Etapas de la electrificación

en Cuba

Por José Altshuler

Ilustraciones:

Archivo del autor

 

La situación del archipiélago cubano, muy cerca del trópico de Cáncer, a la entrada del golfo de México y a poca distancia de los Estados Unidos, ha condicionado fuertemente el desarrollo económico, social y político de Cuba a lo largo de su historia, en diferentes formas y contextos.

La superficie del archipiélago cubano cuyo 95 % corresponde a la isla mayor está compuesta por grandes extensiones de suelos llanos o ligeramente ondulados, y elevada insolación.

Cuba era una colonia española pobre y casi despoblada a fines del siglo xvi, cuando comenzó en ella la producción de azúcar de caña.

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La compañía de gas vista

en una revista sátirica cubana de 1878

Esta actividad experimentó una rápida expansión entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, sobre la base del empleo de mano de obra esclava importada de África, y de las condiciones favorables creadas por la ruina de la producción haitiana, la apertura del mercado norteamericano, el libre comercio, y otros factores.

 

La introducción del ferrocarril por los hacendados en 1837, así como la de la máquina de vapor en los ingenios y la bancarrota de la producción cafetalera que tuvo lugar hacia mediados de siglo, contribuyeron decisivamente al dominio absoluto que habría de ejercer posteriormente el azúcar sobre la economía cubana.

En 1878 al terminar la Guerra de los Diez Años contra la metrópoli, el sistema esclavista entró en crisis, y fueron desapareciendo gradualmente los pequeños ingenios primitivos, incapaces de competir con un número menor de grandes fábricas de azúcar mucho más tecnificadas, llamadas centrales1.

Hacia 1880 la producción azucarera cubana pasó a depender casi exclusivamente del mercado norteamericano y, en lo comercial, Cuba se convirtió en una dependencia de los Estados Unidos, aunque continuaba subordinada política, militar y administrativamente a España2.

Por consiguiente, nada hay de extraordinario en el predominio que alcanzó la influencia norteamericana sobre los primeros servicios públicos de suministro de energía eléctrica que se establecieron en Cuba entre 1889 y el reinicio, en 1895, de la Guerra de Independencia.

Terminada la contienda, la intervención norteamericana de 1898 no sólo consolidó la dependencia económica neocolonial del país, sino que en lo político redujo la República, instaurada en 1902, a un virtual protectorado de los Estados Unidos.

Esta situación, que se mantuvo durante más de 30 años, dio paso a un régimen republicano independiente sólo en apariencia, que aún tardaría un cuarto de siglo en liberarse de las viejas ataduras mediatizadoras.

Las empresas eléctricas locales encargadas del servicio público, propiedad de empresarios cubanos o extranjeros, se multiplicaron rápidamente desde principios del siglo xx.

Pero en los años veinte aquéllas pasaron, una tras otra, a manos de una gran corporación norteamericana, que terminó estableciendo el monopolio del servicio en la mayor parte del territorio nacional.

Con la nacionalización, en 1960, tanto de las empresas de servicio público como de la industria azucarera, dueña de una importante capacidad de generación instalada, se inició la etapa actual del desarrollo eléctrico del país.

Fijados estos antecedentes generales, que se precisan a continuación a partir de una exposición mucho más amplia3 pasaremos a describir el proceso de la electrificación en Cuba, siguiendo un orden esencialmente cronológico de los principales momentos, de modo que pueda apreciarse debidamente el impacto social y espacial del desarrollo de las redes eléctricas en el país, hasta el presente.

Descrédito del alumbrado por gas

La primera demostración pública realizada en Cuba del funcionamiento de un sistema industrial de luz eléctrica tuvo lugar en lo más céntrico de la ciudad de La Habana a fines del año 1877.

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El gas de La Habana, sucio y caro, criticado por la revista La Sombra en 1878

Se trataba de un sistema Gramme consistente en una lámpara de arco eléctrico alimentada por una dínamo–, que había traído consigo el pionero catalán del alumbrado eléctrico en España, Tomás José Dalmau.

Aunque los resultados no fueron completamente satisfactorios debido a la insuficiencia de la máquina de vapor utilizada para impulsar la dínamo, la prensa local no dejó de señalar que "el intenso alumbrado producido hacía aparecer como candilejas el del gas de las proximidades".

El alumbrado por gas se extendía en aquel entonces a algo menos de la quinta parte de la longitud total de las vías públicas de la capital (estimada en unos 130 km) y a alrededor de la tercera parte de sus 18 000 casas.

