Diseñando un sistema
de permacultura
(I parte)


Por
Carmen Cabrera López*




Con enfoque holístico
y amoroso, para compartir
con todos.

 

Satisfacer las necesidades de las personas dentro de los límites ecológicos, requiere de un cambio de mentalidad. Debemos dejar de ser exclusivamente consumidores, y en ocasiones derrochadores, para convertirnos en productores y conservadores de los recursos naturales.

La permacultura (cultura permanente) es una filosofía de vida que se basa en un sistema práctico de diseño. Cuando observamos con atención los ecosistemas naturales, podemos aprender e imitar la naturaleza y crear sistemas que sean de muy bajo consumo de energía, muy productivos y nada contaminantes. También sustenta un método de diseño de asentamientos humanos sustentables, e incorpora una filosofía de aproximación a la tierra que conecta a los microclimas el manejo de las plantas, los animales, el suelo y el agua, así como a las necesidades humanas, en comunidades productivas.

El objetivo de la permacultura es crear sistemas ecológicamente sanos y económicamente viables, que satisfagan nuestras necesidades, que no utilicen nocivamente a las personas, la tierra o los recursos, ni contaminen el medio ambiente,
y que sean sostenibles de forma permanente.

Teniendo en cuenta los ciclos naturales, la energía y los recursos de un sitio, podemos diseñar sistemas que se autoregulen, y que una vez aplicados puedan automantenerse en gran medida. O lo que es lo mismo, trabajar en alianza con la naturaleza, no en su contra, teniendo como paradigma el ejemplo de un bosque natural.

La naturaleza trabaja en un ciclo perfecto. Utiliza y recicla todo; por ejemplo, en los bosques las plantas se alimentan a través de las hojas que caen continuamente y forman una cubierta que se hace compost de forma natural y garantiza las condiciones para la futura autogerminación. Los animales propagan las semillas, cuidan de que las plantas no tengan plagas y con su estiércol fertilizan el suelo. Existe una alta biodiversidad y todos establecen relaciones de vida que aseguran su salud y estabilidad.

La recomendación es «pensar antes de hacer», pues para lograr un buen diseño de permacultura es importante tomarse el tiempo necesario planificando lo que se va a hacer y buscando la mejor manera de hacerlo, o de resolver el problema convirtiéndolo en oportunidad de crecimiento, siempre observando y aprendiendo lo que el paisaje nos dice. Con esto garantizamos que el sistema funcione bien y ahorraremos energía, sobre todo la humana.

Pensemos en el ejemplo de una bicicleta; es un sistema formado por muchas piezas (elementos) que están relacionadas entre sí para lograr el movimiento de manera eficiente y con el menor gasto de energía humana. Si alguna pieza o elemento no está en óptimas condiciones y en el lugar preciso, la bicicleta funciona mal, o no funciona, y la persona gasta más energía para moverse con ella, o no se mueve.

En la permacultura no hay una fórmula establecida. Cada sitio es singular y los humanos que viven en ellos también son singulares. Todos los sistemas de permacultura siguen los mismos principios éticos y de diseño, pero cada uno es diferente, pues ha sido creado de acuerdo a la imaginación y los recursos de quien lo ha diseñado.

La idea que encierran los principios de la permacultura son un conjunto de normas generales que se derivan del estudio del mundo natural y las sociedades preindustriales sostenibles, que son todas aquellas culturas que supieron vivir en armonía con la naturaleza, sin agredir el medioambiente o agotar los recursos que las sustentaban.
Nuestro enfoque a la hora de diseñar tiene que ser holístico, pensar en el sistema en general, incluyendo todos los elementos que lo componen. Por ejemplo, nuestra vivienda, los espacios exteriores e interiores, los animales, las plantas (incluyendo los árboles existentes), las tuberías de agua o gas, etc. En los principios siempre hablamos de sistema y elementos.

Como dijo Bill Mollison, quien junto a David Holmgrem concibió la permacultura en la década de los 70: «El diseño es una conexión entre cosas, es el conocer cómo el agua, el pollo y el árbol están relacionados. La permacultura lo relaciona todo, porque tan pronto como usted logra la conexión puede alimentar el pollo desde el árbol».

Para hacer que un elemento del sistema (el estanque, la casa, el monte que la rodea, la cortina rompeviento, etc.) funcione eficientemente, debemos situarlo en el lugar correcto. Uno de los primeros principios trata sobre la ubicación relativa de los elementos, y dice así:

1. Que cada elemento realice varias funciones

La idea es que cada elemento que forme parte del sistema realice la mayor cantidad de funciones posibles. Por ejemplo, un estanque puede servir como reservorio de agua para los momentos de sequía, y también un lugar donde podemos sembrar plantas acuáticas, criar peces, modular el microclima de la zona ya que nos proporciona humedad, servir de refugio a la fauna silvestre como ranas, pequeños reptiles, pájaros o insectos que vienen por el agua, e inclusive para recreación de la familia.

