Memorias de Roby

Por Roberto C. Veloso Pita

Ilustración: Anto

 

Hace tanto tiempo ya de aquella época que no puedo determinar cuantos años han pasado, solo recuerdo que todo era mucho más cristalino, más limpio, y que veía las cosas como si estuviera en una montaña

¡Cuan inmenso me sentía en esa época! En aquel entonces era yo el que reinaba en estos parajes, recuerdo que mi mascota era un pequeño mamut y que le encantaba jugar al trae el palito... Sí, no te asombres, ese juego lo inventé hace millones de años para entretener a "Buti el Mamut". Hoy es muy popular entre los perros y los ... ¡ahggg!

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Mejor no menciono a esos desgraciados, pues desde su llegada todo empeoró para nosotros los animales. Dicen que el perro es su mejor amigo. Pero ¿lo será él para el perro?¡Ja...! ¡no me hagas reír, ni imagines eso! Que hayan algunos que quieran a sus perros no quiere decir que esa sea la regla. Eso es como decir que las aves no vuelan porque el avestruz no lo hace.

¿Quién soy?¿Cómo?¿No te lo he dicho? Ah, disculpa, son los achaques de la edad, con mis doscientos millones de años no se puede esperar que mi memoria no falle de vez en cuando.

Soy Roby, el último de los dinosaurios y estoy vivo gracias a que cuando ocurrió el deshielo yo era muy pequeño aún y mi madre me escondió en una cueva de la montaña, poco tiempo después me uní a una manada de mamuts y así anduve libre por aquí o por allá hasta que aparecieron esos seres indeseables que han hecho desaparecer más especies que el propio deshielo. Que tonta fue mamá al decir que aquello era lo peor que podía suceder, ¡menos mal que no vio una bomba nuclear!

A mis amigos los mamuts los desaparecieron en unos pocos siglos, y a mí me han hecho variar mi dieta miles de veces, pues cada vez que siembro un bosque de autoconsumo vienen y lo talan para hacer papeles, muebles o quién sabe que cosas.

Y no son capaces siquiera de volverlos a sembrar. Así, que ya no puedo comer las hojas de mis plantas favoritas, ahora me tengo que conformar con malas hierbas como si fuera un chivo. ¡Se imaginan el dolor de cuello que me da!

Ahora todo es distinto, desde que aparecieron esos bichos (que dicen ser inteligentes) no puedo respirar sin toser diez o doce veces al día. Ya no puedo admirar todo mi reino desde la montaña, pues tanto smog me impide ver más allá de 2 ó 3 km. Y que decirte de bañarme en los aguaceros, ese era uno de mis entretenimientos favoritos, pero de unos años para acá cada vez que me cae una llovizna me da tremenda picazón, es como si me hubiera caído ácido encima.

Mi primo el Tirex algunas veces sufría, pues tenia que matar dos mamuts para poder llenarse (él tenía mucho apetito, saben), él decía que uno solo debe cazar al animal que se vaya a comer y siempre escoger al más enfermo para esto.

El hombre siempre hace todo lo contrario, escoge al más robusto (generalmente el semental de la manada) y lo mata, a veces solo para exhibir su cabeza en una pared. ¡Ahggg, que rabia! A veces sueño con tener la pared de mi cueva llena de cabezas de cazadores, pero no, no se puede ser tan salvaje como ellos, nosotros los animales debemos mostrarles lo que es ser civilizados y enseñarles a ganarse ese nombre que hasta ahora llevan como adorno: HUMANOS.