Pasajes de La Finca Isla


Por
Jorge Santamarina Guerra*


La tierra ríe y concede: la semilla asume el mandato ancestral
y explota, viene de lo hondo tras la luz, remueve piedras, esquiva raicerías
y se yergue al Sol. Otra fuerza de la naturaleza, la mayor


 

Sonrisa

El aguacero fue nocturno y generoso y la tierra de La Finca Isla, sedienta y agrietada, pasó a lo profundo las aguas providenciales. En la mañana siguiente, de Sol bravío, las piedras volvieron a resecarse como si nada hubiera sucedido, aunque los árboles, sabios y agradecidos, conservaron en sus frondas la sonrisa inconfundible.


Balance


Pudieran ser muchos o muy pocos setenta años, depende de lo caminado. Y pudieran
ser también muy pocos o muchos según el camino que aún se divise por delante.
Lo importante es sembrar. Ahora yo disfruto de un mamey suculento cuyo árbol alguien antes que yo, y sin suponerme tan siquiera, hubo de sembrar.


Otra duda


En la oscuridad total, al apagar la lámpara, advertí dentro de la habitación la lucecilla inquieta de un cocuyo. Dos puntos luminosos, cual dos ojos de luz y un tenue resplandor en su derredor, como tímido. ¿Qué pretendes, cocuyo, ver o hacerte ver? ¿Iluminarte o iluminar?

*Ecologista y escritor. Miembro de la Uneac
y Cubasolar. Premio David (1975).
Autor de varios libros de cuentos, novelas y artículos.
e-mail: santamarina@cubarte.cult.cu