¿HAY QUE TEMERLE A LOS HURACANES?
Por Omar García Concepción
Introducción
Los huracanes, conocidos también como tifones en el Pacífico, presentan la ventaja sobre otros tipos de desastres naturales, tales como los terremotos y los tornados, que pueden ser detectados y seguidos con antelación a su afectación a un lugar determinado, lo que permite la toma de una serie de medidas para mitigar sus daños. Ellos no son ni las mayores ni las más violentas de las tormentas generadas en la atmósfera, pero combinan estas dos cualidades como no lo hace otro fenómeno, por lo que clasifican como el más destructivo de los sistemas meteorológicos.
La energía liberada en un día en forma de calor de condensación por un huracán puede ser equivalente a la liberada por la fusión de 400 bombas de hidrógeno de 20 megatones cada una.
En el océano Atlántico norte, la temporada ciclónica nominal se extiende desde el 1ro de junio hasta el 30 de noviembre. En ese período son observados alrededor de 100 disturbios con potencialidad de desarrollo, pero de ellos, como promedio, 10 alcanzan el estadio de tormenta tropical y de solo seis se convierten en huracán. Al comienzo de la temporada ciclónica el Caribe occidental y el Golfo de México son las principales zonas de formación; en julio y agosto las formaciones ocurren más hacia el este y ya al comienzo de septiembre muchos de los huracanes se originan tan al este como los mares alrededor de las islas de Cabo Verde, muy cercanas al continente africano, y en octubre una gran parte de los ciclones nacen nuevamente en el Caribe occidental y el Golfo de México.
Generalizando se tiene que en un año típico, sobre las aguas cálidas de los trópicos se forman alrededor de 80 tormentas tropicales, las que afectan a unos 50 países y causan alrededor de 20 000 muertes y daños económicos valorados en unos 10 mil millones de dólares.
En Asia en fecha tan cercana como 1970 la marea de tormenta asociada a un ciclón tropical provocó la muerte a cientos de miles de personas; en Bangladesh en 1984 perecieron 11000 al paso de una tormenta. El hemisferio occidental no ha tenido pérdidas humanas tan espectaculares, pero también han ocurrido tragedias lamentables, por ejemplo, en 1900 el huracán de Galveston produjo más de 6000 muertes, en Cuba el huracán de octubre de 1926 ocasionó más de 600 muertos y el del 9 de noviembre de 1932 más de 2000.
En la actualidad en muchos países las muertes debidas a los huracanes han disminuido considerablemente, entre otras cosas, gracias a los avances alcanzados en el estudio y la predicción de estos sistemas, los avisos oportunos sobre la aproximación de los huracanes y las evacuaciones precisas. Por tal motivo el huracán Gilbert (1988), considerado uno de los más poderosos del presente siglo, sólo produjo unas 250 víctimas en México, la mayoría por imprudencia, al intentar cruzar el río Santa Catarina en Monterrey. Sin embargo en las pérdidas económicas nacionales por lo general se ha producido un incremento, por citar un ejemplo sobre esta problemática se tiene que en los Estados Unidos el huracán Camille (1969) causó 1,42 billones de dólares en pérdidas, Agnes (1972) 2,1 billones de dólares, Frederic (1979) 2,3 billones de dólares y Andrew (1992) 25 billones de dólares.
Convencionalmente la intensidad de un ciclón tropical es medida en términos de la presión central mínima alcanzada, y de acuerdo con esto se tiene, que el meteoro más intenso que se tenga noticias, es el tifón Tip (12 de octubre de 1979) del Pacífico occidental con 870 hPa.
En las Tablas 1 y 2 se presentan los cinco huracanes más intensos del presente siglo en la cuenca Atlántica y los diez huracanes más intensos que han cruzado sobre Cuba, respectivamente.
