Alí Wattwatt

y un verano sin ventanas

Por Bruno Henríquez Ilustraciones: Anto

ali1.gif (17509 bytes)

Como Alí le había prestado la alfombra mágica a su amigo el Emir tuvo que desplazarse por su soleada ciudad en el transporte público en el que predominaban camellos y guaguas.

El verano era uno de los más calientes de los últimos años y ni siquiera a la sombra se podía hallar consuelo al sofocante calor del trópico.

Después de una espera que le pareció interminable, al fin entre empujones y apretones logró subir a un vehículo en el que la temperatura le pareció varias veces superior a la del exterior, que ya era bastante elevada, al acomodarse en el interior trató de buscar un lugar cerca de una ventana y descubrió que las ventanas solo lo eran de nombre o en cuanto a la iluminación porque eran enterizas y de vidrio por el que entraban los rayos directos del Sol.

Con la vista recorrió toda la pared lateral del ómnibus y encontró que en la decena de metros que ésta tenía sólo habían dos aberturas al exterior y que eran aproximadamente una sexta parte del área de una de las ventanas.

Alí en su afán por interpretar desde el punto de vista de la energía los fenómenos del entorno circundante, sacó su termómetro multifuncional y su calculadora científica y ante los asombrados ojos del resto de los viajeros comenzó a investigar qué pasaba en el interior del ómnibus.

Como primer paso determinó que la guagua era un invernadero, o sea una construcción de cristal en la que entraba el Sol, con una alta temperatura en su interior, donde el calor no podía salir porque el aire caliente no salía y la radiación emitida desde el interior no podía atravesar el vidrio.

En el techo de la guagua había dos claraboyas para la salida del aire pero los pasajeros le inclinaban el techo para que al moverse ésta el aire entrara, lo que impedía que el aire caliente saliera, además el aire que entraba durante el tiempo en que la guagua se movía no era suficiente para alcanzar en el interior una temperatura aceptable.

Alí descubrió que estas guaguas habían sido diseñadas para un país de altas latitudes y que en el interior tenían dos radiadores que además suministraban aire caliente al interior a una temperatura de 50 oC y que en su ciudad calurosa y tropical estos radiadores estaban conectados durante todo el tiempo.

Alí pidió permiso a los demás pasajeros para hacer una prueba y levantó el techo de las claraboyas para permitir la salida del aire, algunos protestaron porque decían que de esa forma el aire no entraba, pero Alí les explicó que lo que hacía falta era que saliera por arriba y ya el aire fresco del exterior entraría por las pocas ventanas y las ranuras estrechas de las ventanas del fondo creando una corriente de aire en todo el interior de la guagua.

De todas maneras cuando la guagua estuviera caminando por ahí entraría el aire y daría también la oportunidad de que saliera el aire caliente.

El cambio del ambiente fue apreciable, aunque no suficiente, pues los radiadores seguían encendidos, la cantidad de personas en el interior era muy grande y el omnipresente verano no daba tregua.

Al cambiar el aire también se fueron los olores que se habían acumulado y los pasajeros le dieron las gracias a Alí, pero allí mismo surgió una discusión.

¿Porqué en un país tropical circulaban guaguas que eran invernaderos con un sistema de calefacción activo y con ventanas insuficientes?

¿Porqué las pocas ventanas que se habían modificado tenían sólo 1/6 del área total?

¿Porqué el aislamiento del piso que era de goma se había sustituido por partes metálicas que dejaban pasar el calor del motor al interior?

 

Alí no sabía responder a esas preguntas pero decidió averiguarlo.

Lo primero que hizo fue ver los tipos de guaguas que circulaban por su ciudad y cuáles tenían esos mismos problemas, cuáles tenían otros problemas y cómo resolverlos.

En el caso de las guaguas que salían de su barrio la solución no era compleja, se debían cambiar las ventanas por otras que si abrieran y garantizaran al menos la mitad del área total, desconectar los radiadores y mantener las claraboyas con el techo levantado de forma que el aire saliera siempre, tanto con la guagua en movimiento con estando parada, pues el aire caliente tiende a subir.

ali2.jpg (19678 bytes)

 

Pero en el resto de la ciudad abundaban guaguas traídas de las más diferentes regiones del globo cada cual de un país más frío, algunas sólo tenían las aberturas del techo por donde penetraba el sol a raudales, pero eso sí todas tenían unas ventanas inmensas por las que entraba la radiación y por la que no podía salir el calor.

También encontró que muchas guaguas tenían sólo una puerta o que teniendo dos o tres las tenían clausuradas y sólo se podía entrar y salir por una de ellas.

En algunas las ventanas habían sido invertidas y las aberturas estaban tan altas que el poco aire que entraba no beneficiaba a los pasajeros sentados y menos a los parados.

Como cada caso era diferente y las modificaciones se tenían que realizar en los paraderos que tenían cada tipo de guagua, Alí decidió contarme la historia y que yo la publicara en esta revista para ver si los técnicos e ingenieros que trabajaban con las guaguas podían ayudar a hacer un poco más soportable este eterno verano.