COMER:

¿cuándo y cuánto?

Lo que ingerimos cada día puede beneficiarnos tanto como perjudicarnos, esto dependerá en gran medida de las cantidades y el momento del día en que lo hagamos

Por Vladimir Díaz Denis

Ilustraciones: Anto

Las personas necesitan ingerir alimentos para subsistir y para que el organismo pueda utilizarlos, estos deben ser transformados, primero en el tubo digestivo, en sustancias simples solubles en agua, difusibles y capaces de ser absorbidas y asimiladas.

La transformación de los alimentos recibe el nombre de digestión y se cumple mediante un proceso ordenado, en el cual intervienen fenómenos mecánicos y la acción de enzimas digestivas que se encuentran en las secreciones de las glándulas salivales, el estómago, el intestino delgado y la secreción de la porción exocrina del páncreas y su acción se refuerza con el ácido clorhídrico secretado por el hígado.

Una vez digeridos los alimentos, atraviesan la mucosa del tubo digestivo, penetran en la sangre y la linfa mediante la función de absorción del sistema digestivo, la cual se lleva a cabo, en mayor parte, en el intestino delgado, pues el estómago, a pesar de tener cierta capacidad de absorción apenas participa en la incorporación de sustancias nutritivas. En el intestino grueso se absorben aguas, sales y glucosa.

Cuando se realiza una ingestión de alimentos por encima de las necesidades individuales, estas funciones se alteran y dan lugar a la obesidad exógena, enfermedad que no está relacionada directamente con las enfermedades genéticas, metabólicas o endocrinas; sino causada por otros factores importantes: la ingestión caló-rica excesiva y el pobre gasto calórico.

Se considera obeso a todo individuo que tenga un peso igual o superior a 20% del peso promedio ideal o deseable para su talla.

También se pueden encontrar algunos síntomas característicos de esta enfermedad que afectan a la piel, y a los sistemas digestivo, cardiovascular, respiratorio y genitourinario.

La piel se vuelve fría y sudorosa. Con frecuencia aparecen el eczema, la piodermitis, la micosis, las estrías abdominales y las úlceras.

Son abundantes los casos en que aparecen estreñimiento, distensión abdominal, hernias, hemorroides y afectaciones hepáticas, en especial por infiltración grasa.

Quienes manifiestan la obesidad exógena sufren frecuentemente de hipertensión arterial, insuficiencia coronaria e infarto del miocardio. Y 80% de los pacientes padecen disnea.

El obeso también es propenso a las enfermedades respiratorias agudas; puede presentar también impotencia y esterilidad.

Lo más importante es, por tanto, el tratamiento profiláctico, por lo que se promueve en la población el tener hábitos de vida sanos que incluyan la dieta y la práctica de ejercicios.

Por lo general, cuando los alimentos ingeridos proporcionan niveles de 1 200 kcal por día se pueden producir pérdidas de peso hasta de 1 kg a la semana. Se recomienda que la composición de lo ingerido tenga la siguiente proporción 40% de carbohidratos, 20% de proteínas y 40% de grasas.

Hay otro aspecto al cual no se le brinda toda la atención y que puede determinar en gran medida que una dieta que habíamos planificado correcta-mente, no cumpla sus objetivos desde el punto de vista nutricional. Nos referimos a la forma en que se distribuye el aporte energético de la dieta en el día, es decir el régimen alimentario de vida o distribución horaria.

Frecuentemente expresamos:

Yo no desayuno porque no tengo hábito, no tengo tiempo, prefiero dormir, etc.

Yo no desayuno, meriendo, no almuerzo y luego recupero en la casa todo lo que he dejado de consumir en el día a través de una comida abundante y algo más antes de dormir.

Todas estas expresiones son incorrectas.

El ser humano necesita distribuir su alimentación en el día de manera que el total de calorías y de nutrientes a consumir se corresponda con las principales comidas que le proporcionen la energía necesaria para realizar su actividad física, laboral o intelectual con un grado óptimo de rendimiento.

Cuando no cumplimos la distribución horaria nos sentimos más fatigados o agotados para culminar el trabajo del día. ¿No le ha pasado a usted?

¿Qué importancia tiene la distribución horaria?

–Facilita una mejor asimilación de los nutrientes

–Mantiene un nivel de saciedad prolongado

–Evita sobrecargar el sistema digestivo

–Posibilita una mejor acción de los jugos y fermentos digestivos.

–Contribuye a mantener las reservas metabólicas del organismo.

Cuando no cumplimos con la distribución horaria y tratamos de compensar en la última comida del día todo lo que hemos dejado de consumir, estamos contribuyendo al aumento de la grasa corporal por un aporte excesivo de energía que el organismo no va a utilizar, ya que se prepara para el descanso.

Si reflexionas sobre los aspectos tratados mantendrás una adecuada composición corporal y harás de tu alimentación un momento placentero.

Yo también estoy algo pasado de peso por eso te invito a que lo hagamos.

¿Cómo debe ser la distribución horaria de los nutrientes?

Distribución % a ingerir:

horaria

Desayuno 25%

Merienda 5%

Almuerzo 35%

Merienda 5%

Comida 30%