Tabla 1. - Los cinco huracanes más intensos de este siglo en la cuenca Atlántica:
Nombre | Presión central mínima (hPa) | Fecha |
Gilbert | 888 | septiembre de 1988 |
Labor Day H. | 892 | septiembre de 1935 |
Allen | 899 | agosto de 1980 |
Camille | 905 | agosto de 1969 |
Janet | 914 | septiembre de 1955 |
Tabla 2. - Los diez huracanes más intensos que han cruzado sobre Cuba.
Nombre | Presión central mínima (hPa) | Fecha |
T. de San Francisco de Borja | 916 | 11 de octubre de 1846 |
Huracán sin precedente | 932 | 19 de octubre de 1924 |
Huracán de 1944 | 937 | 18 de octubre de 1944 |
Huracán de 1926 | 939 | 20 de octubre de 1926 |
Huracán de Santa Cruz | 940 | 9 de noviembre de 1932 |
Huracán de 1952 | 940 | 24 de octubre de 1952 |
Huracán de 1917 | 941 | 25 de septiembre de 1917 |
Huracán de los 5 días | 947 | 14-17 de octubre de 1910 |
Huracán de Cienfuegos | 956 | 28 de septiembre de 1935 |
Huracán de Sagua | 959 | 1 de septiembre de 1933 |
A través de los años se le ha reconocido a los huracanes un sólo beneficio, ser una gran fuente de lluvia, la que es fundamental para muchos países. Físicamente, su existencia puede considerarse como una especie de balance o equilibrio energético, necesario en el intercambio entre las latitudes tropicales y medias, pero, lamentablemente, las principales consecuencias de los huracanes son las tragedias económicas y sociales que provocan.
Efectos principales
Mucho se puede dialogar sobre el origen, movimiento, estructura, etc. de los ciclones tropicales, una recopilación muy actualizada se encuentra en la WMO/TD- N0. 693 (Global Perspectives on Tropical Cyclones), pero es necesario, señalar los efectos o acciones de los ciclones tropicales que ponen en peligro a la población, sus bienes materiales y su actividad económica.
En general los principales efectos de los ciclones, particularmente de los huracanes son: vientos fuertes, precipitaciones intensas, oleaje y la marea de tormenta.
Vientos
Los vientos son una de las características que mejor identifican a los ciclones tropicales, por lo que la intensidad de los vientos es la principal magnitud que se utiliza para clasificar un ciclón tropical. Los países de América utilizan la siguiente escala:
Depresión tropical | -vientos máximos sostenidos hasta 62 km/h |
Tormenta Tropical | -de 63 a 117 km/h |
Huracán | -más de 118 km/h |
Dentro de la categoría de huracán se utiliza la clasificación propuesta por H. Saffir y R. Simpson, la cual relaciona los efectos que producen los vientos sobre las estructuras y la vegetación, además se adiciona la altura que se espera de la marea de tormenta. Esta escala tiene entre sus rasgos positivos que permite a las personas comparar las condiciones esperadas con las experimentadas debido al azote de huracanes pasados.
Con excepción de los tornados los huracanes son los fenómenos meteorológicos que presentan las mayores intensidades de viento las cuales en ocasiones sobrepasan los 300 km/h. Pero con cierta frecuencia se ha reportado la ocurrencia de tornados asociados o formando parte de las bandas de nubes del huracán, generalmente estos se presentan con la llegada a tierra del organismo y en el cuadrante derecho delantero de la tormenta, son menos intensos, tienen un ciclo de vida más corto y menor tamaño que los tornados promedios.
Los vientos asociados a los huracanes ocasionan daños importantes debido a la gran fuerza que ejercen sobre cualquier estructura, por ejemplo, una placa cuadrada de 1 metro colocada de frente a un viento de 300 km/h estará sometida a una fuerza de 425 kg. La fuerza que ejerce el viento es proporcional al cuadrado de su velocidad, de ahí se deriva que aproximadamente bastará un viento de 140 km/h para ejercer fuerzas dos veces superiores a las que produciría un viento de 100 km/h, además estos vientos transportan una variedad de objetos que pueden ser muy peligrosos.