La comparación con la luz eléctrica que se exhibía estaba muy lejos de reducirse a una simple cuestión fotométrica, porque el público estaba muy quejoso del servicio brindado por la empresa suministradora, la Compañía Española de Alumbrado de Gas. Buen índice de ello es el siguiente comentario, publicado a propósito del experimento de Dalmau en un periódico satírico habanero:

... hágase la luz que alumbre y apáguese la de la empresa de gas, que solo sirve para hacer más palpable la densa oscuridad de la noche [...] Abajo los monopolios! Si la empresa de gas continua ciega y á oscuras por el tortuoso y mal camino que ha emprendido; si persiste en su empeño de conspirar contra la vista y las narices de los leales habitantes de la Habana; si ayuda con su descuido á que reinen las sombras protectoras de crímenes y desaguisados; si contribuye á aumentar los gastos caseros (que no son pocos) con gruesas sumas para la limpieza y compostura de las lámparas, y si permanece inalterable el subido precio que hoy alcanza lo que impropiamente llama luz de gas, sublevémonos, abandonémosla, sacudamos su yugo y su tutela...4

Las quejas contra la empresa española se mantuvieron durante mucho tiempo en un sector importante de la prensa habanera, que el propio año 1877 acogió con entusiasmo el permiso otorgado por las autoridades municipales a una empresa estadounidense, la Havana Gas Light Company, para hacerle la competencia a la primera.

Como consecuencia, no tardó en bajar apreciablemente el precio del fluido suministrado, y se duplicaron las instalaciones de producción y distribución de gas en la ciudad de La Habana.

Pero la competencia comercial cesó en 1883, cuando la corporación norteamericana Spanish American Light & Power Company arrendó ambas empresas, de manera que quedaron prácticamente bajo su dominio absoluto.

El monopolio del gas que resultó se hizo aún más patente cuando, en 1886, la Spanish-American absorbió a la Havana Gas y procedió a cerrar la vieja planta de la Española en Tallapiedra, a orillas de la bahía habanera, luego de transferir su carga a la planta de la Havana Gas, que había sido reedificada y agrandada al efecto.

En 1890 se consumó formalmente la fusión de la Spanish-American y la Española de Gas en una "nueva" empresa, que recibió el nombre de Spanish-American Light & Power Company, Consolidated.

Controlada y manipulada por hombres de negocios norteamericanos, el capital social de esta corporación se constituyó fundamentalmente con el aporte de accionistas españoles y cubanos.

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El Parque Central habanero hacia 1896:

faroles de gas y de arco eéctrico en torno a la estatua de Isabel II

 

Luego de su implantación en la capital, el servicio de alumbrado por gas demoró varios años en extenderse a otras ciudades cubanas. Hacia 1860 había llegado a Matanzas, Cárdenas, Villa Clara, Cienfuegos y Santiago de Cuba.

Los primeros sistemas permanentes de alumbrado por gas que hubo en Cuba, de fabricación inglesa, se habían instalado a fines del decenio de los veinte del siglo XIX en las fábricas de azúcar para facilitar la operación continua que permitían las nuevas tecnologías introducidas5. Hacia 1840, se contaba con alumbrado por gas en los grandes ingenios semimecanizados de la zona occidental de la Isla.

Cuarenta y tantos años después, en estas fábricas habría de introducirse la luz eléctrica por primera vez en el país.

En un folleto que publicó especialmente para Cuba en 1882 la Edison Spanish Colonial Light Company, se explicaban las ventajas de utilizar la luz eléctrica en los talleres e ingenios fuera de poblado, en vista de que éstos, por su situación tenían generalmente que

... fabricar el gas a mucho costo, o bien contentarse con un alumbrado de aceite sumamente deficiente; el trabajo bajo estas condiciones es poco satisfactorio y las pérdidas que origina un alumbrado defectuoso son incalculables, sobre todo en los ingenios.La luz eléctrica de Edison además de las muchas ventajas que reúne, tiene la de ser sumamente barata para los ingenios y las fábricas, donde ya se tiene una fuerza motriz que se puede aprovechar sin que sea perceptible el aumento de combustible, en cuyo caso el costo anual del alumbrado es insignificante.6

Introducción del alumbrado eléctrico

En la primera mitad del decenio de los ochenta del siglo xix, la iluminación por arco eléctrico llegó en Cuba a unas pocas fábricas de azúcar, en forma de bujías de Yablochkov o lámparas de arco con reguladores Serrin, alimentadas por generadores eléctricos de poca capacidad.

Por la misma época, algún que otro establecimiento u oficina de la capital se iluminó con bombillas incandescentes ser-vidas por una pequeña planta propia.

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Los primeros generadores eléctricos instalados en Tallapiedra

eran alternadores Westinghouse como éste, de 1888.

