¡Qué difícil le resulta comprender a un europeo que no todos los científicos y especialistas cubanos tienen, en casa o en su centro laboral, acceso estable (y rápido) a un correo electrónico! ¡Cuán asombrados quedan los australianos ante la inexistencia de paneles fotovoltaicos en las redes comerciales de nuestro Archipiélago, a donde acuden para el «saboreo» de su Sol (y de su son)! ¡Qué perplejos se muestran los argentinos cuando descubren que en muchas fincas ganaderas cubanas bombeamos agua con petróleo, en lugar de hacerlo con molinos de viento! Incrédulos, asombrados, perplejos…, ante una realidad dinámica, distinta de los designios, en sus sociedades, del Capital. No deberíamos tener ninguna duda sobre la esencia del capitalismo (y de sus facetas imperialista y neoliberal): todo, inclusive para sobrevivir, lo trueca en mercancía (hasta el viento y la interioridad del ser humano). Lo mismo hará (y hace) con las tecnologías y procesos relacionados con las fuentes renovables de energía. Su base económica principal es la propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción. Y como sus ideólogos no se sacian, invierten fundamentalmente en guerras y publicidad comercial. En ningún momento debemos considerar que eso lo entendemos todos. El lobo se cubre con las más disímiles pieles. Y a estas alturas, algunos ya demuestran que el imperialismo no morirá de muerte natural: tendremos que eliminarlo con «una acción política y social concertada». Sin embargo, la tarea radica no solo en las críticas que podamos hacerle al neoliberalismo; lo que verdaderamente debe ocupar nuestros sueños y vigilias es afianzar las bases teóricas y prácticas del socialismo próspero y sostenible que queremos crear. Y ese socialismo solo llegará a tal, si en su matriz energética participan cada vez más las fuentes renovables de energía, en todas sus manifestaciones, dimensiones y ámbitos. Uno de los asuntos que debemos resolver, es cómo será la relación Estado-individuo, cuando cada casa se autoabastezca con fuentes renovables de energía, o cuando cada campesino produzca su propia energía para sus producciones agropecuarias. ¿Vamos a estimular, o no, que en los techos de las casas, donde vive el pueblo, se instalen paneles solares fotovoltaicos? ¿Vamos a estimular, o no, que cada productor porcino, por ejemplo, produzca biogás? ¿Vamos a estimular, o no, que no quede pozo sin su correspondiente molino de viento, ahí donde sea viable desde los puntos de vista técnico, económico y social, y cultural? Debemos estimular que los techos de nuestras industrias y fábricas se cubran con paneles solares fotovoltaicos. En ese caso, ¿los directivos, técnicos y obreros de esas industrias y fábricas percibirán los beneficios que puedan derivarse de la instalación de sistemas energéticos que aprovechen las fuentes renovables? ¿No habrá estímulos morales y materiales para las empresas y cooperativas estatales que trabajen para cambiar su actual dependencia de los subsidios estatales en relación con la energía, que ahora se produce básicamente con hidrocarburos? Ese es un asunto vital: el fomento de un socialismo en el que la energía esté en manos del pueblo, fortaleciendo el poder popular real. La lupa debe ser cóncava y convexa, y tener disponibles, además, un telescopio y un microscopio. Al parecer puede ser relativamente más «fácil» organizar, en la teoría y la práctica, el funcionamiento de las «bioeléctricas» cañeras, las pequeñas y minihidroeléctricas, los parques eólicos y las más diversas centrales solares de alguna magnitud, con la participación preponderante del Estado, preferiblemente desde los gobiernos locales. El llamado de atención es resolver, también en la teoría y en la práctica, cómo será la relación Estado-individuo donde existan pequeñas instalaciones con fuentes renovables de energía, como pueden ser los techos de las viviendas con paneles fotovoltaicos, las casas o parcelas con pequeños aerogeneradores, y los biodigestores de los campesinos y los nuevos tenientes de tierra, por solo citar tres ejemplos. Por lo pronto, la urgencia es continuar fortaleciendo una cultura energética sostenible, en todos. Y exigir con mayor ahínco y sabiduría que cambiemos la matriz energética cubana, que actualmente «protege» el uso de los hidrocarburos, con instituciones y leyes, y con presupuestos constantes y sonantes. Algunas personas, desgraciadamente aún pocas, claman por un mundo abastecido 100% con fuentes renovables de energía. ¿Por qué no hacer nuestra esa consigna, o aspiración? Eliminemos gradualmente todos los subsidios a los hidrocarburos, e introduzcamos la internalización de las externalidades para alcanzar un nivel de competitividad adecuado de las fuentes renovables de energía. Tal y como el imperialismo no morirá de muerte natural, la matriz energética fósil y nuclear desaparecerá solo mediante «una acción política y social concertada», conscientemente. ¿Hasta cuándo vamos a exigir peras a los que defienden las fuentes renovables de energía, mientras los petroleros siguen cogiendo mangos bajitos? * Escritor y editor. Ingeniero Mecánico y Máster en Periodismo. Director de la Editorial CUBASOLAR y de la revista Energía y tú. tel.: (537) 7975179. |