El campo del viento tiene una estructura giratoria alrededor del centro y es asimétrico en la superficie, dentro de la capa fronteriza presenta una deflexión o ángulo de entrada hacia el ojo entre 15-30 grados en superficie. Gran parte del área que es afectada por el paso de un huracán sufre fuertes vientos que rolan aproximadamente unos 180 grados, en contraste una localidad sobre la que pasa el ojo ocurre un giro brusco de 180 grados. |
![]() Foto de un huracán visto desde una estación orbital |
Otras características del campo de viento en los huracanes son:
Los vientos más fuertes están localizados en la pared nubosa alrededor del ojo.
En huracanes en estado de disipación los vientos máximos pueden encontrarse lejos del centro.
En una tormenta pobremente desarrollada los vientos de cierta fortaleza pueden ser observados en un solo cuadrante, usualmente el NE si la tormenta se está moviendo al W.
Al penetrar un huracán en tierra pierde rápidamente su fuente de energía principal que es suministrada desde la superficie cálida del mar, lo que unido al efecto de la fricción produce un debilitamiento y desorganización, se incrementa la presión central y se desorganiza completamente el sistema de nubes y lluvias.
Los vientos más fuertes se encuentran generalmente en el cuadrante derecho delantero a un ángulo de 70 grados de la dirección del movimiento.
Durante la afectación al archipiélago cubano por huracanes se tienen registros o estimaciones del viento de grandes magnitudes, el 20 de octubre de 1926 los equipos registradores dejaron de funcionar en 160 km/h, estimándose valores entre 230 y 250 km/h, el 9 de noviembre de 1932 se registraron vientos de 190 km/h y el 18 de octubre de 1944 ocurrieron vientos de 260 km/h manteniéndose rachas de 224 km/h durante 1 hora y 15 minutos.
Lluvia
Desde cierto punto de vista la lluvia asociada a los ciclones tropicales puede considerarse un beneficio, sin embargo existen casos en que estas llegan a convertirse en un gran desastre, como por ejemplo, las inundaciones causadas por el huracán Fifi (septiembre 1974) fueron consideradas como uno de los peores desastres naturales ocurridos en el hemisferio occidental, con un estimado de 5000 muertes en Honduras, el Salvador, Guatemala y Belice. En Cuba, resulta difícil de olvidar las inundaciones asociadas al huracán Flora (octubre 1963) y al Alberto (junio 1982), ambos sistemas produjeron precipitaciones superiores a los 1000 mm en la Sierra Maestra y la Sierra de los Organos respectivamente. Las inundaciones y avenidas súbitas de los ríos cuando el Flora ocasionaron más de 1000 muertes y cuantiosos daños económicos, en ciertas regiones ha sido imposible volver a sembrar café ya que se eliminó totalmente la capa vegetal. El huracán Alberto no cruzó sobre Cuba, pero la provincia de Pinar del Río, quedó a la derecha y cerca del centro recibiendo las grandes precipitaciones.
Otro ejemplo digno de mencionar es el huracán Camille (agosto 1969), que después de debilitado por su entrada en tierra al continente norteamericano, sus remanentes sufrieron una reintensificación al recibir un estimulo en el suministro de vapor de agua e interactuar con aire moderadamente frío produciéndose lluvias repentinas del orden de los 787 mm en cinco horas, se hace muy difícil de pronosticar lluvias de tales magnitudes.
Los ciclones tropicales no tienen que ser necesariamente intensos para causar inundaciones severas, ya que, se registran lluvias notables con sistemas de muy variada intensidad y no es raro que meteoros de poca intensidad sean muy efectivos en la producción de precipitaciones, por ejemplo, en la etapa de depresión tropical. Las lluvias intensas ocurridas en los sistemas de poca intensidad generalmente ocurren en el semicírculo derecho y pueden extenderse muy lejos de la región central, mientras que en huracanes tienden a concentrarse en tres zonas, la primera alrededor de la pared del ojo, la segunda esta formada por las bandas espiraladas de cumulonimbos y la tercera cuando se presenta una hondonada invertida al norte del centro.
