La fuerza
de la finca familiar



Por
José Antonio Casimiro González*



Hombres y mujeres sabios, en armonía con la naturaleza
y la sociedad

 

No es fuerza lo que la caracteriza, aunque parezca una paradoja; es poder, capacidad para recuperar lo perdido, diversificar; es cultura para los pequeños espacios, la de cada familia en su finca según el lugar, sus posibilidades y sus gustos.

Los combustibles fósiles son el resultado de la acumulación de energía concentrada por la naturaleza durante cientos de millones de años. Con la fuerza concentrada de los combustibles, hoy, una sola persona puede accionar una máquina (un tractor) que hace el trabajo de los 60 bueyes.

¿Qué espacio real se necesitaría para darle alimento a esos seres? Por lo menos 30 hectáreas, algo así como 300 000 m² de tierra dedicada solo para la alimentación de los animales (300 organopónicos de 1 000 m²).

Para contar con la fuerza de los 60 bueyes se requerirían 30 boyeros, vacas pariendo terneros para luego relevar a los ejemplares viejos; cada persona que trabajaría con esos animales y su familia, podrían ser otros 120 individuos más a alimentar; entonces, ¿es realmente posible contar con esa fuerza en una pequeña finca familiar?

Veo muy a menudo a verdaderos defensores de la Agroecología usando el argumento de la tracción animal para ahorrar petróleo, como si por esa vía fuera más corto el camino para llegar a convencer. Cuando oigo hablar del buey como fuente de ahorro de combustible, pienso que hubo un error; o cuando hablan del humus de lombriz para ahorrar fertilizantes, o producir más barato.

El molino de viento, el ariete hidráulico, el biodigestor, el trabajo agroecológico, la familia en la pequeña finca, no tienen que ver prácticamente nada con la gran empresa agrícola industrializada.

Sería como comparar los juncos chinos con los supertanqueros actuales. Para defender la Agroecología hay que ubicarla en el centro de una tela de araña pendiendo de muchos hilos que tienen relación con todo.

 

 

En la agroindustria no hay una preocupación con el medio ambiente, la degradación, la erosión, la contaminación, la emigración, la falta de empleo y alimentación, la polución y la desculturización, problemas que con ese sistema no se pueden resolver satisfactoriamente.

Ningún país lo ha hecho. Creo que el que lo hiciera y volcara todo el bien posible en la generalización de la fórmula agroecológica familiar, con el diseño de la Permacultura, se estaría iniciando como el faro que podría darle luz al camino oscuro hacia donde todo camina hoy, y para mí, Cuba es el lugar elegido, y esto no requiere mucha explicación.


¿Por qué la pequeña finca?

Porque aquí es donde la yunta de bueyes se convierte en tractor al lado del pequeño agricultor, donde el molino de viento y el ariete hidráulico son también instrumentos que prestan servicios vitales, y que, además, tienen que ver mucho con los bienes naturales compartidos, sin perjudicar a nadie, donde el manto freático y los arroyos pueden ser de todos y no dejen de correr a causa de uno solo que posea la gran turbina mecánica.

 

 

El biogás, como las demás fuentes renovables de energía, no ahorra petróleo, sino que lo produce. Le quita a la familia campesina el estigma de pobrecitos que cocinan con leña; con este gas se puede alumbrar y refrigerar, y de la fermentación se obtiene un fertilizante de primera, y todo como subproductos de la producción de leche y carne.

Esto es un desarrollo al que se podría llevar a millones de personas, porque es de eso de lo que depende, del amor y de sus fuerzas, todas productivas, hasta edades muy avanzadas, donde serían las buenas pasiones otra fuente renovable de energía para generar familias del campo felices, que no desearían ir para el pueblo, contentos y orgullosos de su suerte por el buen vivir campesino.

