Hacia la sostenibilidad alimentaria
Por
Juan José Paretas Fernández*
y Mirtha López Gutiérrez*
Desde la integración de todos los actores
en los programas de sostenibilidad alimentaria. |
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La situación agroalimentaria mundial sigue la misma ruta caótica que los sistemas políticos, económicos y científicos que la engendran, reproducen y sostienen, y que explica por qué cerca de mil millones de seres humanos padecen hambre crónica, y cerca de dos mil millones se alimentan desequilibradamente, aunque la producción de alimentos sobrepase en 20-30% las necesidades globales.
Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden y miles de millones de toneladas
de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. Es perentorio frenar las transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente.
Para alejarse de esa ruta, es necesario comprender que los sistemas de producción y uso de alimentos han sido creados y popularizados a la medida del agronegocio, que prioriza las ganancias para nutrir bolsillos, sin prestar la ncesaria atención a los impactos negativos que produce en los recursos naturales y el medio ambiente, ni satisfacer las necesidades nutricionales de la población.
Antecedentes
Desde el descubrimiento de la turbina de vapor hasta nuestros días, la ciencia y la tecnología se han desarrollado cada vez más vertiginosamente, pero no siempre han sido bien utilizadas, como lo demuestran la huella ecológica y la insostenibilidad del actual modelo de desarrollo que sustentan los «países desarrollados», y que desdichadamente tratan de copiar muchos países «tercermundistas».
Veinte años después de la Primera Cumbre de la Tierra (Río 92), las noticias diarias nos informan que los recursos naturales y los indicadores ambientales continúan deteriorándose sostenidamente, y el mal manejo y la especulación gobiernan las fuentes energéticas, hídricas y alimentarias, fenómenos que ponen en peligro el equilibrio social y junto al cambio climático amenazan la preservación de la especie humana. Estas razones y el injusto orden económico globalizado explican por qué no se cumplen los indicadores del Milenio.
Retos y alternativas
Los problemas antes mencionados se acumulan y tienen los efectos más destructivos en los países del Sur, los que están obligados por sus respectivas historias a crear nuevos mecanismos dirigidos a popularizar el uso de tecnologías y procesos apropiados, eficientes
y no agresivos al entorno, y acompañar y capacitar a los agricultores para que puedan adoptarlos, sobre todo si aceptamos que por muchos conocimientos teóricos y esfuerzos prácticos que hayamos desarrollado hasta la fecha, siempre habrá que multiplicarlos, diversificarlos y perfeccionarlos, para poder enfrentar con éxito los nuevos, diversos y más difíciles desafíos que hoy nos imponen la modernidad y la globalización.
Estos retos se manifiestan hoy con más frecuencia y potencia en la naturaleza impulsados por el cambio climático; en lo científico-técnico, de la mano del impetuoso y sostenido desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y las bio y nanotecnologías; en lo económico, político y social, por la filosofía neoliberal globalizada
y la estela de injustas relaciones que practican e imponen en todos los sectores los países desarrollados a nivel internacional, y minorías privilegiadas a nivel nacional en no pocos casos.
Para superar esta realidad, no queda otra alternativa que comenzar a construir una sostenibilidad alimentaria apropiada al bienestar de cada nación, sus regiones y localidades,
y acompañar a los diferentes actores de la cadena agroalimentaria, que es muy diversa; pero lo importante es comprender que comienza y termina en el ser humano, para que también la asuman, alcancen y disfruten.
Los países desarrollados sostienen la filosofía de «seguridad alimentaria» a partir del gran agronegocio. Tendencias alternativas argumentan la «soberanía alimentaria» a partir de la agricultura campesina y familiar. Ambas filosofías, aunque de sectores muy diferentes, buscan privilegiar a sus asociados. Llamo la atención y sugiero explorar «otras alternativas» que permitan establecer sistemas de una verdadera sostenibilidad alimentaria, como única vía para satisfacer las necesidades siempre crecientes
de la sociedad.
El estado del arte para tomar un camino seguro que nos acerque a la sostenibilidad alimentaria en cualquier agrosistema, es una oportunidad que solo puede hacerse realidad si se posee capacidad para poder seleccionar, integrar y aplicar en forma armónica múltiples conocimientos y habilidades técnicas y metodológicas provenientes de verdaderos saberes científicos y populares, que pueden ser utilizados en función de elevar sostenidamente los indicadores productivos y económicos de cualquier sistema de producción agropecuario y forestal a escala comercial, y sin deteriorar los recursos naturales, ni los indicadores ambientales.
