Verbo y energía:
Pasaje de la Finca Isla

Por
Jorge Santamarina Guerra

Solo el Sol posee
y regala aliento suficiente



 

El zunzún

Cuando muy temprano abro la ventana, casi de noche aún, soy saludado por un zunzún. Ahí está cerca de mí, revoloteando entre sus aliadas, las flores. Quisiera que el diminuto zumbador pudiera leer mis pensamientos para que supiera de mi contento por verlo, para que me escuchara decirle gracias sin palabras. Gracias por ser, por estar ahí brindándome el más bello regalo, el de tu vida preciosa. ¿Y qué otra recompensa podría yo ofrecerte que no fueran esas propias flores? Aunque lo disimula mediante su vuelo que no cesa, yo sé que me observa de reojo; las flores lo atraen más que yo, y hace bien. En La Finca Isla son frecuentes los zunzunes y más de una vez han premiado mi complicidad con ellos anidando sin temor en alguna rama baja; sin embargo, un fantasmita me ha dicho que ese que saluda mis amaneceres es siempre el mismo. Un amigo leal. Yo se lo digo a menudo y él me contesta con su aleteo alegre e invisible. Y así, sin decirnos nada, que no hace falta, son mis conversaciones lindas con ese zunzún.


Maestras

Una, cien y mil veces corto las hierbas, y una, cien y mil veces brotan de nuevo. En el forcejeo de segar y brotar, hasta los bejucos más empecinados finalmente ceden y ya no volverán a reaparecer. Solo las hierbas una, cien y mil veces más seguirán brotando. Aunque no me lo han dicho he llegado a suponer que desde los tiempos infinitos profesan un culto misterioso al Sol, que tal vez hasta hayan juramentado un pacto sagrado con él y que quizás sea ése, el arcano de su luz omnisciente, el que les anime su portentoso, inacabable afán de vivir. Solo el Sol, solo él, posee y regala aliento suficiente para eternizar así la vida inextinguible de las prodigiosas hierbas. Deberíamos aprender de ellas.