Permacultura: un camino para la sustentabilidad


Por
Carmen Cabrera López*

 

Si la vida te da limones,
hazte una limonada



 

Desde sus inicios, a finales de la década de los 70 del pasado siglo, la permacultura se ha definido como una respuesta positiva a la crisis ambiental y social que estamos viviendo.

Sus creadores, los australianos Bill Mollison y David Holmgren, decidieron en aquellos momentos en que se consolidaba una conciencia ambientalista, dejar de protestar por lo que no querían, y proponer lo que encontraron como solución a los problemas de pérdida de la biodiversidad, deforestación, desertificación y daños ocasionados por la agricultura convencional. Una agricultura comercial cuyo propósito es obtener ganancias, olvidando la producción de alimentos sanos para las personas.

Esa respuesta fue la permacultura. Ellos creían en la posibilidad y necesidad de recuperar las áreas contaminadas y degradadas, además de conservar los ecosistemas naturales. Con este propósito reensamblaron viejas visiones, tecnologías y conocimientos científicos modernos, además del conocimiento de plantas, animales y prácticas sociales de los ancestros, de aquellas culturas que lograron con éxito la sustentabilidad y una vida plena y feliz.

Agregaron nuevas ideas para estructurar un sistema de vida capaz de sustentarse a sí misma, donde la agricultura sigue el modelo natural del bosque, la vivienda se integra al paisaje, se hace un manejo muy eficiente de la energía y hay relaciones humanas solidarias, de respeto y compromiso con la naturaleza.

La palabra «permacultura» está compuesta de «perma» (permanente) y «cultura», conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etcétera.

La permacultura se define como un sistema de principios y métodos, útil para el diseño de asentamientos humanos sustentables. Es el diseño consciente y el mantenimiento sustentable de comunidades humanas y sistemas agrícolas, con la misma diversidad, estabilidad, resistencia, capacidad de respuesta a los cambios, recuperación y creatividad de los sistemas naturales.

Para entenderlo mejor podemos pensar lo que ocurre en un bosque, donde no haya existido la intervención humana. El diseño natural, que está en un estricto orden (aunque a nuestra vista parezca desarreglo o caos), lleva a que cada cosa o elemento del bosque esté relacionado con los otros y cada uno ocupe el lugar que le corresponde, estableciéndose relaciones de cooperación o competencia, que hacen de este modelo un maestro de sustentabilidad.

Es difícil definir la permacultura, porque al conocerla cada persona hace su propia definición. Algunos la consideran un tipo de arquitectura del paisaje, otros, de agricultura orgánica, y para muchos es una filosofía de vida en armonía con la naturaleza. Ocurre como con el amor, podemos sentirlo, pero es difícil definirlo.



En sus inicios contemplaba fundamentalmente la agricultura, pero poco después sus creadores se percataron de la importancia del componente social, por lo que se convirtió en una filosofía holística y en una ciencia del diseño que lleva a los grupos humanos hacia una cultura permanente. Hoy se reconocen proyectos, organizaciones y personas vinculados a la permacultura en más de cien países.

La permacultura es una concepción práctica aplicable a cualquier escala, desde una vivienda hasta una finca, desde una ciudad hasta un ecosistema silvestre. Nos ofrece herramientas para reconocer y aprovechar mejor los recursos locales, potencia las relaciones de cooperación entre las personas y de estas con la naturaleza, para vivir en armonía con el mundo natural.

Los ejes centrales de la permacultura son: la producción de alimentos sanos, el abasto de energía, el diseño del paisaje y la organización de estructuras o redes sociales. Integra las energías renovables y asegura un uso sustentable de los recursos a nivel ecológico, económico y social.

Los permacultores y permacultoras de todo el mundo mantienen tres principios éticos:

1. Cuidar la Tierra. Se refiere al cuidado de nuestro planeta, con todo lo que en él se encuentra: plantas, animales, o sea, todo lo vivo y lo inanimado. Esto implica la realización de actividades inofensivas y rehabilitadoras, reconociendo el valor de cada cosa y abandonando la idea de superioridad sobre otras formas de vida. La armonía con la naturaleza requiere un sentimiento de humildad, e interiorizar que no somos superiores a otras formas de vida. Todas las cosas vivientes son una expresión de la vida en sí misma. Si podemos ver esa verdad, podremos comprender que todo lo que hacemos a las otras formas de vida nos lo hacemos a nosotros mismos. Una cultura que no entiende esto destruye, sin absoluta necesidad, cualquier cosa viviente que la rodea, y de esta forma se degrada y empobrece a sí misma.
2. Cuidar a las personas. Nos llama a satisfacer nuestras necesidades materiales y espirituales, estableciendo relaciones de solidaridad con otras personas, de no explotación, de intercambio y comercio justo. El cuidado de las personas comienza por uno mismo, pero se expande a la familia, los vecinos, la comunidad o localidad. Es necesario compartir los conocimientos, pues en ocasiones vemos que algunas personas actúan de manera negativa ante la naturaleza o la sociedad, y es por puro desconocimiento de la trascendencia que tienen sus acciones. A pesar de que los seres humanos representan una parte pequeña de los sistemas totales de vida, han provocado y provocan un decisivo impacto sobre ellos.
3. Contribuir con los excedentes de tiempo, recursos y energía a cuidar al planeta y cuidar a las personas. Nos llama a tener una vida digna, «el buen vivir» que expresan las culturas indígenas en América Latina, En este escenario se satisfacen todas las necesidades básicas tanto materiales, espirituales, sociales y ambientales, estableciendo relaciones de solidaridad, justicia, respeto y paz. Esto implica poner límites al consumo, o más bien al consumismo, evitando así la dilapidación de los recursos de nuestro planeta y la contaminación que se produce cuando una vez cubiertas las necesidades básicas, aquellos se destinan a satisfacer necesidades superfluas, creadas artificialmente. El lujo solo se utiliza para satisfacer el ego de quien lo mantiene y es terriblemente depredador de recursos que son finitos. ¿Cuántos planetas Tierra se necesitarían para continuar con ese absurdo modelo de vida?