 

Pero los primeros sistemas eléctricos de servicio público con generación centralizada y redes de distribución extendidas a amplias zonas urbanas, no se instalaron en el país hasta el año 1889.

El primero de dichos sistemas lo instaló en La Habana la SpanishAmerican, amparada en una autorización que le había otorgado el Ayuntamiento para realizar un "ensayo" de alumbrado eléctrico en la ciudad.

Éste comenzó a funcionar a principios de marzo, utilizaba alternadores monofásicos Westinghouse, de fabricación norteamericana, que se montaron en la antigua fábrica de gas de Tallapiedra.

El sistema de distribución constaba de circuitos que alimentaban cierto número de lámparas de arco del mismo fabricante instaladas en algunas calles y plazas céntricas, tales como el Parque de Isabel II y el Paseo de Isabel la Católica, y de circuitos destinados al alumbrado incandescente, principalmente en interiores.

La autorización otorgada por las autoridades municipales a la SpanishAmerican no implicaba derecho de monopolio, de manera que existía la posibilidad de que eventualmente se les extendieran autorizaciones similares a otras empresas.

Una de las que ya habían manifestado interés en el asunto era la firma norteamericana ThomsonHouston. Pero ésta y la Spanish-American no entraron en competencia, sino que se pusieron de acuerdo. A fines de junio, la empresa de gas y electricidad decidió sustituir todas las lámparas de arco de corriente alterna instaladas hasta entonces, por otras del sistema Thomson-Houston, que funcionaban con corriente continua, alimentadas por dínamos del propio fabricante.

A partir de ese momento, puede decirse que en la ciudad de La Habana habría de funcionar un sistema híbrido, puesto que incluía dínamos del sistema Thomson-Houston para los circuitos de alumbrado por arco, y alternadores del sistema Westinghouse para los circuitos de alumbrado incandescente.

A comienzos de septiembre de 1889 se inauguró formalmente, en medio de grandes fiestas, el servicio público de alumbrado eléctrico en Cárdenas, una ciudad situada a unos 120 km al este de La Habana.

Esta vez la instalación era toda del mismo fabricante, con dínamos de corriente continua para los circuitos de lámparas de arco, y alternadores para los de alumbrado incandescente.

La idea de electrificar el alumbrado de la ciudad había partido de un grupo de comerciantes locales, quienes, a comienzos de año, ofrecieron al Ayuntamiento financiar e instalar el sistema a cambio de que se les permitiese explotarlo por el término de 6 años, contados desde el día de la inauguración oficial.

El equipo de alumbrado instalado en Cárdenas, al igual que el que había entrado en servicio 10 semanas antes en La Habana y el instalado aquel mismo año en 10 fábricas de azúcar del país, así como el que comenzó a utilizarse en el servicio público de alumbrado de las ciudades de Camagüey y Matanzas a fines de 1890, tenían el mismo suministrador: la Thomson-Houston International Electric Company, de Boston.7

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Farola de arco eléctrico Thomson-Houston instalado   en el Parque Central en 1889

 

                                                                  

*Adaptación del artículo del autor publicado en el No. 8 (1 de abril de 1998) de la revista Scripta Nova de la Universidad de Barcelona. (Internet: http://www.ub.es/geocrit/nova.htm) con el título "Impacto social y espacial de las redes eléctricas en Cuba".

1 Marrero, L. (1957): Geografía de Cuba, 3a ed., pp. 204-214, Selecta, La Habana.

2 Portuondo del Prado, F. (1957): Historia de Cuba. 6a ed., pp. 496-497, Minerva, La Habana.

3 Altshuler, J. y M, González. (1977): Una luz que llegó para quedarse: Comienzos del alumbrado eléctrico y su introducción en Cuba. Ed. Científico-Técnica / Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana.

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Lámpara de arco voltaico Thomson-Houston de doble par de carbones

4 Lamparilla (1877): "Fiat lux", La Sombra, 5(12): p. 91.

5 Moreno Fraginals, M. (1978): El ingenio: Complejo económico social cubano del azúcar, t. 2, p. 28, Ed. Ciencias Sociales, La Habana.

6 Edison Spanish Colonial Light Co. (1882): La luz Edison / Luz eléctrica incandescente., p. 12, Imp. y Lib. de N. Ponce de León, Nueva York.

7 A propósito de la Thomson-Houston, no está de más recordar aquí que tras haber desplegado en años anteriores un proceso arrollador de absorción de otras empresas eléctricas, aquella corporación se había convertido por entonces en los Estados Unidos en el principal rival de la organización Edison, la mayor de la rama, donde los intereses del grupo financiero Morgan eran dominantes. En 1892 ambas compañías decidieron fusionarse para constituir la gigantesca corporación General Electric Company.