Orquídea es nombre
de mujer
Por:
Jorge Santamarina Guerra*
Junto con las palmas y los helechos, las orquídeas conforman uno de los grupos florales más «populares» en nuestro país. Presentes en casi todas las regiones tropicales del planeta, sus miles de especies de infinitas formas y colores son auténticas joyas dentro de cualquier ecosistema.
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En Cuba se han registrado más de trescientas especies y la tercera parte de ellas son endémicas nuestras, es decir, habitantes exclusivas del archipiélago cubano.
De sorprendente adaptabilidad ecológica, a través de largos procesos evolutivos esas numerosas especies de orquídeas se han adaptado a todas las formaciones vegetales de Cuba, y se las encuentran desde las maniguas costeras hasta los picos nubosos y fríos de la Sierra Maestra; desde las sabanas arenosas hasta los humedales siempre inundados.
Como habría de ser, nuestras orquídeas tienen también su historia. Curiosamente, entre las primeras plantas tropicales descritas por Linneo en el siglo XVIII, aparecen orquídeas del Caribe. La primera especie cubana fue descrita en 1835 por el inglés Jonh Lindley,
y el primer texto científico donde aparecen identificadas fue en el del español Ramón de la Sagra, publicado en 1850, con 51 especies. Sucesivas exploraciones aumentaron la cifra hasta 188 especies a fines de ese siglo diecinueve. El botánico cubano Julián Acuña describió 278 especies en su Catálogo de las Orquídeas Cubanas, de 1938, e investigaciones posteriores han elevado el registro a las 305 hoy conocidas, agrupadas en 88 géneros.
Suele creerse, erróneamente, que las orquídeas que viven sobre los árboles son plantas parásitas, cuando en realidad son epífitas, es decir, se fijan sobre esos sostenes pero no se alimentan de ellos. Otras especies son terrestres, algunas prefieren vivir sobre piedras —litófilas— y también las hay trepadoras como los bejucos. De estas últimas, todas pertenecientes al género Vanilla, en Cuba hay ocho especies, y se han encontrado ejemplares de ¡hasta veinte metros de largo!
Pocas especies de orquídeas se autopolinizan y en su gran mayoría la polinización la realizan en «alianza» con insectos buscadores de miel —abejas, mariposas, pulgones, hormigas…— y en algunos casos zunzunes. Esa maravillosa simbiosis biológica es el resultado también de muy dilatados procesos evolutivos simultáneos entre las plantas y los animales involucrados en ellos.
Los nombres científicos de las orquídeas son como ellas, muy diversos, no pocos resultan tremendamente extraños para las personas no especializadas, y algunos son casi impronunciables para los cubanos —por ejemplo, Prosthechea cochleata, Oeceoclades maculata…—. No todas tienen nombres vulgares, solo las más conocidas como la Cañuela, la Orquídea Negra, Candelaria, Orquídea Chocolate, Vainilla, Flor de San Pedro y otras. La más pequeña de Cuba es una miniatura preciosa de apenas 3-4 milímetros de largo y ancho, solo apreciable con una lupa.
Pero tienen también las orquídeas entre nosotros a sus enemigos, acaso sus únicos enemigos, paradójicamente quienes más las conocen: los coleccionistas que las extraen de sus hábitats naturales y únicos, a veces para venderlas. Práctica tan dañina como atrapar un ruiseñor en el monte para enjaularlo. E igual de triste.
Bellas, admirables, maravillosas criaturas son las orquídeas, preciosas joyas de la naturaleza que a todos nos pertenecen, habitantes como nosotros de este planeta también de todos que, irresponsablemente, lastimamos día tras día.
* Ecologista y escritor. Miembro de la UNEAC y CUBASOLAR. Premio David (1975). Autor de varios libros de cuentos, novelas y artículos.
e-mail: santamarina@cubasolar.cu
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