Comida vs. combustible
Por
Laurie Guevara Stone*
Traducción: Vasili Tserej Vázquez
¿Cuál debería ser
el verdadero debate? |
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Mientras la Administración Obama continúa invirtiendo dinero en la investigación y producción de biocombustibles, muchas personas se están cuestionando la lógica que tiene usar nuestras áreas cultivables para hacer crecer combustible. Aun cuando Brasil promociona su producción de etanol como guía para ser la primera economía de biocombustibles sostenible del mundo, los científicos europeos están llamando a un alto en la producción de biocombustibles debido al hambre mundial.
El debate comida vs. combustible suscita cuestionamientos en todo el mundo. Pero muchas personas están olvidando una parte importante de la ecuación, y esa es nuestra dieta. La mayoría del grano producido en Estados Unidos no va a alimentar a las personas, o a poner en marcha los carros de norteamericanos o de ciudadanos de otros países. Va a alimentar a los animales. El ganado consume 90% de la cosecha de soya en ese país, además de 80% de su maíz y 70% de su grano. David Pimentel, profesor de Entomología en Cornell, señala que «si todo el grano que actualmente alimenta al ganado en Estados Unidos fuera consumido directamente por personas, el número de éstas que pudieran ser alimentadas ascendería a 800 millones».
De acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, cerca de 80% de toda la tierra destinada a la agricultura en este país es usada, de una forma u otra, para criar animales. Esa es, grosso modo, la mitad de la masa terrestre de Estados Unidos, donde dicha tierra es usada para hacer crecer cosechas para alimentar animales, y proveerles espacio para pastar.
En los países en vías de desarrollo, la situación es aún más irónica. Los granjeros que acostumbraban a cosechar alimentos para sus familias están abandonando sus cosechas tradicionales en favor de criar animales para venderlos a los llamados «comedores de carne» de los países industrializados. Esto significa que, en algunas de las naciones más pobres del mundo, el grano y la tierra que pudieran ser utilizados para alimentar a los hambrientos están siendo, en su lugar, utilizados para alimentar animales, los cuales eventualmente terminan en los platos de comida de los ricos. De acuerdo con el economista Jeremy Rifkin, presidente de la Fundación de Tendencias Económicas, 80% de los niños hambrientos del mundo viven en países con sobreproducción de alimentos. Sin embargo, su exceso de grano es utilizado para alimentar animales para consumo de los acomodados. E incluso, la mayoría del grano que exportan Estados Unidos a otros países es utilizado para alimentar ganado en vez de personas.
El ganado vacuno, y algún otro tipo de ganado, están devorando la mayoría del grano producido en el planeta. Rifkin dice que «este es un nuevo fenómeno agrícola, que empezó en Estados Unidos en los comienzos del siglo XX y se expandió a otros países después de la Segunda Guerra Mundial. La transición del pasto a la alimentación ha tenido lugar con muy poco debate, a pesar del hecho de que tiene un mayor impacto pronunciado en las políticas del uso de tierra y la distribución de comida, que cualquier otro factor por sí sólo en los tiempos modernos».
El doctor Waldo Bello, director ejecutivo del Instituto de Políticas de Alimentación y Desarrollo, afirma que «hay suficiente comida en el mundo para todos. Pero trágicamente muchos de los recursos mundiales de comida y tierra están atados a la producción de reses y otro tipo de ganado —comidas de los bien acomodados—, mientras millones de niños y adultos sufren de hambruna y malnutrición. En América Central las cosechas de primera necesidad han sido reemplazadas por la cría de ganado vacuno, la cual ocupa dos tercios de la tierra arable».
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el 2008, en todo el planeta la cantidad de cereal destinado a la producción de biocombustibles fue 13% de la cantidad de cereal destinado para alimentar animales. Si la mayoría del mundo cambiara su dieta basada en carne, tendríamos suficiente tierra para producir comida para todas las personas del planeta, que debería ser la prioridad indiscutible.
Y nuestra dieta basada en carne no está solamente afectando la tierra; también afecta el aire y el agua (Tabla 1).
Tabla 1. Producción de CO2 y kilometraje
recorrido
equivalentes por la producción de algunos alimentos

Los profesores Paul R. y Anne H. Ehrlich, de Standford, encontraron que la cantidad de agua utilizada para producir una libra de carne varía entre 9 500 y 22 800 litros, mientras que una libra de frijol de soya puede ser producida con 900 litros de agua. Eso significa que podemos ahorrar más agua al dejar de comer una libra de carne de res, que al dejar de ducharnos durante seis o siete meses. Y, probablemente, también oleríamos mucho mejor.
El clima terrestre también está gravemente afectado por nuestra dieta. En noviembre de 2006, la FAO concluyó que la agricultura animal es la mayor fuente de gases de efecto invernadero (aún más que la transportación).
El reporte de las Naciones Unidas también encontró que el ganado:
• Usa 30% de toda la superficie terrestre del planeta.
• Está ahora pastando en 70% de las antiguas tierras selváticas de la Amazonía.
• Es responsable de 37% del metano inducido por los seres humanos (tiene 23 veces más efecto invernadero que el CO2).
• Produce 65% del óxido nitroso relacionado con la especie humana (con un potencial de efecto invernadero 296 veces mayor que el CO2).
Ese reporte establece que comer carne causa alrededor de 40% más emisiones de gases de efecto invernadero que todos los autos, camiones y aviones en el mundo.
Como promedio, si una persona dejara de consumir la dieta norteamericana basada en carne, ahorraría una tonelada y media de dióxido de carbono por año. Ese es el equivalente a instalar un sistema fotovoltaico de 3,75 kW en un clima soleado. Y mucho más barato.
Todo indica que necesitamos manejar menos e invertir en carros más eficientes desde el punto de vista energético. Y si nos llega la elección entre alimentar al hambriento o a nuestros carros, definitivamente necesitamos hacer crecer comida para la gente. Pero enmarcar el debate en ese contexto es sólo ver una parte del problema. La elección debería ser: sostener nuestra dieta basada en carne, o alimentar al hambriento. Y si hacemos la elección adecuada, quedaría suficiente tierra y grano para otros usos, incluida la opción de mover los autos, mientras que al mismo tiempo se reduciría nuestro impacto sobre el cambio climático.
Así que si realmente queremos disminuir nuestra huella de carbón, no solamente realicemos el cambio a fluorescentes compactos: también hagamos el cambio a hamburguesas vegetarianas.
Publicado en Energía y tú,
No. 50, abr.-jun., 2010.
* Administradora de programas de Solar Energy Internacional (SEI),
Carbondale, Colorado, Estados Unidos.
e-mail: lgstone@rmi.org