La Agroquímica es una cosa, y la Agroecología, otra: ¿qué queremos y qué podemos? Se quieren resolver todos los problemas: tener alimentos abundantes y sanos, independencia, frenar el éxodo a la ciudad, proteger el ecosistema, ser sustentables, priorizar la Agroecología, uso máximo de fuentes renovables de energía, tracción animal, seguridad y soberanía alimentarias.

Creo que la solución está en la familia en la finca agro-ecológica; y lo más importante es que ya está todo inventado, ha funcionado siempre y hoy es la que genera la mayor producción agrícola en cualquier parte del mundo, la que menos le cuesta al país. Sería bueno comenzar a dar pasos serios hacia esa solución, con todos los hilos de la madeja tirados desde la carreta hacia el mismo lugar.

No tengo nada que debatir sobre la agroquímica mecanizada, solo creo que es para economías desarrolladas, otros climas, super alta eficiencia, mecanismos de mercado y seguros bien montados, paquetes tecnológicos a 100% a pie de surco, alta y actualizada mecanización, subsidios, que no tengan que pagar el costo ambiental, y donde la población agrícola no sea lo más significativo.

Una fórmula es todo gente, naturaleza, diversificación, cultura, arte, soberanía y equilibrio; y la otra, todo máquinas, químicos y dinero para producir los alimentos más fáciles en las mejores tierras, pero que no pueden competir con el pequeño agricultor que produce la mayor cantidad y los mejores y más variados alimentos en las peores tierras y en mucho menor espacio.

 

 

La Agroecología pura (Permacultura) nunca podrá generalizarse sin la intervención estatal. Creo firmemente que 250 000 pequeñas fincas, de hasta una caballería, sería una buena solución.

Ahí están los datos, yo no los tengo, pero sé que las fincas de los pequeños agricultores producen la mayor, la mejor y la más variada oferta alimentaria en todas partes; y en Cuba debe ser mucho más, a pesar de que los pequeños agricultores tienen la menor cantidad de tierras y producen los cultivos más difíciles (tabaco, café, ajo, leche, carne). Ellos tienen las tierras mejor conservadas, las menos afectadas por los ciclones y sequías, y las más resistentes.

Donde las tecnologías apropiadas, las fuentes renovables de energía, la tracción animal, el biodigestor y la pequeña industria tienen su más preciado valor, es con la familia en la finca agroecológica. Aquí coexisten el ahorro máximo, la armonía y la cultura de cada familia con su sistema. Todo ello se perfecciona y hereda de una generación a otra; y es aquí donde yo pierdo la fe para hacer agroecología sustentable en fincas muy grandes, porque se cae en el círculo vicioso de que el buey es improductivo, el molino no alcanza y la fuerza de trabajo tiene que ser mecanizada porque los jornales escasean y su costo se hace impagable.

Para mí una finca pequeña en Cuba sería hasta de una caballería (13,52 ha), la mediana, de dos caballerías; y la grande, a partir de ahí. La máxima sostenibilidad es directamente proporcional a los pequeños espacios.

Una fuerza inmensa para que no se tengan que subsidiar esos sistemas productivos: obtener de cada producto todo su valor agregado, como confección de dulces, conservas y quesos, entre otros productos, con normas y requisitos que posibiliten su mercadeo también por entidades estatales en el turismo, etc., y así generar nuevas fuentes de empleo e ingresos que permitan a la familia servirse del aporte de los mayores, las mujeres y los jóvenes estudiantes en las vacaciones.

En cuanto al tamaño del sistema productivo, me anima el pequeño, también para que muchos más puedan ser agricultores, y que en territorios no muy extensos se pueda concentrar una cantidad de personas que sean suficientes para crear sus escuelas, tiendas de servicios, espacios feriales de exhibición de animales y productos, de recreación y comercialización; es decir, una comunidad de pequeñas fincas familiares, donde se posibilite la pequeña industria y formar un buen vivir de hombres y mujeres sabios en armonía con la naturaleza y la sociedad.

* Agroecólogo y permacultor.
Autor del libro Con la familia en la finca agroecológica.
e-mail: leidic@suss.co.cu