Para que el sistema funcione con éxito tenemos que buscar las conexiones entre los elementos que lo integran, y disponerlos de forma tal que cada uno sirva a las necesidades de los otros: así trabaja la naturaleza. Por ejemplo, en un bosque el orden natural hace que cada animal o planta esté situado justamente donde pueda satisfacer todas sus necesidades vitales y dar como salida los productos que necesitan los que lo rodean.

Una manera muy eficiente de seleccionar los elementos que formarán parte del sistema y de la ubicación que tendrán, es mediante un análisis de cada elemento. Pondremos las necesidades y los productos que nos brindan, con el fin de definir si podemos incluirlo en nuestro sistema y de ser posible dónde y cómo.

Tomando como ejemplo de elemento un pollito, veamos el esquema de la figura 1.
Debemos tener en cuenta su color, tamaño, peso, resistencia al calor, habilidad para cuidar sus crías, etc. Esto es importante porque, por ejemplo, las gallinas de plumaje claro toleran mejor el calor que las de plumaje oscuro, y las razas pesadas no pueden volar tan alto como las ligeras. Algunas son mejores madres y otras mejores ponedoras. También observamos la «personalidad» de la gallina, ya que todas escarban para encontrar alimentos, gusanitos, insectos, etc., caminan, vuelan, se suben a los árboles o a un palo para dormir, necesitan compañía de otras gallinas, pollos y gallos formando bandadas y ponen huevos.

 


Fig. 1. Esquema del proyecto de un gallinero desde la permacultura.

 

A partir de la figura 1 tenemos la información necesaria para hacer un plan del gallinero, podemos decidir dónde lo ubicamos para que sea lo suficientemente lejos y no molesten el ruido y el mal olor, y a la par tan cerca para poderlas cuidar, alimentar y observar. Después de este análisis sabremos en fin si podemos tener o no gallinas en nuestro sistema, y cuántas gallinas podemos tener, ya que hay que pensar en la ética de nuestra relación con los animales. No podemos hacinarlos, tratarlos inadecuadamente según su naturaleza, o simplemente maltratarlos. Algunas personas han llegado a cortarles las alas a sus gallinas para que no puedan volar.

Otra mirada de este principio dice:

2. Que cada función importante esté soportada por varios elementos

«No poner todos los huevos en la misma cesta». Nos advierte que las necesidades más importantes y básicas para el funcionamiento del sistema no dependan de un solo elemento, sino de la mayor cantidad de estos. Cuando así ocurre, se garantiza que aún en el caso de que ese elemento desaparezca, no deje de cumplirse o realizarse la función vital; esto nos evita la dependencia y hace que el sistema sea sustentable.
Ejemplo de esto es el agua, que es sumamente importante; por tanto no podemos depender de una sola fuente de abasto, pues si ocurre algo inesperado el sistema colapsa. El acueducto puede dejar de funcionar por averías.

Tenemos que pensar en la captación de la lluvia, como hacían nuestros antepasados. Construir estanques con múltiples funciones, analizar la posibilidad de tener un pozo o abastecernos de ríos o lagos naturales. También podemos crear filtros de aguas que la devuelvan limpia para reutilizarla.

 


Fig. 2. El diseño debe ser holístico: pensar en el sistema
en general, desde cada uno de los elementos.

 

Para facilitar la tarea podemos hacer una lista de las funciones más importantes del sistema, y para cada una de ellas poner todos los elementos que pueden asegurarla.
Esto resulta muy útil y funciona para todos los aspectos de la vida.


3. Hacer un uso eficiente de la energía

Este principio nos lleva a la reflexión de que la energía que proviene del Sol y de su flujo a través de los ecosistemas, es la base de la vida en nuestro planeta. Los organismos que mantengan su porción de esa energía por más tiempo, y los que la usen más eficientemente, son los que sobreviven y prosperan. Con este conocimiento debemos garantizar en el diseño de nuestro sistema de permacultura, la creación de ciclos de energía eficientes y efectivos, dentro de cada parte del sistema.

Un ejemplo práctico podemos encontrarlo en el abono orgánico o composta. Este se elabora con los desechos de alimentos y plantas (como hierbas cortadas, hojarasca, etc.) y a través de la descomposición por bacterias y hongos, se convierte en la materia orgánica que vuelve a alimentar a las plantas. En él está contenida toda esa energía y aplicarlo como abono es una forma de cerrar este ciclo de la materia.

Cuando el suelo está desnudo perdemos la energía primaria del Sol, pues no hay ninguna formación vegetal que la aproveche; por tanto, nunca debemos dejar el suelo desnudo, toda planta sirve para almacenar energía. Y mucho menos, quemar la vegetación, pues perdemos no solo la energía contenida en la biomasa, sino que contaminamos con el humo (CO
2) que se desprende de la combustión. En este proceder injustificado se pierde también la fauna del sitio y queda el suelo calcinado y sin vida.

Cuando alcanzamos experiencia en el diseño, la tarea es tan agradable como armar un rompecabezas, donde cada pieza es única y ocupa un lugar específico; así vamos andando y recomponiendo todo lo que nos rodea en aras de hacer del planeta un lugar mejor, porque decididamente un mundo mejor es posible.


* Autora de varios libros sobre permacultura y especialista de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, Cuba.
e-mail: delmis@infomed.sld.cu