Construir nuevos escenarios teniendo en cuenta procesos históricos, aplicar técnicas adecuadas de diagnóstico para determinar brechas y fortalezas, formular una visión y objetivos apropiados acompañados con un plan de acción adecuado y capacitar a los protagonistas para que puedan asumir y aplicar técnicas y procesos de innovación que respondan a diferentes escalas territoriales —un país, un territorio, una empresa, una cooperativa o un pequeño productor—, en múltiples agrosistemas —desde poco a muy productivos—, y que estén dirigidos a satisfacer las necesidades alimentarias de la población, de los animales
y también para la exportación.
El éxito de una nueva alternativa, como sería la construcción de la sostenibilidad alimentaria, depende del cambio de los modos de interpretación e intervención de los actores implicados en dichas iniciativas. En un mundo globalizado como el actual no es posible transformar la realidad cambiando las cosas o las personas, sino cambiando el modo de interpretar y actuar de las personas que cambian las cosas. Esto puede lograrse transformando el sistema de verdades «establecidas», que es la fuente de inspiración de las decisiones y de la orientación de las acciones, mirando hacia donde no se ha mirado y viendo lo que antes no se vio.
Para ello es necesario movilizar conocimientos, voluntades y mucha pasión para construir con una nueva, viable y compartida filosofía los cimientos de una objetiva planificación estratégica, acompañada de los mecanismos que aseguren la innovación institucional para contribuir a visualizar la sostenibilidad alimentaria.
Desconocer o no tomar en cuenta lo anterior permite comprender por qué la mayoría de los programas de desarrollo que se han proyectado en los países del Sur relacionados con el desarrollo rural y la agricultura sostenible, han quedado a medio camino, o fracasado. La falta de recursos financieros y materiales por una parte, o de tiempo por otra, aparecen como los factores más recurrentes para explicar la inviabilidad o insostenibilidad de los programas; no obstante, rápidamente se proyectan nuevos programas con nuevas metas y objetivos que,
en la mayoría de los casos, tampoco toman en cuenta los factores de fracaso acontecidos anteriormente.
Introducir esquemas foráneos en forma mecánica sin justipreciar la historia, los conocimientos y los saberes del acervo nacional; no abrir espacios de participación que permitan movilizar las fortalezas endógenas; no tener en cuenta la erosión y la pérdida de los recursos naturales, resultan a menudo factores muy importantes que pueden condenar desde el inicio cualquier nuevo programa que se conciba, aunque el mismo sea dotado de cuantiosos recursos. A ellos se les unen las amenazas potenciales que representan el cambio climático y el alza constante en los precios de los recursos e insumos necesarios para asegurar la producción de alimentos sin afectar el ambiente.
El autor de estas sugerencias sostiene que en cualquier circunstancia, para que un país pueda avanzar y acercarse en forma segura por la ruta de la sostenibilidad alimentaria, necesita crear nuevos mecanismos que le permitan integrar en forma organizada los recursos humanos y materiales que posea, lo que le permitiría en breve plazo multiplicar
y diversificar fortalezas y potenciar los indicadores de éxito.
En esta dirección, las fortalezas más importantes que pueden movilizar los países se centran en el know how histórico que poseen y los profesionales y agricultores de hoy que han demostrado calificación y experiencia práctica, y que en la actualidad, en muchos casos, necesitan ser asesorados y capacitados para seleccionar y aplicar con éxito buenas prácticas agrícolas, único camino viable, sostenible y seguro hacia el desarrollo rural y la agricultura sostenible. Para movilizar las fortalezas señaladas, el camino más expedito, seguro y de menor costo, es el de la integración.
