El crédito nuestro
de cada día
Por
Alejandro Montesinos Larrosa*
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Noticia
¡Llegó, a instancias de la ONU, la Década de energía sostenible para todos (2014-2024)!
¿Nos hemos enterado? Habrá que decirlo por doquier: sensibilizar, enamorar, trabajar, exigir…
Antecedentes
Casi todas las familias cubanas, al inicio de la Revolución Energética, accedimos a créditos para cambiar nuestros refrigeradores, bombas de agua y ventiladores (algunos antediluvianos, y muchos ineficientes). Aquella inusitada relación banco-familia casi termina en una tendencia desmotivadora hacia los créditos. Más tarde llegaron a las legislaciones otros créditos, insuficientes (y sectarios) para el gusto de algunos. La práctica crediticia tuvo antecedentes más lejanos, casi diluidos en la memoria como oportunidades únicas por algún estímulo laboral o de otra índole.
En otro ámbito, re-apareció la autogestión importadora de bisutería y bastimentos de diversa índole, motivadora de regulaciones aduanales cada vez más restrictivas.
En fin, poca diversidad de créditos, y mucho mercado subterráneo.
Contexto
El precio del petróleo se dispara hacia tales lindes que impedirán sostenerse a los gobiernos tercermundistas y no-petroleros. Aparecieron el ALBA y Petrocaribe, como alternativas; aunque deberíamos pensar, ya, en un Solcaribe. También podría llegar el Imperio a «recoger» el fruto de nuestras «ingenuidades», si en Nuestra América no entregamos a tiempo la energía (léase el poder) a los pueblos.
Los pueblos no se liberarán definitivamente hasta que logren emanciparse del petróleo y de los combustibles nucleares, contaminadores y monopolistas. Tampoco lograrán derrocar al Imperio hasta que el agua deje de llegarnos por los designios de quienes dominan la energía y las fuentes de abasto; hasta que el suelo pueda cultivarse por las familias junto al sembradío, sin recurrir a los fertilizantes químicos y las semillas transgénicas; hasta que los educandos participen con todas sus potencialidades, desde su dualidad de aprendiz y sujeto vital del andamiaje educativo; hasta que los medios de producción sean realmente sociales (incluida la capacidad de generar y distribuir energía), es decir, cuando nos miremos todos y cada uno desde una misma y diversa cosmovisión para el diálogo, con todos los matices humanos, desde el horizonte y hacia él.
En concreto, no hay suficiente dinero para instalar nuevos parques eólicos o sistemas solares fotovoltaicos, porque el dinero disponible se destina a comprar petróleo o fuel oil. Y ahora resulta que Cuba exporta derivados del petróleo. Y, por demás, se prepara para ser un bastión en la extracción de petróleo [dejemos en su lugar, ¡por nuestros hijos!, esa materia prima que la Pachamama creó durante millones de años; la necesitaremos, pero no para que sea pasto de la combustión en las centrales termoeléctricas, con sus chimeneas humeantes y cancerígenas].
Juicio
Valdría la pena pensar en «subvencionar» o «estimular» la producción de energía eléctrica de manera descentralizada, no dependiente de los hidrocarburos, e instituir un mecanismo que estimule, material y moralmente, a quienes produzcan bienes y servicios con alta eficiencia energética y ahorro de recursos, con la misma (o mayor) intensidad con la que criticamos y «multamos» a los «derrochadores».
Los historiadores, y demás estudiosos de la realidad social, algún día demostrarán la conexión entre el desmantelamiento (o ausencia de nuevas instalaciones) de molinos de viento y la disminución de la producción de leche en Cuba.
El socialismo sería una quimera (o por lo menos un error histórico) si pretendiera perpetuar un sistema energético basado, fundamentalmente, en el petróleo y los combustibles nucleares. Desarrollar las fuentes renovables de energía debería ser «un asunto de seguridad nacional», como son la defensa, la educación, la salud pública, la cultura y la producción de alimentos.
Opciones
Entre tantas asunciones, podríamos instituir un sistema crediticio para que las empresas y las familias adquieran equipos y tecnologías que utilicen las fuentes renovables de energía. Créditos, y hasta subvenciones; sí, en tanto cada panel fotovoltaico, o molino de viento, o calentador solar instalado, comienza, de manera inmediata, a generar riquezas para las empresas y las familias, para la Patria. Y esos créditos —¡por nuestros hijos y nietos!— deberán estar despojados de cualquier afán de plusvalía.
También deberíamos, con urgencia, liberar del más mínimo arancel o gravamen aduanal a los cubanos que «importemos» en nuestro equipaje personal algún panel fotovoltaico, o un pequeño aerogenerador, o un bombillo LED, o cualquier otro artefacto o tecnología solar.
Según las Normas aduaneras actuales se considera de uso personal la «importación», por puertos y aeropuertos, de hasta dos planchas eléctricas y dos refrigeradores domésticos, o hasta cinco calzados deportivos, o hasta treinta jabones… ¿Por qué no estimular, sin costo alguno para el cubano que regresa a la Patria, la «importación» de lámparas fotovoltaicas, molinos de viento, biodigestores portátiles, calentadores solares…?
Moción
Dialoguemos, entre nosotros, la pertinencia de asumir un Decenio de alimentos y energía sostenibles para todos. Con créditos bancarios y audaces regulaciones aduanales acercaríamos a la praxis esa contingencia.
* Escritor y editor. Ingeniero Mecánico y Máster en Periodismo.
Director de la Editorial CUBASOLAR y de la revista Energía y tú.
Tel.: (537) 7975179.
e-mail: amonte@cubasolar.cu
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