La esencia de la permacultura es el diseño, como ya hemos dicho, pues representa la conexión entre las cosas. Tan importantes son los elementos como las relaciones que entre ellos se establecen.

 

 

Por ejemplo, la relación entre el animal y el árbol, o la importancia de producir alimentos en las ciudades y que en la vivienda la mayor cantidad de energía que se utilice sea la natural. Para ello se han establecido principios de diseño que están basados en las leyes de la ecología moderna y más específicamente en la ecología de los sistemas, aunque se nutren de conceptos de otras disciplinas.

Los principios de diseño se han dividido por razones didácticas, pero están estrechamente relacionados entre sí. Cada autor o país ha elaborado una lista, que no detallaremos aquí, mencionaremos solamente que algunos van enfocados a la actitud de las personas y ofrecen recomendaciones al ponerse frente a situaciones nuevas, como ocurre siempre que queremos diseñar algo.

Cada problema contiene su propia solución, o es parte de ella en lugar que del problema. Aunque lo parezca, no es trabalenguas. Este principio nos ayuda a ver ante cada problema una oportunidad de crecimiento o cambio positivo. Por ejemplo, Bill Mollison ha dicho: «Usted no tiene un problema con las babosas en su huerto, lo que sucede es que le faltan patos».

En la vida todo funciona en varias direcciones y del análisis que hagamos sobre cada situación dependerá que la consideremos ventaja o desventaja.
Recordando al poeta indú Rabindranat Tagore, en esa joya que es Pájaros perdidos, encontramos el siguiente aforismo: «Si en la noche lloras por no ver el Sol, tus lágrimas no te dejarán ver las estrellas». O este tan popular que dice: «Si la vida te da limones, hazte una limonada».

Hay personas que tienen un sitio donde se estanca el agua por el escurrimiento. Esto puede verse como una desventaja pues no se pueden sembrar plantas ahí. Pero con imaginación podemos verlo como el sitio en el que tenemos la oportunidad de, con poco esfuerzo, obtener un estanque en el que podemos criar peces comestibles, sembrar plantas acuáticas, crear un microclima favorable y un rincón propicio para la reunión familiar.

La permacultura se basa en la recogida intensiva de la información y el uso intensivo y creativo de la imaginación. Necesitamos hacer una profunda observación del paisaje, pues este habla por sí solo y nos dice dónde podemos colocar cada cosa, qué sembrar en cada sitio, qué lugar es más fresco para hacer un portal a la casa, o dónde poner el gallinero.

Por ejemplo, los árboles, con su estructura, nos dan muchas señales de lo que ha ocurrido u ocurre en ese sitio, solo hay que observar y entender. Cuando su follaje está completamente virado en un sentido, es que en el lugar opuesto hay algo que provocó tal modificación de su patrón natural, ya sea un viento fuerte sostenido, una carretera caliente, etcétera.

Trabajar a favor de la naturaleza, no en su contra. Un ejemplo es el de un surfista, que utiliza la fuerza de la ola y solo tiene que realizar todos los movimientos dinámicos adecuados para insertarse en ella y mantenerse.

Conociendo los ciclos naturales podemos comprender que es inútil la guerra contra las llamadas «malas hierbas», pues estas son la reacción natural ante un suelo descubierto. Podemos chapear mil veces y mil una vez brotarán esas plantas «colonizadoras», que son capaces de vivir en ambientes adversos y crear las condiciones para que otras puedan llegar después.

En este caso solo tenemos que sustituir las que no queremos, por las que queremos, ya que si el suelo está cubierto no hay espacio para nada más. Algunas como el boniato, la calabaza y diversos frijoles cubren totalmente el suelo, por tanto no queda espacio para que crezcan otras.

La permacultura llegó a Cuba en 1993, a través de la brigada de solidaridad Cruz del Sur, procedente de Australia y Nueva Zelanda. En ese período difícil de la crisis económica producida por la desintegración de la antigua URSS y el campo socialista, sus integrantes manifestaron el deseo de capacitarnos sobre permacultura, con el objetivo principal de contribuir a incrementar la producción de alimentos en el ámbito familiar y el comunitario. Poco después fue acogida por la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, que es actualmente el centro de referencia de la permacultura en Cuba.

Después de varios cursos de capacitación en diferentes niveles (introductorio, de diseño y de estudios avanzados) ofrecidos por esta institución, contamos en nuestro país con una red de permacultores y permacultoras de más de mil personas, las cuales han puesto en práctica sus principios, no solo en la producción de alimentos, sino en todos los aspectos de la vida, obteniendo resultados exitosos en las ocho provincias hasta ahora involucradas en este movimiento.

*Especialista de la Fundación Antonio Núñez Jiménez
de la Naturaleza y el Hombre, Cuba.
e-mail: delmis@infomed.sld.cu