La velocidad de traslación del ciclón y la orografía del terreno desempeñan un papel fundamental en la cantidad de lluvia caída, primero, porque a menor velocidad de traslación demora más en cruzar la extensa zona de lluvias de la tormenta al mar, y será mayor con la duración de esta acción y con la extensión del campo de viento. Conforme el oleaje generado crece en tamaño avanza más rápido hasta alcanzar una velocidad igual a la del viento.
Las olas de mayor altura ocurren a la derecha de la trayectoria cerca de la zona de vientos máximos y avanzando en la misma dirección del ciclón. En aguas profundas las olas generadas por un huracán pueden alcanzar 15 metros o más, disminuyendo cuando alcanzan la costa, sin llegar, ni mucho menos a ser despreciables.
El oleaje ejerce fuerzas de gran magnitud sobre las estructuras, una ola incidente de solo 2 metros de altura producirá sobre un muro vertical una fuerza de 13 toneladas por metro cua-drado, en caso de no ser una ola de rompiente y de 42 ton si es de rompiente. El huracán no sólo perturba la superficie oceánica, sino que puede llegar hasta grandes profundidades e incluso refle-jarse en el lecho oceánico. |
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El oleaje ejerce fuerzas de gran magnitud sobre las estructuras, una ola incidente de solo 2 metros de altura producirá sobre un muro vertical una fuerza de 13 toneladas por metro cuadrado, en caso de no ser una ola de rompiente y de 42 ton si es de rompiente. El huracán no sólo perturba la superficie oceánica, sino que puede llegar hasta grandes profundidades e incluso reflejarse en el lecho oceánico. Durante el huracán Eloise (septiembre 1975) se lanzaron desde aviones de reconocimientos una serie de batitermógrafos los que indicaron que el océano fue perturbado hasta cientos de pies de profundidad y además ondas internas permanecieron durante semanas después de su paso. Otro ejemplo interesante se puede anotar con el huracán Gilbert mientras batía la península de Yucatán, un sismógrafo situado en la provincia de Cienfuegos región central de Cuba registraba sus efectos.
Marea de tormenta
La marea de tormenta es para muchos el efecto más destructivo asociado a los huracanes, causante como promedio del 90% de las pérdidas materiales y de 9 de cada diez víctimas. Definiéndola en su forma más simple, es la elevación anormal y temporal del nivel de la superficie del mar debido al movimiento de un huracán sobre la plataforma continental o insular, esa elevación alcanza un máximo alrededor del momento en que se produce la llegada a tierra del huracán.
Las mayores elevaciones del mar en el mundo debido a la marea de tormenta, (la que incluye el efecto combinado de la marea astronómica más la surgencia) han ocurrido en Bengala y Bangladesh con 12 metros sobre el nivel medio del mar. En nuestro hemisferio son impresionantes entre otras, la surgencia ocurrida en 1900 la cual inundó completamente la isla de Galveston, ocasionando mas de 6000 muertes, la asociada con el huracán Camille (1969) con 7,4 metros sobre el nivel medio del mar en las proximidades de Pass Christian, Mississippi, la producida en la costa de Carolina del Sur debido al huracán Hugo (1989) con 6 metros y pérdidas de 7 mil millones de dólares.
En Cuba es imposible olvidar la surgencia de unos 6,5 metros debida al huracán de noviembre de 1932, la cual cubrió completamente al pueblo de Santa Cruz del Sur, ocasionando más de 2000 muertes, y valorada como el peor desastre natural sufrido en el país.
