que en la mayoría de los casos apenas rebasan el umbral de las ciencias disciplinares que les han dado origen.

Hoy existen diversas carreras universitarias con la denominación de «ciencias ambientales», que en todo caso solamente consisten en estudios inter-disciplinares, como pueden ser la biología ambiental, la economía ambiental o la sociología ambiental, entre otras, que no cubren el espectro del conocimiento ambiental, que insoslayablemente debe ser trans-disciplinar.

Tampoco abundan los estudios sobre energética ambiental, que resulten pertinentes con el conocimiento de los sistemas ambientales, lo cual es una evidente carencia al considerar a los agro-combustibles con enfoque de sostenibilidad.

Por otra parte, el enfoque antropocéntrico de los agro-combustibles es contradictorio con respecto al conocimiento ambiental que hoy reclama el planeta, en virtud de su basamento netamente humano, como si el resto del ambiente estuviese sumido única y exclusivamente al pensamiento y a la actuación de una sola especie. Hasta el presente, el conocimiento tradicional ha contribuido más que a favorecer el ambiente, a degradarlo, al extremo de poner en peligro su propia supervivencia como especie.

En oposición al enfoque que sostiene la alternativa de los agro-combustibles, se precisa de una posición más ambiocéntrica, que coloque al ser humano insertado en el ambiente al cual pertenece y que propenda con sus acciones de desarrollo, a contribuir al beneficio de todo el ambiente y no solamente a una especie dentro de lo infinito, de lo biótico y abiótico presente en el sistema ambiental planetario, que reclama de una urgente atención.

Por otra parte, la imposición de las especies vegetales para agro-combustibles sobre suelos por la simple marginalidad o desocupación de los mismos, hasta incluso por el análisis de su capacidad agrológica, se contrapone a un saber ambiental pertinente, que precisa de la evaluación de la capacidad de respuesta del suelo a dichos cultivos, o lo que es lo mismo, identificar el grado de aceptación de esas y no de otras especies a estas nuevas condiciones.

La visión a corto plazo, implícita en la utilización masiva de los agro-combustibles, también se aparta del enfoque ambiental del desarrollo sostenible, por cuanto consiste en una solución paliativa y circunstancial, sin perspectivas de que pueda ser sostenida en el tiempo.

En el sub-sistema económico del ambiente, los agro-combustibles se insertan como un resultado más de la economía excluyente de lo ambiental, en la cual la naturaleza y sus recursos se encuentran subordinados a los mecanismos del mercado. Un nuevo conocimiento ambiental no debe desconocer que, en todo caso, deben ser la naturaleza y sus recursos los regentes del mercado, y no a la inversa.

Tampoco el sub-sistema económico imperante, con la masificación de la producción de agro-combustibles, persigue el objetivo de desterrar la pobreza que afecta el entorno mundial, sino por el contrario, los mayores dividendos económicos engrosarán las arcas de los centros de poder, en lugar de redistribuir la riqueza planetaria a toda la población.

Por otra parte, el sub-sistema social del ambiente, acoge a los agro-combustibles como una continuación de la inequidad e injusticia que prevalece en la mayoría de la población del planeta, sencillamente, por no incluir el acceso pleno de la población del orbe a disfrutar de los derechos básicos para subsistir en condiciones dignas y jurídicamente plenas.

Otra arista de la problemática inherente a la expansión de los agro-combustibles, se refiere a la satisfacción del «consumismo» por parte de la población rica del planeta, en contraposición con un enfoque equilibrado y justo del consumo mundial.

De igual forma, la aspiración del mundo industrializado de satisfacer sus demandas de combustible para los automóviles, que constituyen una de las mayores fuentes de consumo de combustibles fósiles y de contaminación de la atmósfera, no puede generalizarse a la totalidad de la población mundial. En cambio, la civilización contemporánea debe cifrar sus expectativas hacia la reducción de la cantidad de automóviles por persona en el Primer Mundo, así como al incremento de los medios alternativos y colectivos de transportación, que generen menor impacto negativo al medio ambiente.

 

 

Si en la actualidad impera el conocimiento seudo-ambiental que pretende fundamentar el uso de los bio-combustibles, como una medida curativa ante la severa crisis ambiental prevaleciente; de otra parte, se contrapone un sensato saber ambiental, enfocado hacia la sostenibilidad, y que aboga por acciones también preventivas, en evitación de la aparición de nuevos impactos ambientales desfavorables.

En otro orden, colocar las actuales tecnologías seudo-ambientales como argumentación para incrementar los agro-combustibles, deplora la aspiración de un nuevo conocimiento ambiental, por la investigación científica y la innovación tecnológica, a favor de acceder a pertinentes tecnologías que no produzcan impactos nefastos al medio ambiente.

En el contexto de la cultura ambiental, la aparición de los agro-combustibles también puede implicar el riesgo de imponer sus modelos de producción y de subsistencia, en detrimento de la cultura agropecuaria tradicional, correspondiente al patrimonio ancestral de pueblos y comunidades campesinas e indígenas en todo el orbe.

No se deben descartar los beneficios económicos que a corto plazo representan estos portadores energéticos para cifras elevadas de agricultores, cuyas ganancias se destinan mayormente a los propietarios de grandes extensiones de suelos, y de las empresas dedicadas a la comercialización y venta de los combustibles, sin que semejante tributo llegue a la mayoría de los obreros agrícolas y a los pequeños agricultores que se sumen al cultivo de dichas plantas.

La adopción de una estrategia para producir agro-combustibles, que resulte compatible con un conocimiento ambiental en la búsqueda de un futuro desarrollo sostenible, obliga a excluir los cultivos para la alimentación humana, mientras impere el hambre y la pobreza en el planeta.

Por cuestión de ética elemental con la propia especie humana, en coincidencia con Fidel Castro, no se debe permitir que los alimentos sean convertidos en energéticos para viabilizar la irracionalidad de una civilización que, para sostener la riqueza y los privilegios de unos pocos, incurre en un brutal ataque al medio ambiente y a las condiciones ecológicas que posibilitaron la aparición de la vida en la Tierra, amén de la condena a muerte prematura por hambre y sed a más de tres mil millones de personas en el mundo.

* Doctor en Ciencias y Profesor Titular del Centro de Estudios de Medio Ambiente y Recursos Naturales (CEMARNA), Universidad de Pinar del Río, Cuba
e-mail: jaula@vrect.upr.edu.cu