Por qué la integración
El objetivo más importante de un nuevo proceso no es la formulación de nuevos documentos, sino la «construcción colectiva» de un nuevo comportamiento, lo que exige que el proceso sea interactivo y formativo-educativo. Para que los conceptos de soberanía y seguridad alimentarias, sean superados por el de sostenibilidad alimentaria, esta tiene que ser asumida y adoptada para formar parte de la cultura y la estrategia de la sociedad, y ser transformada en una política de Estado, y no en un programa de gobierno o ministerio que suelen cambiar periódicamente. Esto es imprescindible tenerlo en cuenta, ya que la dimensión institucional es lo más estratégico de cualquier proceso de desarrollo humano, porque históricamente la vulnerabilidad de una sociedad siempre se ha manifestado a través de la vulnerabilidad de sus instituciones.
Los resultados y beneficios que puede brindar un programa fundamentado en el principio de «integrar para multiplicar fortalezas», permitiría convocar y sumar personas de diversas instituciones y múltiples disciplinas; unos con buena calificación profesional, otros con adecuada experiencia práctica, y todos integrados conscientemente para acompañar en forma apropiada a los agricultores más exigentes y también a los más vulnerables.
La forma de organizar adecuadamente un nuevo programa dirigido a mejorar todos los indicadores productivos y económicos del sector agroalimentario, sin agredir los recursos naturales/ambientales, sería:
• Acopiar, organizar, compartir y evaluar información del acervo histórico cultural del sector agroalimentario.
• Sumar información internacional que pueda homologarse a las condiciones que prevalecen en los ecosistemas agropecuarios y forestales.
• Evaluar las condiciones actuales de los paisajes y los recursos naturales y ambientales.
• Seleccionar y proponer tecnologías y procesos apropiados para utilizar y manejar adecuadamente en forma individual o integradas las áreas de cultivo, forestales y ganaderas ubicadas en diferentes agrosistemas (desde muy a poco productivos) y diversas escalas (región, localidad, cuenca, empresa, cooperativa y pequeñas fincas).
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Fig. 1. Principales líneas de acción de los programas
hacia la sostenibilidad alimentaria. |
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En la figura 1 se sintetizan las principales líneas de acción. Las primeras indican la necesidad de acopiar y evaluar información y compartirla en forma interactiva con los diferentes actores que participen en el programa. Con los resultados obtenidos y con los actores ya integrados, se avanzará en la «construcción» colectiva de un plan estratégico y de innovación institucional para el desarrollo rural y la sostenibilidad alimentaria, que aunque perfectible siempre, servirá para no abandonar la ruta trazada.
Las segundas líneas de acción indican las actividades más prácticas que hay que acometer de inmediato para comenzar a beneficiar a los agricultores y ganar en credibilidad. Las mismas están relacionadas con la regionalización de cultivos, y las tecnologías y procesos apropiados para producir en forma rentable alimentos de consumo social, y para diferentes especies animales, así como para la protección y conservación del entorno.
Las terceras líneas señalan actividades de carácter estratégico, las que no pueden obviarse porque están dirigidas a perfeccionar constantemente la matriz institucional relacionada con la sostenibilidad alimentaria y los mecanismos para popularizarla y capacitar a los actores para asumirla, desarrollarla y sostenerla.
Conclusiones
Las actividades señaladas en la figura 1 tienen la misma prioridad e importancia, y aunque los resultados, impactos y beneficios esperados puedan ser alcanzados en diferentes unidades de espacio/tiempo, todos resultan vitales para conformar un programa integral dirigido a la sostenibilidad alimentaria.
El uso eficiente y sostenible del suelo, la vegetación, el agua, la energía y otros recursos —máquinas, animales, hombres—, e insumos disponibles o adquiridos y utilizados en diferentes sistemas de explotación —tradicional, de mínimo insumo, especializado, integrado, diversificado, agroecológico, de precisión y otros—, todos están contemplados.
La apropiación, popularización y utilización de la información que pueden generar estas sugerencias, si son usadas convenientemente para convocar, persuadir, integrar, capacitar y acompañar a todos los actores que participan o deben participar en la tan necesaria sostenibilidad alimentaria —alimentos nutritivos e inocuos para todos—, servirá para emprender un nuevo camino dirigido a convertir lo que hoy es necesidad y posibilidad en una realidad que beneficie tanto a los agricultores como a la sociedad.
* Doctores en Ciencias. Profesores e Investigadores Titulares. Asesores y especialistas en I+D+i para los sectores de agricultura y recursos naturales y ambientales, Cuba.
e-mail: jparetas@catec.cu
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