La surgencia es una onda gravitatoria larga con una longitud similar al tamaño del ciclón que la origina y una duración promedio de 6 horas, afecta como promedio unos 160 kilómetros de costa, el máximo absoluto ocurre por lo general, a la derecha del punto de llegada a tierra, alrededor del radio de vientos máximos. Este tipo de onda no debe confundirse con las ondas gravitatorias corta producidas por el viento, (mar de viento y mar de leva); sobre aguas profundas o en costas con una pendiente abrupta el efecto del oleaje es el más dañino, pero en costas con una pendiente muy baja la surgencia es altamente dañina ya que la misma se amplifica significativamente. También existen otras costas en que se combina una plataforma baja con una pendiente abrupta, en ese caso, el oleaje «se trepa sobre la surgencia» produciéndose efectos muy destructivos.
Entre los factores que influyen en el vigor de la surgencia están: la batimetría, la velocidad del viento, la dirección del movimiento de la tormenta en relación con la costa, la altura de la marea astronómica al momento de la llegada a tierra del meteoro.
Aunque la exactitud en los pronósticos de la trayectoria de los huracanes ha mejorado con el decursar de los años y el desarrollo de la ciencia, (no así con los pronósticos de intensidad y de cambio de estructura), parece ser que nunca se podrá lograr una solución completa al problema de la protección contra los huracanes. La tabla siguiente representa los errores promedios en los pronósticos oficiales de trayectoria, en los centros de mayor desarrollo.
Plazo en horas
Pronósticos Oficiales
12 24 36 48 72(errores en km.)
104 198 260 392 608
Para finales de siglo de acuerdo con las tendencias actuales se podría reducir los errores para 24, 48 y 72 horas en 175, 360 y 510 km respectivamente. Esta disminución en los errores no compensa en modo alguno el incremento poblacional que están experimentando muchas de las áreas mundiales de mayor riesgo, que implica, por otra parte, un tiempo mucho mayor para poder realizar las evacuaciones necesarias.
Es necesario enfatizar en que el desarrollo turístico y poblacional actual y futuro de las áreas costeras de la América tropical está llevando a que millones de personas con poca o ninguna experiencia en huracanes habiten zonas propensas al paso de estas tormentas. Un factor agravante a esa situación es que en muchas de esas zonas ha disminuido en las últimas décadas el cruce de huracanes, en especial de intensos huracanes, lo que implica la existencia de generaciones completas con un desconocimiento total acerca de los efectos y daños que pueden causar estos sistemas meteorológicos.
Estas generaciones, por el contrario, han conocido sólo ciclones débiles o el efecto indirecto de la periferia de grandes huracanes, lo que las ha llevado a tener una falsa impresión acerca del daño que puede producir un gran huracán. En consecuencia han alcanzado una confianza que indudablemente los ha llevado a la imprudencia, de ahí, la necesidad que concientizar y mejorar cada día, a través de todos los medios posibles, la educación y la cultura sobre los huracanes, tanto de la población como de las personas encargadas de tomar decisiones.
Otro problema estriba en proporcionar los avisos sobre huracán con suficiente anticipación, pero sin crear falsas alarmas que lleven a una pérdida gradual en la confianza a los Servicio Meteorológico Nacionales. Además del alto costo que significa la toma de medidas innecesarias (evacuaciones, etc.).
Por ejemplo, en los Estados Unidos generalmente un aviso sobre huracán incluye 300 millas de costa de alertamiento, con un costo de preparación de aproximadamente 50 millones de dólares.
Las cuestiones antes mencionadas nos indican la necesidad de elevar tanto el conocimiento de la población y de las personas que toman decisiones sobre los huracanes, como el de mejorar la exactitud de los pronósticos. Pronósticos más exactos evitaran las falsas alarmas, por lo tanto una inversión actual en las investigaciones y en el desarrollo de todo lo concerniente con los huracanes sería totalmente recompensado en el futuro.
Finalmente, hay elementos suficientes para afirmar que SI, HAY QUE TEMERLES A LOS HURACANES, PERO ADEMÁS PREPARARSE PARA ENFRENTARLOS, ES LA UNICA FORMA DE MITIGAR SUS DAÑOS.